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Danelys Machado Rollán tiene más de cuarenta tatuajes. No sabe exactamente cuántos, pero sí cuáles prefiere. Son dos y se encuentran en el lado izquierdo de su cuerpo. Uno, en el hombro; otro, debajo del corazón. El primero es una clave de Sol y una de Fa, que le recuerdan al coro en que pasó toda su infancia. El segundo está hecho con los trazos con que su hijo escribió por primera vez “Mamita linda, yo te amo”.
Esta fanática de los superhéroes de Marvel y de Harry Potter había sido tatuada varias veces antes de que empezara a tatuar a otros. A ella, que había estudiado Enfermería, lo que más le dolió tatuarse fue el estómago, las costillas y el pecho, aunque ha escuchado decir que es peor en la cabeza, la parte interna de los muslos, algunas zonas de la espalda o la planta de los pies.
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Su tatuador Jhanko Reyes la introdujo en ese “estilo de vida en el que se mezclan muchas cosas, además del arte, que es lo obvio, lo que más se ve”. El reconocido artista le dio un gran empujón.
“Pensé que era una locura, algo inalcanzable, una profesión para otros, pero me gustaba”. Al principio su mamá se opuso, mas eso duro poco. “A ella y a mi niño de 13 años les encanta mi profesión, la respetan, la conocen y están orgullosos de mí”.
Luego de que su primer maestro emigrara, su aprendizaje quedó en manos de Ana Lyem Lara. No mucho después se independizó.
"Un punto de inflexión grandísimo fue conocer a Leo Canosa, fundador y propietario del estudio de tatuaje y de arte corporal La Marca. Gracias a él y al equipo con el que trabaja mi visión del tatuaje cambió. A esa familia le debo especialmente lo que soy”, afirma.
De 32 años y apariencia menuda, Danelys no puede funcionar bien sin el café de las mañanas y una tisana en las noches. Asegura que “cuando entendemos lo que representa en la vida de una persona el hecho de tatuarse, el instante importantísimo y sin retorno en el que marca su piel, interiorizamos la importancia de nuestro trabajo”.
A pesar de que se ha propuesto no repetir los diseños de un cliente a otro, hay símbolos y objetos inevitablemente recurrentes. “Lo que más he hecho de múltiples formas, tamaños, complejidades, son corazones y flores (rosas, sobre todo)”. Le pone el alma, el corazón, su ser interior, a cada proceso, no porque sea su trabajo y le vayan a pagar por hacerlo, sino porque es lo que le gusta, lo disfruta, lo vive junto al cliente como “una especie de ritual que tiene igual importancia para ambos”.
Danelys resalta que se tiende a hablar del nivel artístico, de dibujo o de diseño a la hora de referirse a la calidad de un tatuaje, pero también es fundamental la parte higiénico-sanitaria del asunto.
“El tatuaje trabaja sobre un organismo vivo, que abre una barrera con la aguja al introducir la tinta y puede exponer a los clientes a infecciones o a enfermedades, si no se cumple”.
Antes de garantizar la sanidad del estudio, Danelys enciende un incienso y echa a andar el reproductor de música, que es “una completa locura” en la que puede oírse lo mismo un éxito flamenco que una letra en inglés o en portugués. Así intenta que la energía sea lo más positiva posible. Procura olvidarse de lo que está afuera para enfocarse en lo que va a hacer. “En el lugar donde trabajo convergen muchas partes de lo que soy, de la opinión que tengo de la vida, de los valores y las normas que comparto”.
Confiesa que nunca tatuaría a un animal, un niño o alguien que no esté en pleno uso de sus facultades mentales. Se encarga de hacer sentir a sus clientes lo más cómodos posible a través de “un ambiente de buena comunicación, de camaradería, de confianza, en el que no haya una barrera. Eso ha hecho que muchas veces los clientes hayan terminado convirtiéndose en amigos”.
La joven emprendedora explica que un lustro es poco tiempo para forjar un estilo propio: eso exige muchísimas horas de entrenamiento. No obstante, más de una persona ha reconocido su trabajo. A Danelys le gusta pensar que tiene que ver con la manera en la que lo ejecuta y que va más allá de lo visual. “Mi sello sería mi forma de hacer, algo que mis clientes valoran, recuerdan y se llevan a casa”.
Por más que subsistan quienes catalogan de marginales a los que llevan tatuajes, marcarse la piel ha dejado de ser visto de manera global como algo únicamente propio de presidiarios o marineros. En palabras de Danelys, el número de tatuajes ha crecido influenciado por las redes sociales y las personalidades, jóvenes y no tan jóvenes, que a nivel mundial “los han incluido en su cuerpo y en su manera de expresar lo que son. A partir de esa moda, o esos paradigmas, se ha generalizado su uso”.
Del mismo modo, se ha dado una apertura de mentes en torno a considerar el tatuaje como un arte, que ha contribuido a modificar la connotación negativa que se tenía de él. Eso no quiere decir que, como toda expresión artística, no tenga defensores y detractores.
“El valor del tatuaje depende de la preparación, la técnica y la ejecución que tiene el tatuador y del ojo que lo evalúe. Se trata de una obra que puede ser mala, regular, buena o excepcional”.
En torno a la carencia de instrumentos y de materiales, Danelys apunta que “ya tenemos información para actualizarnos de corrientes, tendencias, técnicas y estilos que se llevan en el mundo entero; la gran diferencia está en el suministro. No tenemos un canal regular para importar nuestros materias primas y sufrimos mucho por eso. Si hubiera alguna manera de hacerlo sin tanta dificultad se desarrollaría mucho más el tatuaje en la isla”.
Semejante realidad hace que sea complicado (casi imposible) mantener los estándares de calidad, pero hay puntos que no son negociables. Porque es importante no solo mantener ese nivel, sino superarlo, ella se encarga de resolver los materiales necesarios y pone el esfuerzo máximo y el estudio constante en cada trabajo. “Estoy y estaré durante toda mi vida en un proceso de aprendizaje porque es lo que nos hace evolucionar, ser mejores”.
Por otro lado, Danelys reafirma que su práctica está en una zona gris en Cuba. “Los tatuadores somos alegales. En el momento en que nos respetemos a nosotros mismos como artistas y como gremio podremos lograr que el gobierno y sus instituciones nos vean igual y que se legalice el tatuaje como una actividad artística y comercial”.
No descarta la idea de que alguna de sus colegas haya sido discriminada por desempeñarse en un oficio históricamente dominado por hombres, sin embargo, no ha sido ese su caso. “He recibido muchísima ayuda de tatuadores. Fuera del gremio es que todavía hay personas que se sorprenden cuando ven que soy mujer”, subraya a la vez que comenta que “cada vez somos más. Ojalá ese número siga creciendo”.
Es bastante común entre los tatuadores reconocer mejor un tatuaje que el nombre de un cliente y Danelys no es la excepción. Incluso si no lo ha hecho ella, solo tiene que ver un tatuaje una vez para recordarlo mucho tiempo después. Ella no percibe su profesión como un negocio. “Hay distintos niveles de precios dentro del tatuaje en Cuba y los míos no están entre los más bajos ni entre los más altos”. Más que como una empresaria, se siente una creadora “que necesita de una parte monetizada para subsistir y sustentarse, pero no es el centro de mi trabajo”.
Le llueven los clientes jóvenes, algunos artistas, pero casi todos mujeres. Ni más ni menos que el 90% de su clientela es femenina. “Es algo con lo que me siento muy contenta y cómoda, lo que no quiere decir que con los hombres no, pero estoy más en confianza con las mujeres”, precisa.
Dueña de un entusiasmo inagotable, paralelamente al del tatuaje Danelys impulsa un emprendimiento bautizado como Apócemas. Se trata de una mirada al pasado, “al rescate de esa conexión que ha tenido el ser humano con la energía de la naturaleza y el uso de las plantas para sanar tanto el cuerpo como el alma, de manera respetuosa con el medio ambiente”.
Así, Danelys retoma las costumbres heredadas de sus antepasados sobre el empleo mágico de las plantas, “que están arraigadas en nuestra cultura y que lamentablemente en la actualidad se encuentran en desuso porque han sido olvidadas o se desconocen”. En resumen, busca que el tiempo dedicado al cuidado de la salud mental sea igual que el destinado a la salud física.
Además de administrar sus redes sociales y ejercer como tatuadora, Danelys comercializa productos ciento por ciento naturales que atienden a las propiedades medicinales y los beneficios espirituales de las plantas. Con manos prodigiosas elabora sus propias tisanas (mezclas de especias, hierbas o frutos, que se infusionan juntos), tanto para beber como para baños (limpiar energéticamente espacios, objetos o personas) y maceraciones en alcohol.
Un camión de valor y de confianza en sí misma le alcanza a esta pelirroja para hacer lo que ama plasmando cada día todas sus inquietudes, sus anhelos, sus sueños, las cosas que hierven dentro de ella y que necesita expresar, en sus diseños y, con suerte, en la piel de otra persona.
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