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LA HABANA, (IPS)- Aunque Cuba no reconoce legalmente al tatuador dentro de los varios tipos posibles de emprendimiento, lo cierto es que en la Isla son cada vez más los que se deciden a grabarse con tinta la piel, sino que es un oficio al que se adscriben nuevos cultivadores.
En la actualidad y a diferencia del pasado, mujeres tatuadoras apuestan por un arte dominado históricamente más por los hombres y abren sus propios locales y estudios caseros.
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Tal es el caso de Ana Lyem Lara, quien junto a Alberto Ferrer tatúa en su propio estudio, decorado con cámaras fotográficas, pipas y otros objetos antiguos. La pareja climatizó una habitación, donde colocó una camilla, la máquina de tatuar importada y la silla giratoria para la artista.
“Muchos clientes dicen que las mujeres somos más tranquilas y les transmitimos paz porque las personas se ponen nerviosas cuando vienen a tatuarse, y más si es la primera vez”, explicó a IPS la tatuadora, de 32 años, que trabaja a tiempo completo en este arte corporal en su estudio Zenit, ubicado en una playa del oeste habanero.
Ferrer, de 29 años y productor del estudio, relata la difícil tarea de hacerse con los materiales necesarios, porque las tintas, agujas, vaselina y demás insumos deben ser comprados fuera de Cuba.
“Discriminación nunca he sentido, todo lo contrario, la gente siente que, como mujer, soy más cuidadosa con la higiene”, asegura por su parte Lara, que lleva casi cuatro años “picando”, como se le dice en Cuba a la acción de grabar permanente mente la piel con aguijonazos de tinta.
Graduada de arquitectura y aficionada al dibujo desde la infancia, es conocida en el gremio como la tatuadora más establecida de la capital.
“Han habido [sic] varias mujeres antes que yo, pero no han sido muchas ni constantes”, explicó. “Las razones de que hayan sido tan inestables no las conozco. No creo que fuera a causa de la maternidad o la familia porque muchas eran jóvenes”, valoró.
“Ahora somos más y eso que apenas conocemos a las de provincia”, continuó la artista. “Yo enseño gratis a dos muchachas que tienen aptitudes”, amplió sobre sus dos alumnas, de 22 y 25 años.
“Hoy todo el mundo se tatúa, con dibujos más grandes y en lugares más visibles, ya no está censurado y estigmatizado en la sociedad cubana”, estimó Lara, que prefiere el estilo clásico (en blanco y negro) y las acuarelas (que imita ese tipo de pintura), siempre con un toque propio en los diseños.
Observa que a su estudio acuden personas de todas las edades, pero la mayoría suelen ser jóvenes, en proporciones similares de hombres y mujeres. “Solo los estudiantes, médicos y trabajadores de la gastronomía tienen cuidado a la hora de escoger el lugar para tatuarse”, detalló.
Al estar en un limbo legal y solo ser registrados por la independiente Asociación Hermanos Saíz, que reúne a creadores de hasta 35 años de edad que cumplan con requisitos establecidos, se desconoce la cantidad exacta de personas dedicadas al tatuaje en las 15 provincias cubanas.
En este país socialista de economía controlada por el Estado crecen los sectores en que se permite y regula la llamada actividad por cuenta propia (privada) en diferentes formas. También operan con altas y bajas otras actividades dentro de la llamada economía informal o no regulada, como son los estudios del arte corporal.
Los precios por tatuaje en Cuba van del equivalente a cinco dólares hasta 300 dólares, un monto este prohibitivo para la mayoría de la población que es empleada por el Estado y percibe como promedio 24 dólares mensuales. Los tatuadores reconocidos pueden ganar hasta 100 dólares diarios con su arte.
“Es más reciente que haya varias mujeres y seamos más visibles”, valoró Amanda Laurent Santana, de 26 años, que “pica” en su habitación desde hace casi tres años. “Trabajo en condiciones básicas pero con mucha higiene”, detalló la joven, quien se adentró en este mundo cuando tenía 13 años y su padre le consintió su primer tatuaje.
“La máquina que uso y todas las cosas las fui comprando poco a poco mediante familiares que viven fuera”, detalló. “Yo todavía estoy en proceso de aprendizaje y solo tatúo a personas conocidas o con referencia. Incluso así resulta rentable”, indicó.
Cuando las autoridades lo permitan, quisiera abrir un estudio profesional exclusivo de artistas mujeres. “Yo no quiero irme para otro país, quiero poder desenvolverme aquí y formar parte de la historia del tatuaje en Cuba”, confesó Santana, que bajó el ritmo de trabajo porque tiene cinco meses de embarazo.
Una foto de ella, donde muestra los coloridos dibujos de flores y otros motivos sobre su blanca piel, cuelga entre seis piezas de mujeres tatuadas que conforman la primera serie de la fotógrafa Doralys Noa, expuesta en la cafetería privada Cuba Libro, en el céntrico barrio habanero del Vedado.
“Quise romper con los prejuicios que existen hacia las mujeres tatuadas, aunque es un problema de generaciones mayores”, apuntó Noa, de 23 años. “Las mujeres están en poses muy femeninas y usé un estilo ‘vintage’ (antiguo) para mostrar que es una cuestión de época”, concluyó.
Lara y Santana, junto a Carmen García, una artista que desde hace 10 años se dedica por temporadas al tatuaje, protagonizaron el documental “La piel como lienzo” (2015). La cinta fue realizada de forma independiente por Naty Gabriela González y Yaima Pardo, que abordaron por vez primera la vida de las tatuadoras en un audiovisual.
“Nos interesaba visibilizar a estas mujeres empoderadas, que hacen lo que les gusta y luchan por un espacio propio”, expresó Pardo a IPS. “También queríamos hablar de emprendimientos que no estuvieran legalizados en Cuba”, resaltó.
“Hay muchas mujeres que están tatuando y pudieran ser más si rompen con el tabú de que es un oficio para hombres”, acotó González. “Muchas otras se sumarían si la actividad fuera legal como en todo el mundo y con insumos a la mano”, valoró.
Especialistas indican que tatuar en Cuba cae en el marco de lo alegal, un término que define asuntos obviados por la legislación vigente.
En mayo de 2015, inspectores estatales visitaron una docena de estudios en La Habana y otros en varias provincias. A algunos hasta les decomisaron sus implementos.
Tanto los artistas afectados como los que no, se reunieron y contrataron un abogado en busca de alguna solución. Pasado un tiempo las autoridades les permitieron reabrir.
“Seguimos vulnerables”, aseguró el veterano Che Alejandro Pando, de 43 años, una referencia obligada en el tatuaje cubano. “Aunque hay varias opiniones, todos queremos una vía legal para sacar una licencia que incluya la parte sanitaria y comercial, y poder pagar impuestos. Y muchos queremos ser reconocidos como artistas”, explicó a IPS.
En la turística Habana Vieja, el Estudio-Galería de Arte Corporal La Marca, una idea del artista Leo Canosa, busca desde 2015 una manera para legalizarse como un espacio de arte dérmico y trabajo comunitario.
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Nombres de mujeres latinoamericanas llegan a las listas de las mejores en el arte de grabar dibujos en la piel de la gente.
Destacan por su trabajo las colombianas Leidy Vargas, con obras delicadas de estilo acuarela; Caro Cortés, por sus tatuajes de motivos naturales muy coloridos; Karolina Bebop, con un sello muy personal; o Stephania Cuervo, que logra un color y líneas perfectas.
De México, sobresale la obra de Nancy Jehagi, que mezcla el puntillismo con un estilo con esténcil (plantilla); Nancy Abraham, de piezas con muchos colores; y Alejandra Hernández, que une de manera propia los estilos esténcil y acuarela.
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