En medio de la peor crisis energética de la historia reciente de Cuba, el régimen volvió a vestirse de redentor al anunciar la instalación de paneles solares en comunidades montañosas de Guantánamo, como Los Naranjos, a casi 800 metros sobre el nivel del mar.
Lo que Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba (PCC), presentó como una gesta técnica y social, resultó en realidad un retrato del fracaso acumulado del “proyecto revolucionario”.
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En un artículo titulado “Donde el sol alumbra de noche” el periodista oficialista José Llamos Camejo se regodeó en el testimonio de campesinos que agradecieron al astro rey por encender ahora lámparas y televisores, como si la electricidad fuera un lujo concedido por gracia estatal, y no un derecho ciudadano que debió garantizarse desde hace décadas.
La pregunta es inevitable: ¿no había electricidad en esas comunidades antes de la reciente instalación? Según los propios testimonios recogidos por Llamos Camejo, no. Algunos artefactos solares rotos y sin baterías eran todo lo que existía hasta hace poco. Hoy, tras la llegada de “módulos solares”, la vida cambia. Pero, ¿por qué ha tardado tanto?
Es imposible no advertir la paradoja histórica: en anteriores artículos de Granma, los habitantes de Los Naranjos han sido presentados como devotos de Fidel Castro y receptores de promesas cumplidas por la llamada "revolución" desde 1959.
Sin embargo, el órgano del PCC confesó este domingo, sin rubor, que nunca tuvieron acceso estable a la electricidad. ¿Qué tipo de “transformación” es esa que durado más de seis décadas sin garantizar lo más básico?
La acción actual se inscribe dentro de una campaña gubernamental para insistir en el cambio de matriz energética como una virtud revolucionaria, sin mencionar el contexto que la obliga: la incapacidad del Sistema Eléctrico Nacional para abastecer a la población, marcado por constantes apagones y un parque termoeléctrico colapsado.
Hablar de paneles solares en 2025 suena más a propaganda de subsistencia que a política energética coherente. Según cifras del propio Granma, se instalarán 625 módulos este año en Guantánamo, una cifra que apenas araña la superficie de las necesidades reales del país.
La etiqueta de energías renovables en los medios oficialistas se ha convertido en un bálsamo narrativo, una forma de disfrazar la ineptitud e incapacidad gubernamental, así como el deterioro estructural del sistema eléctrico nacional con retórica de sostenibilidad.
La instalación de paneles solares en comunidades como Los Naranjos no es una muestra de avance, sino el síntoma más evidente de una deuda histórica que el régimen intenta saldar con gestos tardíos y discursos reciclados. Lo que debería ser un punto de partida hacia una vida digna, se convierte en bandera de propaganda.
Y la pregunta sigue resonando: ¿cómo vivieron estas comunidades durante seis décadas sin electricidad? Y peor aún: ¿cómo pudo presentarse como una victoria lo que revela un fracaso?
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