El ministro de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (MINCEX), Rodrigo Malmierca, reconoció que el gobierno y su ministerio han fracasado en el objetivo de estimular la inversión extranjera en Cuba y señaló los problemas de la economía nacional que inciden en esta cuestión.
En una reunión con los diputados cubanos, el titular admitió que “a pesar de las acciones desarrolladas, no se han logrado los resultados deseados”, según recogió Cubadebate.
Más de seis años después de aprobada la Ley Nº 118 “de la inversión extranjera”, en vigor desde 2014, su aplicación no ha conseguido atraer a los inversores internacionales debido a una serie de características del sistema económico cubano que desestimulan “la inversión extranjera y afectan el funcionamiento de los negocios, incluyendo su capacidad de encadenarse con el resto de la economía”.
La primera de ellas está constituida por “los problemas de convertibilidad del peso cubano”. ¿Qué problemas de convertibilidad tiene el peso cubano? Eso no lo explicó Malmierca; a fin de cuentas, él no ha sido el responsable de la unificación monetaria del país, llamada Tarea Ordenamiento. Pero tampoco explicó en qué consiste, ni ejemplificó con el caso de inversiones extranjeras malogradas por este asunto.
En segundo lugar, Malmierca mencionó los “costos de bienes y servicios en el país que no resultan competitivos”. La pregunta es, ¿qué bienes y servicios ofrece Cuba cuyos costos sean competitivos en el mercado internacional y atraigan la inversión extranjera? ¿La contratación de trabajadores a través del MINCEX, por ejemplo? ¿No sería más barato para los inversores extranjeros contratar directamente a sus trabajadores?
El “déficit de capacidad constructiva y los problemas en la ejecución de los procesos inversionistas” es la tercera característica “desestimulante” de la economía nacional que relaciona Malmierca entre las que lastran la inversión extranjera.
Desde la construcción de hoteles hasta el dragado del Puerto del Mariel, las inversiones extranjeras en Cuba que requieren la edificación de sus infraestructuras han sufrido ese “déficit de capacidad constructiva” y todo tipo de problemas en la ejecución de los procesos, desde inversionistas hasta técnicos. Forma parte del ADN de una economía estatal planificada y socialista.
Como también lo forma la cuarta característica mencionada por el ministro: el “poco desarrollo del sistema financiero cubano y ausencia de un mercado financiero interno al que pueda acceder la inversión extranjera con facilidad”. El sistema financiero cubano no es más que un entramado opaco de instituciones en manos de los militares y sin control por parte del Banco Central.
Por su parte, la “ausencia de un mercado financiero interno” es lo que explica precisamente la importancia vital de la inversión extranjera para el régimen cubano. El inversor extranjero tiene que aportar el capital para desarrollar su inversión. Ninguna institución bancaria o crediticia en Cuba financiará su inversión, ni mucho menos la de ningún cubano, que no sea a través de microcréditos. Estos últimos deberán recurrir a sus ahorros o las remesas de familiares para poder emprender de manera autónoma.
El “retraso de Cuba en materia de automatización de los procesos y conectividad” es la última característica de la economía cubana que, según Malmierca, desincentiva la inversión extranjera.
Según Cubadebate, el ministro reconoció que “el poco avance no es atribuible solo a las dificultades generadas por el bloqueo y, en los últimos dos años, por la crisis internacional derivada de la pandemia de covid-19, sino también a factores de índole interna”.
“Queda trabajo por hacer en materia de facilitar la tramitación de permisos, licencias y autorizaciones; pero al mismo tiempo de erradicar prejuicios en la mentalidad de empresarios, cuadros y funcionarios. Sin embargo, la atracción de inversiones no puede realizarse sacrificando soberanía, ni renunciando a esencias del modelo socialista”, consideró Malmierca.
Identificar los problemas de la economía cubana que afectan a la inversión extranjera no es complejo. Lo que parece imposible es avanzar hacia su solución sin renunciar “a esencias del modelo socialista”. Al menos, eso parece al escuchar los discursos del ministro de Comercio Exterior, o de otros en el ejecutivo de Miguel Díaz-Canel.
El fracaso reconocido por Malmierca en la atracción de inversión extranjera habría significado la dimisión de un ministro, o la pérdida de la confianza de los ciudadanos en las elecciones de un sistema democrático. En el régimen cubano, sin embargo, se traduce en una perorata de un ministro que lleva 12 años en el cargo designado por el dictador Raúl Castro.
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