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Una publicación de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) titulada “Inversión extranjera en Cuba. Indicadores seleccionados 2020” ha dado a conocer de forma oficial, por primera vez, los montos alcanzados por el capital extranjero en la economía cubana. La información es sorprendente.
Resulta que el importe total de las inversiones extranjeras descendió de los 843 millones de pesos de 2019 a los 571 millones de 2020 (un -32% en un solo año). En estos dos ejercicios, la inversión extranjera ha alcanzado una media de 707 millones de pesos (alrededor de 29 millones de dólares).
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En principio, una tendencia que debería ser parecida a la registrada en otros países y que se puede atribuir a los efectos del COVID-19 y la paralización de numerosos proyectos internacionales por el cierre de los intercambios. Como se verá, no es así.
Estos datos relativos de Cuba son sorprendentes, ya que han coincidido, y esto es lo llamativo, con un aumento del número de negocios con inversión extranjera, que han pasado de 281 en 2019 a 318 en 2020, un aumento del 13%.
De modo que el descenso de los fondos monetarios que llegan a la Isla y aumento del número de proyectos solo se puede explicar si se asume que el proyecto medio de inversión extranjera se redujo de forma significativa. Y si esto es lo que se hace, resulta que el proyecto medio pasó en un solo año de 3 millones de pesos en 2019 a 1.8 millones en 2020, un descenso del 40%.
Además, la mayor parte de los proyectos de estos dos años recogidos en la estadística, se materializaron bajo la forma de Contratos de Asociación económica internacional, el 49% en 2019 y el 52% del total en 2020. Los proyectos de AEI crecieron un 20% entre los dos años.
Las empresas mixtas constituyeron el segundo ámbito de la inversión extranjera y representaron el 35% en 2019 y el 32% en 2020, con un aumento del 5% en dicho período.
El resto de las fórmulas, como las empresas de capital totalmente extranjero, alcanzaron resultados inferiores. En particular, las empresas establecidas en el la ZED del Mariel se mantuvieron prácticamente estables en torno a 45.
Por último, la publicación ofrece información sobre la distribución de la inversión extranjera por sectores o actividades. La mayor parte del capital foráneo se concentró en Transporte almacenamiento y comunicaciones, el 43% del total, seguido de Suministro de electricidad, gas y agua con otro 23%. La industria manufacturera y la extracción de minerales conjuntamente representaron otro 21% del total. ¿Y el turismo?
¿Qué dicen estos datos? ¿Qué consecuencias cabe extraer de la vigencia, desde 2014, de la Ley 118 que regula las inversiones extranjeras?
La mejor forma de realizar esta valoración es elaborar un contraste de los datos de la inversión extranjera de Cuba con tres países geográficamente próximos, como República Dominicana, Costa Rica y Panamá. En concreto, tres modelos de diseño de atracción de capital extranjero que ofrecen resultados exitosos, que permiten realizar un contraste directo con lo sucedido en Cuba.
El Cuadro del anexo resume los principales datos comparativos y homogéneos.
La República Dominicana recibió una media de 2.703 millones de dólares de inversión extranjera y en 2021 en el período enero a junio, ha crecido un 61% con respecto al mismo período de 2020, superando los resultados de dicho año. El capital foráneo que llega al país se distribuye de forma bastante equitativa entre los distintos sectores y actividades, a la cabeza el Turismo, un 25% seguido de la Inmobiliaria, 19%, Minería 15%, Energía 14%, Comercio e industria 10% y Zonas francas, 7,7%.
Costa Rica representa otro modelo de éxito de atracción de capital extranjero, con una media de inversión directa entre 2018 y 2020 de 2.319 millones de dólares, una cifra algo inferior a la de República Dominicana. No hay datos de 2021, pero los medios de comunicación informan que se ha producido una remontada con respecto a los resultados de 2020, que se vieron impactados por el COVID-19. La inversión extranjera se concentró al llegar a Costa Rica en la manufactura industrial tecnológicamente avanzada, el 51% del total, seguida de los Servicios 22%, la Inmobiliaria 12% y Finanzas y Comercio, conjuntamente, otro 12%.
Por último, el modelo de Panamá significa una entrada de capital extranjero promedio de 2018 a 2020 de 3.330 millones, que se ve afectado por la intensa caída de 2020, cuando apenas alcanzó 589 millones de dólares, frente a los 4.320 millones de 2019. La mayor parte de las inversiones extranjeras se concentran en Finanzas e Inmobiliaria y siguen otro modelo distinto a los dos citados antes.
Lo primero que destaca de este análisis comparativo es el bajísimo nivel absoluto de la inversión extranjera directa hacia el régimen comunista cubano, que se sitúa, en promedio, 86 veces por debajo del capital extranjero que llega a República Dominicana o Costa Rica.
La distribución sectorial del capital extranjero que llega a Cuba no se ajusta a modelo alguno, sino que parece estar mal diseñada con relación a la economía y sus necesidades. La “cartera de oportunidades” que las autoridades imponen para la apertura al capital internacional de las opciones de inversión en la Isla funciona mucho peor que la decisión empresarial libre.
La distancia de Cuba con los tres países citados es tan enorme que no se puede explicar si no es en términos del modelo económico y social que rige la economía cubana. Un modelo, el comunista, que representa un rechazo para cualquier inversor internacional, por su exceso de intervencionismo, dirigismo, controles y burocracia, y sobre todo, la falta de seguridad jurídica al operar en una economía donde no existe un marco respetable para los derechos de propiedad privada. Además, las condiciones del entorno de la economía cubana son, cuanto menos, desfavorables, con un crecimiento promedio del PIB de los más bajos de América Latina, una insuficiencia financiera provocada por el peso del déficit público y un absoluto descontrol monetario con su correlato de inflación.
Este sencillo análisis indica el éxito de República Dominicana, que apuesta por un entorno económico estable y por una combinación de inversiones en turismo e inmuebles, o el de Costa Rica, que se ha convertido en un atractivo para el capital tecnológico industrial avanzado en su sector industrial.
La pregunta inmediata es la siguiente: ¿Qué posición puede jugar Cuba en este diseño de los competidores más cercanos que están comiendo el terreno? No es fácil, pero se insiste que mucho más importante que definir ese espacio de competitividad, lo prioritario es dejar atrás cuanto antes el modelo económico social comunista que no funciona ni atrae al capital extranjero. Está agotado. La Ley 118 es inservible.
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