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El gobernante Miguel Díaz-Canel estaría planeando viajar a Nueva York en septiembre para asistir a la semana de alto nivel de la Asamblea General de las Naciones Unidas, a pesar de las protestas y la presión de congresistas cubanoamericanos para que la administración Biden niegue la entrada a Estados Unidos al máximo responsable de la represión en Cuba.
De no resultar impedimento alguno, si Díaz-Canel aterriza en Nueva York el mes próximo, la agenda del gobernante engrosará con otro compromiso internacional en un año que ha resultado particularmente intenso a bordo de la aeronave de Conviasa (venezolana), en la que ha recorrido decenas de miles de kilómetros en calidad de jefe de Estado.
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Un artículo publicado por el medio de prensa independiente ElTOQUE reseñó los viajes realizados por el también primer secretario del Partido Comunista de Cuba, y calculó que el gobernante ha estado 47 días fuera del país desde noviembre pasado.
Desde entonces hasta la fecha, Díaz-Canel ha pasado uno de cada siete días viajando por el mundo mientras los problemas crecen y se acumulan en Cuba, evidenciando la incompetencia del gobierno y la carencia de un proyecto político económico para atajar una crisis en Cuba que no hace más que agravarse.
Mientras más nefasta es su gestión de gobierno, más busca el régimen cubano el apoyo y las donaciones de la comunidad internacional, así como estrechar alianzas con socios como Rusia y China, que ven en la debilidad de Cuba la oportunidad de avanzar sus agendas geopolíticas, a costa de acuerdos que comprometen todavía más la ya erosionada soberanía del país.
Acompañado de su esposa, Lis Cuesta Peraza, una funcionaria del Ministerio de Cultura que no ostenta cargo o representación gubernamental alguna, y a la que el propio Díaz-Canel negó el tratamiento protocolario de “primera dama”, el gobernante viajó del 16 al 26 de noviembre a Argelia, Turquía, Rusia y China.
Cuesta no es oficialmente primera dama en Cuba, porque las leyes no reconocen esa figura, y aunque su nombre tampoco encabeza la lista de funcionarios que acompañan al gobernante, cada vez que Díaz-Canel sale de viaje ella le acompaña y está presente en actos oficiales.
El canciller Bruno Rodríguez Parrilla; los viceprimeros ministros Ricardo Cabrisas Ruíz y Alejandro Gil Fernández; los ministros Rodrigo Malmierca Díaz, Vicente de la O Levy y José Ángel Portal Miranda fueron los hombres que integraron la comitiva gubernamental en Argel, Ankara, Moscú y Beijing.
En estas capitales, los ministros de Díaz-Canel sostuvieron encuentros con sus homólogos y empresarios para intentar buscar una solución a la crisis energética que atraviesa el país. Todavía los cubanos esperan por resultados en ese sentido, mientras continúan los apagones y la inestabilidad en el sistema eléctrico nacional, que el gobernante viajero prometió estabilizar para 2023.
Del 3 al 8 de diciembre, los cubanos vieron al gobernante designado por el dictador Raúl Castro subirse nuevamente al avión para asistir a la Octava Cumbre Caricom-Cuba que se celebraba en Barbados, además de pasar por San Vicente y las Granadinas (donde dejó una fuerte impresión su pronunciación del inglés en un discurso leído) y Granada, donde las cámaras captaron a Cuesta Peraza de shopping en un centro comercial.
No había pasado un mes de ese viaje, cuando Díaz-Canel volvió a subirse al avión de Conviasa para asistir a la Cumbre de la CELAC que se celebró a finales de enero en Argentina, adonde asistió a pesar de la denuncia en su contra ante la justicia en Buenos Aires del Foro Argentino para la Democracia en la Región por crímenes de lesa humanidad en Cuba.
En el país austral se reunió con empresarios argentinos a los que les ofreció “la confianza de que vamos por el camino seguro para ampliar los negocios”, y tuvo que escuchar duros reproches de mandatarios de la región, como el uruguayo Luis Lacalle Pou, por su violación sistemática de los derechos humanos y las libertades de los cubanos.
Tras finalizar la Cumbre, Díaz-Canel hizo escala en Venezuela, se abrazó con Maduro (que no fue a Argentina) y regresó a La Habana tan pobre y apestado como antes, tras analizar puntos comunes de la relación bilateral entre Cuba y Venezuela.
En febrero los cubanos fueron testigos de la cuarta visita del inquilino del Palacio de la Revolución a México, adonde llegó para seguir vendiendo la “cooperación” médica cubana –tachada como “trata de personas” por diversos países y organismos internacionales- y rascar nuevos acuerdos y ayudas de su “amigo” Andrés Manuel López Obrador.
A su lado, orgullosa de ver a su esposo lucir la Orden del Águila Azteca (la más alta condecoración otorgada en México a un jefe de Estado extranjero), Cuesta Peraza formó parte nuevamente de la delegación cubana y partió con ella a Belice, país que recibía la primera visita de un gobernante cubano.
A finales de marzo, el “deber” llamó otra vez a las puertas de Díaz-Canel y su sacrificada esposa para asistir a la Vigesimoctava Cumbre Iberoamericana que se celebraba en República Dominicana, acompañados del canciller Rodríguez Parrilla y Malmierca Díaz, quienes volvieron a tratar temas de cooperación con sus homólogos, mientras Cuesta Peraza se fotografiaba en compañía de otras “primeras damas” haciendo turismo por Santo Domingo.
Llegaron a tiempo para “votar” en Cuba, donde, “sorpresivamente”, Díaz-Canel volvió a resultar electo como gobernante. Transcurridos dos meses, la relegida pareja volaba al Vaticano para una “visita de cortesía” con el Papa Francisco, al que Cuesta Peraza saludó con un “le quiero mucho” y Díaz-Canel presentó a su hijastro Manuel Anido Cuesta como “el opositor de la familia”. Además, fueron captados comiendo en un lujoso restaurante italiano.
Paris fue el siguiente destino, adonde viajó la delegación cubana para asistir a la Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial, convocada por el presidente Emmanuel Macron. A pesar del lugar protagónico ocupado en el evento, en su condición de representante cubano y del Grupo de los 77+China, Díaz-Canel volvió a Cuba con dos palabras para calificar la gira: “interesante y fructífera”.
Europa volvió a ser el destino de Díaz-Canel y su esposa, cuando a mediados de julio pasaron cinco días entre visitas oficiales a Portugal y Bélgica, esta última para participar en la Cumbre CELAC-UE, que recibió nuevamente fuertes críticas por parte de la sociedad civil cubana, haciendo hincapié en la liberación de los presos políticos, especialmente los más de 700 manifestantes de las históricas protestas del 11J, contra los que el gobernante dio la “orden de combate”, desatando una feroz represión. Sin embargo, como suele hacer, este terminó el viaje oficial de fiesta con sus “amigos” y bailando con su esposa.
En días recientes, el gobernante y su esposa viajaron a Angola y Sudáfrica, donde volvieron a pasar el cepillo -el de los menesterosos y el de lustrar las botas de chinos y rusos-, en su afán de prenderse de ambos gigantes para llevar adelante el proyecto del régimen totalitario cubano de perpetuarse en el poder. En el avión de Conviasa viajó una delegación aproximada de doscientos funcionarios, que llegó incluso a llamar la atención de medios de prensa que cubrieron el evento.
Desde finales de noviembre, la agenda del gobernante cubano ha dedicado un día a la semana de promedio para sus compromisos internacionales. Mientras mendiga ayudas para el régimen en el extranjero, Díaz-Canel exige más sacrificios a los cubanos, dejando claro que la “resistencia creativa” de estos es diferente a la que él protagoniza.
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