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Resultados electorales complican vida al tardocastrismo

Un porcentaje significativo de cubanos ya no teme a la dictadura más vieja de Occidente; incluidos quienes fueron a votar en un simple acto de fingimiento para proteger intereses personales y/o familiares.

Calle de La Habana © CiberCuba
Calle de La Habana Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 1 año

La abstención electoral del domingo complica aun mas la travesía política del tardocastrismo; atrapado entre la imperiosa necesidad de acometer ajustes económicos impopulares, como despidos en el renqueante turismo, la maldición de los apagones y la escasez de comida y medicamentos.

Un porcentaje significativo de cubanos ya no teme a la dictadura más vieja de Occidente; incluidos quienes fueron a votar en un simple acto de fingimiento para proteger intereses personales y/o familiares.

La totalitaria orden de retrasar una hora el cierre de las urnas también fracasó porque muchos miembros de las Mesas electorales se negaron a secundar el fraude de convertir un número de boletas en blanco en Síes; como ha sido habitual en la práctica castrista, desde 1976.

"Recuerda que el jefe (Fidel Castro) no cerraba el escrutinio hasta que las papeletas en blancos fueran solo el uno por ciento en cada colegio electoral", recordó a CiberCuba una ex funcionaria de la Asamblea Nacional, residente en La Habana y socorrida por sus hijos emigrados.

Opositores y activistas cubanos deberían tomar en cuenta este dato y, en las próximas convocatorias apostar por el NO o el nulo, pero nunca por el blanco porque una papeleta virgen es jamón para los maquilladores del Cundeamor que; en próximos simulacros electorales, tendrán que militarizar los colegios para garantizar la siguiente victoria de la revolución.

La casta verde oliva y enguayaberada teme que el rechazo popular siga en aumento y complique las siguientes estafas electorales, incluida la ratificación o relevo de Miguel Díaz-Canel; para quien no tiene relevo; aunque nunca faltan ambiciosos con vocación suicida y una corriente interesada lleva meses corriendo la bola que el primer ministro Manuel Marrero es mejor cuadro que el Ñato.

La crisis actual, que arrancó en el otoño de 2019, ha descuajeringado la depauperada economía comunista y el gobierno cubano está atrapado entre la necesidad impopular de acometer despidos masivos en el turismo; abarrotado de hoteles e instalaciones vacías y su miedo a un estallido popular definitivo.

El turismo y otras actividades del sector exterior de la economía, han sido yacimientos habituales de forrajeo de los ciudadanos para autoabastecerse y vender excedentes en la crónica bolsa negra; gran aporte de la cultura soviética a su subordinado castrismo; y cada trabajador despedido implica una veintena más de cubanos encabronados, sus familiares y clientes.

La compañera Martica deberá esforzarse como ministra de Trabajo para que los despidos en saludo al 64 aniversario de la revolución no haga saltar el catao y, ya consagrada a la resistencia creativa, debería promover la firma del Convenio Iberoamericano de Seguridad Social; gesto que la colocaría en la historia de Cuba, y agradecerían emigrados que llegaron a España y otras playas de extravío con muchos años cotizados en su país y que podrían regresar a la patria, una vez jubilados en el vil capitalismo, con pensiones de gran impacto en las tiendas MLC.

Por si fuera poco, los blancos de Siboney han profundizado la militarización de la economía, colocando a jubilados del FARINT en timbiriches que aun subsisten, donde han desembarcado con hambre vieja de dólares y agresivas técnicas de marketing para solaz y esparcimiento de robagallinas extranjeros; reclutados por la Contrainteligencia, a ritmo de comprometimiento.

Como los policías en activo no tienen la boca cuadrada, también han entrado en el negocio, vendiendo protección a nuevos actores económicos, pero como actúan con la bayoneta en la boca, ya han surgido las primeras broncas entre oficiales por el reparto del botín.

El castrismo siempre discriminó a los cubanos, concediendo a los extranjeros privilegios que no tienen ni en sus países; y los continuistas gobernantes han recuperado, de facto, el apartheid turístico.

Joe García volvió de La Habana muy preocupado, tras constatar la parálisis general y las vacilaciones de un gobierno que nunca alcanzó legitimarse popularmente y que se suicidó el 11J, con la orden de combate contra el pueblo cubano.

El tardocastrismo -y García lo sabe- apuesta por las migajas de remesas y recargas, reduce posibles inversiones de emigrados a un millón de dólares, limitados a determinadas áreas, y no duda en despojar, encarcelar y/o desterrar a quienes vayan a bailar a casa del trompo.

Del frente externo tampoco llegan buenas noticias, como demostró la reciente y fracasada gira del presidente Miguel Díaz-Canel; aunque el peor mazazo no fueron las limosnas de argelinos, rusos, turcos y chinos; sino la decisión del compañero Lula da Silva de reactivar el programa Mais médicos con sanitarios cubanos que le vendieron el cajetín a sus explotadores y ya bailan samba con cadencia bahiana.

El mundo ha cambiado, los escasos aliados de La Habana tienen sus prioridades y cuitas, los cubanos han cambiado; solo resta ese viejo gobierno de difuntos y flores, que este martes tuvo la ocurrencia de felicitar el cumpleaños a Silvio Rodríguez; pretendiendo ignorar que el necio de San Antonio de los Baños, espantado de todo, se refugia en su blog, donde pita regao porque ve al unicornio azul más negro que una desvencijada calle cubana en horario pico.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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