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Las autoridades de inteligencia de Estados Unidos descuidaron en un inicio el control sobre la Red Avispa de espionaje cubano en Miami, pero la situación dio un giro radical tras el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate en 1996, según un libro recién publicado.
Nadie me lo contó, libro testimonial de 679 páginas del exagente cubano Edgerton Ivor Levy, relata los pormenores de su preparación como enviado de la Dirección de Inteligencia (DI) del Ministerio del Interior (MININT) y su decisión de colaborar con el FBI desde su llegada a Estados Unidos en junio de 1993.
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"El derribo de las avionetas [el 24 de febrero de 1996] marcó un antes y un después en el seguimiento de las autoridades federales con respecto a las operaciones de los oficiales ilegales y los agentes desplegados en el Sur de Florida", dijo Levy en entrevista con CiberCuba.
Levy y su esposa Ivette, ambos exprofesores de Historia de la Universidad de La Habana, fueron entrenados como los agentes "Ariel" y "Laura" por la DI en Cuba antes de realizar el simulacro de salida ilegal por Jaimanitas, al oeste de La Habana, para llegar como balseros a Islamorada, en los Cayos de Florida. Sus servicios a las autoridades estadounidenses fueron clave para desmantelar la Red Avispa en 1998.
Aunque Levy aclara que los detalles de su relación con el FBI han quedado deliberadamente excluidos del libro por obvias razones de protección del trabajo de inteligencia, algunos pasajes de su relato ponen al descubierto hechos que plantean una posible subestimación de los agentes federales ante las peligrosas operaciones de la red.
El autor profundiza en la personalidad de un oficial ilegal llamado Hugo Soto, identificado con los alias de Horacio y Ricardo Villarreal, quien era un viejo conocido de Levy desde sus años estudiantiles en Cuba. Soto fue designado por la DI para supervisar las tareas de Levy y su esposa en territorio estadounidense.
Poco después de que una avioneta de Hermanos al Rescate sobrevolara las cercanías de La Habana el 13 de julio de 1995, Soto le comentó a Levy que si no había sido derribada ese día por la fuerza aérea cubana era porque en la tripulación iba "uno de los nuestros". Pero el detalle filtrado no fue suficiente para despertar las alarmas del FBI.
El gobierno cubano estaba decidido a actuar contra las incursiones de las avionetas de Hermanos al Rescate y para ello la DI estructuró la "Operación Venecia", un plan coordinado directamente con el cabecilla de la Red Avispa, Gerardo Hernández, quien viajó a La Habana a fines de 1995.
El plan estuvo listo desde el 13 de febrero de 1996, cuando Hernández y el también oficial ilegal Alberto Manuel Ruiz le ordenaron por escrito al agente René González, infiltrado en Hermanos al Rescate, que precisara detalles sobre los próximos vuelos de la organización. La DI envió un mensaje posterior advirtiendo que bajo ninguna circunstancia sus agentes podían volar con Hermanos al Rescate entre los días 24, 25, 26 y 27 de febrero.
En otro encuentro posterior al 24 de febrero de 1996, Soto le comentó también que "se había recibido una felicitación del Alto Mando" por el buen trabajo realizado en relación con este caso. El mensaje de felicitación figuró entre los documentos incautados en los disquetes.
De toda la trama documentada del plan no se enteraría el FBI hasta meses después de la acción criminal, cuando se procedió a obtener órdenes del tribunal federal para entrar y registrar los domicilios de los espías.
Levy y su esposa fueron llamados para pormenorizar la conversación con Soto y se les informó del cambio de los agentes del FBI que estarían a cargo de atenderlos a partir de ese momento. "Era evidente que algo había cambiado", escribe Levy en su libro. "No tuvo que pasar mucho tiempo para que pudiera apreciar que no fueron simples cambios operativos, aunque me era imposible entonces siquiera imaginar el alcance de lo que estaba sucediendo".
El FBI aumentó el control que venía ejerciendo desde 1994 sobre la red y fue lo que determinó finalmente a desmantelarla y apresar a sus integrantes. Levy recuerda que, entre el 5 de agosto de 1996 y el 28 de abril de 1998, un agente especial del FBI y especialista en computación entró en 10 ocasiones en cuatro de los apartamentos ubicados en Broward y en Miami-Dade, donde vivían algunos integrantes de la red.
En cinco de estas ocasiones, la búsqueda se centró en el apartamento de Hernández, y en total se copiaron los contenidos de unos 840 disquetes de computadora con mensajes cifrados, que luego formaron parte de las evidencia del juicio contra cinco de ellos. De la información capturada en los disquetes, el FBI desclasificó unas 3,000 páginas que fueron usadas por la fiscalía para el encausamiento de los arrestados.
Uno de los apartamentos requisados fue el de Soto en Miami Beach y el FBI pidió a Levy que utilizara la coartada de un encuentro de emergencia para mantenerlo alejado del lugar mientras procedía la pesquisa de las autoridades.
El 12 de septiembre de 1998, el FBI detuvo a 10 de los más de 20 integrantes de la red.
Los vínculos sostenidos entre Soto y Levy están descritos en el libro como una de las pifias de la inteligencia cubana en el manejo de la Red Avispa durante sus operaciones en Estados Unidos.
El autor atribuye las fallas de la inteligencia cubana a la irrupción de los altos jefes y personal de las Fuerzas Armadas (FAR) en el MININT tras las llamadas Causas 1 y 2, en 1989, lo cual provocó descontento y tensiones con la antigua jerarquía de la DI.
La decisión de la jefatura de la DI cubana de situar a Soto como supervisor de Levy no solo permitió a las autoridades estadounidenses conocer la identidad real de este oficial desde el primer contacto, sino además obtener otra información primordial a partir de las confidencias que salían a la luz en virtud de la amistad de largos años entre ellos.
Soto aprovechó también los conocimientos de navegación de Levy para cumplir una encomienda en la zona de los Cayos de Florida, relacionada con el líder de la Fundación Nacional Cubanoamericana (FNCA), Jorge Mas Canosa.
La misión consistía en acercarse en una embarcación hasta un área a la que no se podía acceder por tierra, sin ser detectado por controles de seguridad, con el propósito de tomar fotos supuestamente comprometedoras de la visita de Mas Canosa a una casa ubicada en un cayo, adonde llegaba en helicóptero en horas del mediodía, una vez por semana.
Entre las revelaciones de Soto están, además, su participación en operaciones de traslado de armas a las guerrillas en Centroamérica, en los años 80, utilizando su fachada como propietario de una agencia de turismo en México, así como la
entrega de los armamentos empleados para el atentado al exiliado cubano Luis Posada Carriles en Guatemala en 1990.
Además, en una ocasión Soto le aseguró que el cardenal cubano Jaime Ortega y Alamino había sido reclutado como informante por oficiales del MININT durante su estancia en los campamentos de las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), en Camagüey, a mediados de los años 60.
Soto regresó a Cuba en 1997, al parecer por pobres resultados en las tareas operativas, que fueron traspasadas al oficial Ramón Labañino.
Levy y su esposa no se acogieron al programa de Protección de Testigos (Witness Protection) y permanecieron como potenciales testigos de la fiscalía en caso de que fuera necesario.
Nadie me lo contó, publicado por la editorial Lunetra, sale a la luz justamente cuando se cumplen 20 años del juicio y condena de los cinco espías que la propaganda cubana calificó de "héroes prisioneros del imperio".
"He hecho este libro para contar mi verdad y tratar de despejar todas las falsedades que sigue repitiendo la propaganda oficial cubana sobre este fiasco que fue la Red Avispa", declaró Levy.
El volumen incluye varios documentos con los mensajes cruzados entre la DI y los agentes en Miami. Una futura edición digital planea ampliar el anexo de documentación.
"La sola lectura de los documentos es el argumento más contundente para mostrar que las verdaderas intenciones de la red iban más allá de vigilar a las organizaciones del exilio y ponían en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos", expresó Levy. "Sería bueno que todos los cubanos pudieran leer todos esos mensajes para que llegaran a sus propias conclusiones".
Nadie me lo contó puede adquirirse a través de Amazon. El libro tendrá un lanzamiento privado de la Editorial Lunetra este sábado en Miami.
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