A partir de los hechos que ocurrieron a mediados de julio de 1995, el Gobierno cubano comenzó a preparar las condiciones para tratar de sacar definitivamente del aire y de la escena política a Hermanos al Rescate.
Cuanta posibilidad existió para trasladar al Gobierno de Estados Unidos los deseos de Fidel Castro de que se detuvieran los vuelos de esa organización, fue aprovechada. Utilizaron las vías y los contactos diplomáticos, las visitas de funcionarios o exfuncionarios estadounidenses a la isla, la presencia de delegaciones del gobierno cubano en la ONU —incluyendo la propia visita de Castro en octubre de 1995—, contactos con periodistas, etc., para reiterar la demanda a la administración de Bill Clinton de que prohibiera los vuelos de Hermanos al Rescate, pretextando las presuntas violaciones constantes al espacio aéreo de Cuba.
En la primera quincena de febrero de 1996, generales cubanos trasladaron al Gobierno de Estados Unidos, sin tapujos de ningún tipo, las intenciones que ya tenían de dar un severo escarmiento a Hermanos al Rescate, en virtud de considerar que la administración estadounidense no hacía ni haría nada al respecto. Aprovecharon la visita a la isla de un grupo de militares de alto rango y funcionarios retirados, encabezados por el vicealmirante de la Marina (retirado) Eugene Carroll Jr., quien entonces era vicedirector del Centro de Información para la Defensa (CDI, por sus siglas en inglés), y Robert White, director del Center for International Policy y exembajador de Estados Unidos en El Salvador y Paraguay.
La oportunidad fue aprovechada de forma abierta por los generales anfitriones para sondear cuál sería, en opinión de los visitantes, la reacción del Gobierno si las avionetas eran derribadas. El sondeo, según fuera reflejado públicamente por ambos a su regreso a Estados Unidos, fue percibido como “una advertencia calculada”, indicando que el Gobierno de Cuba había llegado al límite de tolerancia con los vuelos de Hermanos al Rescate, según fue reportado en The Miami Herald, el 16 de febrero de 1997, y en The New Yorker, en enero de 1998.
El interés de Castro apuntaba precisamente a su determinación de acabar de una vez y por todas con las actividades de Hermanos al Rescate y la imagen negativa que proyectaban contra el régimen. Si para ello era necesario utilizar la fuerza, en tal caso una vez consumado el hecho, podrían esgrimir que no se habían escatimado esfuerzos para evitar una medida tan drástica. Ello permitiría argumentar posteriormente —como en definitiva sucedió— que Washington no había sido capaz de poner coto a las continuas y constantes “provocaciones” de Hermanos al Rescate, por lo que el gobierno cubano no tuvo otra opción que actuar enérgicamente contra esta organización del exilio anticastrista, a la que la propaganda oficial conceptuaba como “terrorista”.
Mientras, de forma paralela a las gestiones oficiales de cobertura, Castro comenzó a materializar sus aviesas intenciones desde noviembre de 1995.
Ya desde entonces, se había dispuesto que el asesinato de José Basulto y de quienes lo acompañaran ese día ocurriera durante la reunión cumbre proyectada por las organizaciones opositoras dentro de la isla, a celebrarse del 24 al 27 de febrero de 1996. Con esta maniobra, Castro estaba convencido de que iba a sacar definitivamente de la escena política a Hermanos al Rescate, por lo que puso particular interés en la preparación y el cumplimiento del plan.
El derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate fue, por tanto, una operación de inteligencia largamente planificada, de la cual el propio Castro asumió la responsabilidad. La acción fue concebida a través de la ejecución de dos operaciones independientes, pero a la vez interrelacionadas entre sí. Y los objetivos solo podrían garantizarse mediante el exitoso cumplimiento de ambas.
Mediante la “Operación Escorpión” se consumaría la desaparición física de Basulto y de los integrantes de Hermanos al Rescate que se encontraran en el aire en el momento escogido. El cumplimiento de esta operación fue encomendada a la Fuerza Aérea Revolucionaria (DAAFAR).
Las pruebas más claras de las verdaderas intenciones de Castro con tal propósito fueron evidentes a principios de 1996. En enero, agencias de inteligencia de Estados Unidos detectaron MiGs cubanos realizando maniobras de ataque contra aviones más pequeños, similares a los utilizados por Hermanos al Rescate, contra los que simularon disparar sus cohetes aire-aire, lo cual fue reportado en Times Magazine (“Clinton’s Cuban Road to Florida”, 28 de octubre de 1996).
Años más tarde, un piloto que abandonó la isla y conoció de primera mano sobre estas maniobras ratificó lo sucedido. Según su testimonio, previo al derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate se realizó en aguas internacionales, al Norte de La Habana, un ejercicio militar en el que participó una avioneta del tipo Wilga, por ser la de más pequeño tamaño disponible. Aunque no se les dijo de qué se trataba, varios días después del derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, los pilotos participantes fueron congratulados a nombre del Partido Comunista en una actividad festiva, en la que incluso recibieron regalos. El testimonio lo brindó el piloto desertor Adel Regalado Ulloa ante el subcomité de Delito del Comité Judicial de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, en julio de 1999.
La otra operación que se realizaría como parte del mismo objetivo fue la “Operación Venecia”, concebida como una acción paralela, dirigida a neutralizar la opinión pública internacional y, en particular, la de Estados Unidos.
Consistió en presentar públicamente a Juan Pablo Roque, un agente de la Dirección de Inteligencia que bajo sus órdenes operaba encubierto dentro de Hermanos al Rescate. Roque tenía la misión de mostrarse públicamente como un exiliado que desertó de las filas de esa organización. Supuestamente regresó a Cuba, en desacuerdo con los métodos terroristas que Hermanos al Rescate había asumido en los últimos años a instancias de su principal dirigente y fundador, José Basulto, quien por estar presuntamente muerto para ese momento, no podría defenderse.
Con el propósito de instruirlo al respecto, la Dirección de Inteligencia le ordenó al oficial ilegal Gerardo Hernández Nordelo que viajara a La Habana para impartirle instrucciones directas sobre las responsabilidades que tendría que asumir del otro lado del Estrecho de la Florida, bajo el código de “Operación Venecia”. Hernández viajó a La Habana a principios de noviembre de 1995, y allí permaneció hasta el 26 de enero del 96 con este fin y para , además, coger algunos días de vacaciones.
El 13 de febrero, los oficiales ilegales Alberto Manuel Ruiz y Gerardo Hernández, ya de regreso en Miami, le ordenaron por escrito a René González que precisara los detalles que se relacionan sobre los próximos vuelos a realizar por Hermanos al Rescate:
“HERMANO ISELIN:
“COMO TE DIJIMOS EN EL CONTACTO ANTERIOR ES NECESARIO PRECISAR EN DETALLES TODO LO RELATIVO A NUEVAS INCURSIONES DE HAR A NUESTRO PAIS. PARA ELLO LAS INFO DEBEN PRECISAR LOS ASPECTOS QUE MAS ABAJO TE RELACIONO.
“- ESPECIFICACIONES BIEN CLARAS Y PRECISAS QUE PERMITAN CONOCER SIN LUGAR A DUDAS QUE MARISOL VUELA O NO.
- SI LA ACTIVIDAD ES DE RIEGO DE PROCLAMAS O DE VIOLACION DEL ESPACIO AEREO.
- SI TU VUELAS O NO.
- LA PLANIFICACION ANTICIPADA DE CUALQUIER TIPO DE VUELOS DE HAR. FIN CONOCER CON ANTELACION ESTAS ACTIVIDADES.
- SI NO HAY ACCESO A LA INFO DEBE ESTO PRIORIZARSE TAMBIEN.
- INFORMAR TIPOS DE AVIONES QUE VUELAN, MATRICULAS, PILOTOS Y ACOMPAÑANTES.
- PERMISO DE VUELO, DIA Y HORA, ALTURA, DISTANCIA, TIPO DE ACCION A REALIZAR.
- SI TE INCORPORAN A VOLAR A ULTIMA HORA SIN ESTAR PREVISTO, BUSCAR ALGUN PRETEXTO Y NO HACERLO. SI NO PUEDES EVITARLO
TRANSMITE POR EL RADIO DEL AVION CONSIGNA POR LOS MARTIRES
13 DE JULIO Y VIVA CUBA. SI NO PUEDES LLAMAR DI POR LA RADIO: VIVAN HERMANOS AL RESCATE Y DEMOCRACIA.
“ES TODO, MIGUEL Y GIRO, FEBRERO 13 DE 1996.
Cuatro días mas tarde, el 17 de febrero, Castro se decidió a evitar de forma absoluta y total la más mínima posibilidad de error, por lo que ordenó que bajo circunstancia alguna podían volar sus agentes con Hermanos al Rescate u otra organización los días 24, 25, 26 y 27 de febrero. El asesinato de todos los que volaran ese día ya había sido decidido.
El 24 de febrero cazas MiGs del régimen cubano derribaron en aguas internacionales, a más de 20 millas náuticas de la isla, a dos avionetas de Hermanos al Rescate, asesinando a sus tripulantes Armando Alejandre, Carlos Costa, Mario de la Peña y Pablo Morales. Una tercera avioneta piloteada por José Basulto y Arnaldo Iglesias, a bordo de la cual viajaban los esposos Andrés y Silvia Iriondo, escapó de los cazas del régimen y regresó a salvo a su base en el aeropuerto de Opa-Locka, en Florida.
Las medidas tomadas por el gobierno durante los meses que antecedieron al derribo y de forma particular, los días previos, indican, sin lugar a dudas, que se trató de una operación de inteligencia cuidadosamente preparada y ejecutada, con la participación de ambos lados del Estrecho de la Florida.
Es interesante volver sobre la pista del vicealmirante Carroll Jr al día siguiente del derribo de las avionetas. Carroll se abstuvo de condenar régimen cubano por el asesinato perpetrado por sus aviones de combate, sino que se volteó a criticar a Bill Clinton por no impedir el despegue de las avionetas de Hermanos al Rescate desde el aeropuerto de Opa-Locka.
Carroll recordó entonces que en su reciente visita a La Habana había alertado a funcionarios del Gobierno estadounidense, pero sus advertencias fueron desestimadas.
Pero hay que recordar algo más sobre el viaje de Caroll que no deja de ser significativo en esta historia. A su regreso, Carroll fue contactado por la Agencia de Inteligencia para la Defensa (DIA) del Pentágono para compartir sus experiencias del viaje a Cuba con representantes de varias entidades federales.
La organización del encuentro corrió a cargo de una analista principal de asuntos cubanos en la DIA, nombrada Ana Belén Montes. La reunión tuvo lugar la noche del 23 de febrero de 1996, apenas horas antes de los cohetazos de los Migs contra las avionetas.
Según se conoció tras su detención en 2001, Ana Belén Montes espió por 16 años para el Gobierno cubano desde el Pentágono. El papel de Ana Belén consistía en neutralizar una posible reacción militar de Estados Unidos en respuesta a cualquier hecho desproporcionado del régimen castrista.
¿Fue la reunión convocada por Ana Belén una movida estratégica para prevenir una respuesta militar desde la Base Aérea de Homestead contra el acto criminal de la fuerza aérea cubana? Es una pregunta que me hago desde entonces. Porque en materia de inteligencia no existen casualidades.
** Este texto pertenece al libro inédito Nadie me lo contó, un testimonio sobre la penetración y desmantelamiento de la Red Avispa y que será publicado en las próximas semanas. CiberCuba agradece al autor la entrega de este fragmento para su publicación en nuestras páginas.
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