Durante el balance anual del Ministerio de Educación (MINED), celebrado esta semana en La Habana, Miguel Díaz-Canel volvió a apelar a una retórica vacía y desconectada de la realidad nacional.
En su intervención, transmitida por el Noticiero Nacional de Televisión (NTV), el docto gobernante propuso como eje de su acción hacia los docentes brindar una mayor “atención espiritual, sentimental y material”, en una declaración que roza lo surrealista frente al deterioro alarmante del sistema educativo cubano.
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Mientras miles de maestros abandonan las aulas empujados por el éxodo migratorio, la pobreza salarial y la falta de condiciones mínimas para ejercer la docencia, el jefe del régimen ofrece “espiritualidad” como paliativo, en lugar de soluciones estructurales.
La frase, carente de contenido práctico, fue recibida con escepticismo y molestia por buena parte de la sociedad cubana, que ve cómo la propaganda oficial intenta maquillar con discursos edulcorados la ruina del sector educativo.
Educación en crisis: Salarios ínfimos, éxodo docente y decadencia formativa
Cuba atraviesa una de las crisis más profundas en su sistema educativo desde 1959. La escasez de maestros es un fenómeno generalizado en todo el país, agravado por la migración masiva de profesionales, los bajos ingresos, la falta de materiales pedagógicos y la sobrecarga de tareas político-ideológicas.
Numerosas denuncias reflejan la incapacidad del Estado para garantizar una educación de calidad.
Los educadores, mal remunerados y sin incentivos reales, enfrentan condiciones de vida precarias. Muchos han optado por empleos informales, emigrar o, simplemente, abandonar la profesión. En las escuelas, es común que un solo docente deba atender múltiples grados, improvisar contenidos y suplir con esfuerzo individual la falta de recursos institucionales.
Pese a ello, durante el balance ministerial se destacaron “logros” y “estrategias” que no representan una mejora estructural del sistema, ni alivian el colapso generalizado de una educación que, junto a la Salud Pública (hoy en ruinas), fue presentada durante décadas como uno de los pilares de la llamada “revolución”.
A lo anterior se suma el hecho de que la "continuidad" que lidera Díaz-Canel ha mantenido la pauta de inversión de las últimas décadas, llevadas a cabo por el Estado cubano, que ha priorizado con grosera desproporción el sector del Turismo antes que servicios públicos como la salud o la educación.
El uso propagandístico de la “espiritualidad”
La referencia de Díaz-Canel a la “atención espiritual” no es una ocurrencia aislada. Desde su llegada a la presidencia en 2018, el líder de la llamada “continuidad” ha venido incorporando insistentemente el concepto de “espiritualidad” a su narrativa, en un intento de reconectar con una población harta de la propaganda del régimen y agotada por la crisis sistémica que atraviesa la nación.
En diciembre de 2023, por ejemplo, el gobernante apeló a las “fuerzas espirituales” para “salvar la revolución”, un discurso que revela hasta qué punto la cúpula dirigente ha reemplazado las soluciones reales por fórmulas simbólicas que rozan lo esotérico.
En septiembre de 2022, insistía en “trabajar la espiritualidad de la gente” para mantener la cohesión social. Un año antes, incluso aseguró que el Partido Comunista busca “prosperidad y riqueza espiritual”, en abierta contradicción con el empobrecimiento material, cultural y ético del país bajo su mandato.
Estas declaraciones, sin embargo, pierden toda legitimidad cuando se contraponen a los hechos. El régimen cubano, responsable directo de la decadencia espiritual y cultural de la nación, ha censurado artistas, reprimido intelectuales, encarcelado jóvenes por pensar diferente y penalizado la libertad académica, de prensa y expresión.
¿Cómo puede un Estado que castiga la disidencia política, encarcela periodistas y persigue a educadores independientes, proclamarse defensor de la espiritualidad? ¿Qué sentido tiene hablar de “espiritualidad” cuando se cierran espacios culturales, se expulsa a profesores por no alinearse ideológicamente y se convierte a la educación en un brazo de adoctrinamiento?
Más que un valor, la espiritualidad en boca de Díaz-Canel se ha convertido en una palabra hueca, una herramienta discursiva sin contenido, repetida hasta el cansancio en discursos que ignoran las verdaderas necesidades del pueblo cubano.
Continuidad del autoritarismo con ropaje sentimental
El uso de la “espiritualidad” por parte del régimen es también una estrategia para lavar la imagen del autoritarismo, dotándolo de una aparente sensibilidad humanista que no se corresponde con la realidad.
Este tipo de discurso busca camuflar la represión con mensajes edulcorados, presentar a los líderes como “preocupados” por el bienestar anímico del pueblo, mientras los mecanismos de control social se mantienen intactos.
En abril de 2018, poco después de asumir la presidencia, Díaz-Canel visitó centros recreativos de noche en Sancti Spíritus para “ver cómo se divertía la juventud”, y mostró su satisfacción por el trabajo de las autoridades locales “por el disfrute espiritual de la gente”,
Ese mismo año, Yusam Palacios, una figura propagandística del oficialismo, llegó a calificar a Raúl Castro como “guía espiritual de Cuba”, un término que causó estupor incluso dentro de círculos afectos al sistema, por el carácter casi místico con que se pretendía ungir a un dirigente responsable de décadas de represión.
En 2020, el viceministro de Cultura Fernando Rojas afirmó que los cubanos “le deben su desarrollo espiritual a la revolución”, ignorando que fue precisamente la “revolución” quien asfixió los espacios de pensamiento libre, censuró corrientes filosóficas independientes y empobreció el panorama artístico con su visión totalitaria de la cultura.
Las palabras de Díaz-Canel sobre la “atención espiritual” a los maestros no son más que otra expresión del divorcio entre el discurso oficialista y la realidad del país.
En lugar de soluciones tangibles para salvar el sistema educativo, el régimen ofrece abstracciones, mientras el éxodo de docentes, la precariedad escolar y el desánimo profesional siguen minando uno de los sectores más sensibles de la sociedad cubana.
Cuba no necesita más retórica sobre "espiritualidad". Necesita justicia salarial, libertad académica, inversión real en infraestructuras educativas, y, sobre todo, una ruptura con el modelo político que ha destruido las bases de una nación culta, digna y libre.
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