Inversiones en Turismo vuelven a superar las de Salud Pública y Asistencia Social en 2024

Además, en medio de la peor crisis alimentaria de su historia, el régimen comunista invirtió 14 veces más en el sector turístico que en el agropecuario.

Mendigo y hotel de lujo recién estrenado en Cuba © CiberCuba / RR.SS.
Mendigo y hotel de lujo recién estrenado en Cuba Foto © CiberCuba / RR.SS.

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El régimen cubano continúa priorizando las inversiones asociadas al turismo, a pesar del prolongado estancamiento del sector y de las profundas carencias que afectan a la población en áreas clave como la salud pública y la producción de alimentos.

Así lo evidencian los más recientes datos publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), correspondientes al cierre del año 2024 y analizados en un hilo de X (antigua Twitter) por el economista cubano Pedro Monreal.


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De acuerdo con las cifras oficiales, las inversiones en servicios empresariales, actividades inmobiliarias y de alquiler alcanzaron los 24.907 millones de pesos cubanos (CUP), colocándose como el principal destino del gasto en capital del país.

A ello se suman 11.936,5 millones de CUP dirigidos a hoteles y restaurantes, para un total superior a los 36.800 millones de pesos invertidos en actividades estrechamente vinculadas al turismo.

En contraste, sectores fundamentales para el bienestar social y el desarrollo productivo del país volvieron a recibir una fracción muy inferior de los recursos estatales.

La salud pública y asistencia social apenas alcanzó una inversión de 1.977,4 millones de CUP, mientras que la agricultura, ganadería y silvicultura recibió 2.645,5 millones, representando un exiguo 2,7 % del total de la inversión nacional.

Monreal, especialista en temas de desarrollo y política económica, calificó como “injustificado” el alto peso relativo de la inversión turística, especialmente teniendo en cuenta que la tasa de ocupación hotelera apenas alcanza el 23 %, lo que sugiere un uso ineficiente de los recursos y una falta de correlación entre inversión y retorno económico.

“La inversión agropecuaria fue 14 veces inferior a la turística”, denunció Monreal en su publicación, cuestionando la supuesta prioridad del régimen hacia la seguridad alimentaria, que, en sus palabras, “no pasa de ser una engañosa consigna”.

Además, el economista subrayó que la suma de la inversión turística supera incluso a la inversión combinada de dos sectores claves para la productividad nacional: la industria manufacturera (excepto la azucarera) y la agricultura.

Ambos, argumentó, resultan esenciales no solo para el bienestar directo de la población, sino también para el establecimiento de los famosos “encadenamientos productivos” que dinamicen la economía interna.

Las estadísticas comparativas de los últimos años muestran un patrón persistente: desde al menos 2014, las actividades vinculadas al turismo han ido acaparando un peso creciente en la inversión nacional.

En 2020, estas actividades representaron el 47,6 % del total, una cifra que, aunque ha disminuido ligeramente en los años posteriores, se mantuvo en un elevado 37,4 % en 2024. Por su parte, la agricultura ha caído sistemáticamente, pasando de un 8,1 % en 2014 al mencionado 2,7 % en 2024.

Monreal fue contundente al calificar este esquema como un modelo de inversión “muy deformado”, que contradice los discursos oficiales sobre la necesidad de “corregir distorsiones” y “reimpulsar la economía”.

Según su análisis, sin una reorientación del gasto hacia sectores verdaderamente productivos y sociales, la recuperación económica del país seguirá siendo una promesa vacía.

“La contradicción entre un turismo en declive que sigue tragando desaforadamente los escasos recursos de inversión y una crisis alimentaria a la deriva… expresa, cuando menos, una política inmovilista”, concluyó el experto.

En medio de la creciente escasez de alimentos, el colapso del sistema de salud pública y el deterioro general de las condiciones de vida en Cuba, las decisiones de inversión del régimen cubano ponen en evidencia una política desconectada de las necesidades reales de la ciudadanía.

A falta de reformas estructurales y de un cambio de prioridades, el país parece condenado a profundizar su crisis estructural sin que el gobierno de la “continuidad” que lidera Miguel Díaz-Canel ofrezca soluciones visibles a corto plazo.

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