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La cubana Carilda Oliver Labra, la Novia de Matanzas, la poetisa pasional que enamoró y escandalizó a partes iguales, hubiera arribado este miércoles 6 de julio de 2022 a sus cien años de vida.
“Ella vivía con la confianza absoluta de que viviría cien años. La muerte, aunque se piense en ella, rara vez se encuentra en la mentalidad de un místico. Aunque Carilda haya abordado la muerte física, puedo constatar que tenía una fe inquebrantable en la indestructibilidad del espíritu”, reveló en reciente entrevista con Juventud Rebelde su viudo, Raidel Hernández Fernández, el hombre con el que Carilda convivió durante más de tres décadas.
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“Tuvo la fe extraordinaria de que iba a llegar a sus cien años y se esforzó mucho: fallece a los 96 años totalmente lúcida, sin una enfermedad de base. A pesar de que las enfermedades crónicas son persistentes en nuestra contemporaneidad, ella tuvo un tránsito apacible, y además había realizado 15 días antes su última tertulia”, añadió Raidel, quien se encarga de velar por el patrimonio artístico de la escritora, quien falleció en la madrugada del 29 de agosto de 2018.
Su poética, de estilo conversacional, siempre se movió en un grupo de temas que la volvieron popular en la isla y que le valieron incluso el elogio de la mismísima Gabriela Mistral, la chilena Premio Nobel de Literatura, que la conoció y no dudó en calificarla como “la mejor sonetista de América”.
Sobre el origen de su célebre “Me desordeno, amor, me desordeno...”, el soneto que la convirtió en mito, Carilda contó en cierta ocasión que se lo inspiró una pareja de jóvenes que bailaban tiernamente a media luz al compás de un saxofón, algo que motivó el llamado alarmado de una madre previsora, que interrumpió el momento gritando: “¡ella está muy desordenada!”.
El texto en cuestión se convirtió en un referente popular en la isla hasta tal punto que no pocos conocen los versos sin haber leído nada más de la escritora.
Premio Nacional de Literatura en 1998, Carilda Oliver fue abogada de profesión, profesora de pintura, dibujo y escultura, así como promotora cultural en su querida Matanzas, ciudad que amó sin límites y de la que solía decir que era su “gran metáfora”.
Confesa admiradora de Fidel Castro, muchos cubanos que aman el “desorden” amoroso y las alusiones sensuales e impúdicas de su obra, no le perdonan a Carilda su “Canción a Fidel Castro”, que presentaba al gobernante nada menos que como “novio de todas las niñas”.
Aunque Carilda padeció también una época de ostracismo -aunque no al nivel de otras figuras de la literatura cubana- sus poemarios a partir de los años 80 del pasado siglo volvieron a las librerías y recibió en sus últimas décadas de vida múltiples reconocimientos, medallas, diplomas y homenajes.
"Busco el morir distinto, y voy herida/ por la pena vulgar que nadie sabe./ Y así me marcho, sonriendo a todos,/ luminosa de gracia y desventura,/ con el secreto horror hasta los codos;/ callándome en el verso y en la prosa,/ para que escriban en mi tierra dura:/ esta mujer ha muerto de dichosa", era el deseo de Carilda Oliver Labra, una mujer que conoció al mismo tiempo las mieles del amor y la popularidad.
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