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Hace unos días falleció Carilda Oliver Labra, autora incluida en lugar destacado de cualquier antología sobre las más famosas poesías eróticas, escritas por grandes escritores de la Isla.
Además de los famosos versos escritos por Carilda, sí aquellos que dicen “Me desordeno, amor, me desordeno/ cuando voy en tu boca, demorada,/ y casi sin por qué, casi por nada,/ te toco con la punta de mi seno”, la poesía cubana es pródiga en la descripción de sensualidades varias.
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He aquí otros siete fragmentos de poemas que abordaron tan delicado tema. Ojalá le interesen tanto al lector que corra a buscar el texto entero en internet.
1. “Mucho, señora, te diera/ Por desenredar el nudo/ De tu roja cabellera/ Sobre tu cuello desnudo:/ Muy despacio la esparciera,/ Hilo por hilo la abriera”. José Martí
2. “Dile que quise perpetuar sus labios,/ habitar el palacio de su frente./ Navegar una noche en sus cabellos./ Aprender el color de sus pupilas/ y apagarme en su pecho suavemente,/ nocturnamente hundido, aletargado/ en un rumor de venas y sordina.” Emilio Ballagas
3. “Te vi de pie, desnuda y orgullosa/ y bebiendo en tus labios el aliento,/ quise turbar con infantil intento/ tu inexorable majestad de diosa”. Rubén Martínez Villena.
4. “Con el círculo ecuatorial/ ceñido a la cintura como a un pequeño mundo,/ la negra, la mujer nueva,/ avanza en su ligera bata de serpiente./ Coronada de palmas/ como una diosa recién llegada,/ ella trae la palabra inédita,/ el anca fuerte,/ la voz, el diente, la mañana y el salto”. Nicolás Guillén.
5. “Que me sean tus brazos horizonte y camino,/ camino breve y único horizonte de carne:/ que la vida no vaya más allá… ¡Que la muerte/ se parezca a esta muerte caliente en tus brazos!…” Dulce María Loynaz.
6. “Los dos cuerpos/ avanzan, después de romper el espejo/ intermedio, cada cuerpo reproduce/ el que está enfrente, comenzando/ a sudar como los espejos”. José Lezama Lima.
7. “No, yo no diré nunca qué noche de verano/ me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano./ No diré que esa noche que sólo a ti te digo/ se me encendió en la sangre lo que soñé contigo./ No, no diré esas cosas, y, todavía menos,/ la delicia culpable de contemplar tus senos”. José Ángel Buesa.
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