Díaz-Canel naufraga ante galerna cubana

El encumbramiento de Díaz-Canel es responsabilidad exclusiva de Raúl Castro.

Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel © Estudios Revolución
Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel Foto © Estudios Revolución

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Este artículo es de hace 2 años

Como en la vida, los caprichos se pagan caros en política; y Raúl Castro Ruz apostó decididamente por Miguel Díaz-Canel Bermúdez para relevo único en el partido y el estado comunistas, pese a su declinante trayectoria política y, menos de tres años después, su pupilo resultó náufrago ante la galerna que azota a Cuba, con un presidente incapaz de leer y responder adecuadamente los retos que implica gobernar un país empobrecido; víctima de un monólogo totalitario agotado y sancionado por Estados Unidos.

El encumbramiento de Díaz-Canel es responsabilidad exclusiva de Raúl Castro, como confirmó el ascenso a primer ministro de Manuel Marrero Cruz, que actúa como Interventor General de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en el gobierno, atiborrado de burócratas incapaces, cobardes y achicharrados políticamente como son los casos de los titulares de Interior y FAR, Economía, Alimentaria, Energía, Agricultura, Transportes y Cultura.


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El propio Raúl Castro reconoció, de hecho, el error Díaz-Canel, saliendo el primero de mayo a decir que trabaja mucho y bien, pero meses antes había sacado de la cómoda opacidad de GAESA al anexionista Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, que sigue sin dar la cara en caros eventos como el simbombazo del Saratoga, que ha causado 47 muertos, incluida una turista española.

Cuba carece de partido, de estado, de gobierno y de discurso. El partido fue vaciado de contenido en el octavo congreso y su aparato fue copado por cadetes bisoños, educados en la dañina pedagogía de José R. Machado Ventura y subordinados a Roberto Morales Ojeda, un hombre con menos luces que un semáforo. El estado y el gobierno son meros departamentos de Gaesa; vigilados por la torpe Contrainteligencia y la injusta Controlaría General; mientras que el mensaje es una síntesis entre la oratoria del culto populista Ramón Grau San Martín y los bocadillos del genial Cantinflas.

El grito de Amelia, replicado por varias madres, y las protestas en Camagüey y Manzanillo revelan el hartazgo de muchos cubanos con un gobierno ineficaz, que no solo falla en garantizar productos y servicios básicos a los cubanos, sino que encara mal el descontento; repitiendo la vieja fórmula de acusar de agentes del imperialismo a quienes levantan la voz y concediendo a la señora Lis Cuesta, facultades que no establece su botella en el Ministerio de Cultura.

¿Qué necesidad había de soltar los perros amaestrados contra Amelia Calzadilla, vinculándola a la contrarrevolución; tratándose solo de una madre angustiada por no poder cocinar para sus hijos? ¿Qué táctica política aconsejó el twitter de la esposa del presidente sobre la protesta estudiantil en Camagüey? ¿Aspira la señora Cuesta a ser nombrada ministra de Educación Superior o solo publica su angustia vital por la real posibilidad de perder güiro, calabaza y miel; sin percatarse que se le está poniendo cara de Elena Ceacescu?

Algún pícaro debió engañar al presidente con las nuevas tecnologías de la información, eficaces para llegar a sectores de población joven y madura; siempre que -previamente- haya una estrategia política, y no una sucesión de ocurrencias y provocaciones infantiles que solo consiguen ahondar el desprestigio creciente de Díaz-Canel; hándicap que ha repercutido en su estado emocional, carente de empatía con los cubanos, incluidos los veteranos y tembones de la revolución, que echan de menos el liderazgo de Fidel Castro.

Cuanto más tarde Díaz-Canel en quitarle el twitter a Lis Cuesta, mayor será su descrédito ante los cubanos, incluidos altos cargos militares y civiles que los mastican, pero no los tragan; aunque aguardan disciplinadamente a que Raúl Castro repose en el panteón del Cerro de la Mícara, para abrir la caja de los truenos.

El gobierno cubano acumula notables marcha atrás consecutivas, desde la infausta Tarea ordenamiento; y solo consigue mostrar su incapacidad ante el mundo y los cubanos, que valoran los daños que ocasiona el embargo norteamericano, pero saben que la verdadera causa de su desgracia colectiva no radica en el Acta de Comercio con el Enemigo de Estados Unidos, sino en el Palacio de la Revolución y Gaesa; insensibles a desgarros como la pandemia de coronavirus e incapaces de frenar la escasez crónica de comida, medicinas, agua y luz.

La propia trayectoria política de Díaz-Canel -que fue de más a menos desde su natal Villa Clara, pasando por Holguín y el Ministerio de Educación Superior- aconsejaban conservar a personas como Felipe Pérez Roque, y Carlos Lage Dávila, pero la solución raulista fue liquidarlos junto a otros muchos fidelistas, militarizar la economía; y conceder poderes extraordinarios a miembros del clan familiar, a la fallida Contrainteligencia y la Controlaría General, gatillo alegre de la casta verde oliva y enguayaberada.

Ningún hijo, la viuda o nieto de Fidel Castro es general u ocupa cargos significativos en la estructura de poder tardocastrista; pero como Raúl es tan familiar y buen enterrador, no dudó en aupar a su ex yerno, nieto favorito e hijo varón, sacrificado después, a los primeros planos. Mariela no cuenta en esta ranking porque era una figura pública antes del predominio absoluto del raulato y está bien preparada en la materia de su competencia, como demostró recientemente en la Asamblea Nacional, ante el brutus Fiscal General, que suplantó al ministro de Justicia en un debate medular.

El mundo y Cuba han cambiado; pero el nuevo gobierno de difuntos y flores cree que los problemas se resuelven lanzando oleadas migratorias contra Estados Unidos y consignas que suenan huecas en el oído de los cubanos que quieren vivir con sosiego; es decir que sus salarios tengan valor real en el mercado, que ir y volver del trabajo no se convierta en un vía crucis diario y no sentir angustia al abrir la pila o querer encender la luz.

¿Qué han hecho los cubanos para merecer tanto castigo y desprecio de un grupito aupado al desvencijado poder por un anciano dubitativo?, que apostó 20 monedas a su gallo canelo y ha tenido que meter a su peleón favorito en una valla que ya no controla y donde sus emplumados aletean para disimular las heridas nobles en sus divinos cuerpos.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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