La cúpula militar prosiria está saboteando al presidente Miguel Díaz-Canel, que apareció en uno de los barrios más pobres de Cuba, Los Sitios, en un vehículo blindado de la elitista marca BMW, cuyo coste supera los cien mil dólares; mientras en El Cotorro están a la espera de unas piezas para poder producir el vital oxigeno medicinal y en Camagüey ha arrancado una planta, tras 17 años de inactividad.
Sorprende que un dirigente tan querido por el pueblo deba rodearse de tantas medidas de seguridad, como las aplicadas por los guardias de Seguridad Personal durante la extemporánea visita de Díaz-Canel al barrio habanero, donde el gardeo a presión de los escoltas fue evidente, tras bajarse de ese insulto rodante que es el nuevo BMW usado por el presidente.
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El sabotaje de la casta verde oliva a la burocracia enguayaberada se refleja en la negativa reiterada de López-Calleja a dejar de hacer negocios, mientras Cuba se desangra de coronavirus, hambre y carencia de oxígeno y medicinas; mientras aumenta el desconocimiento presidencial de la magnitud del 11J; pidiendo disculpas por interrumpir el descanso dominical de los cubanos; ¡que muchachón más pueril!
Y ahora el juguete de lujo, un BMW blindado, que es una bofetada en el corazón y un insulto a la inteligencia del noble, empobrecido y yaciente pueblo cubano; menos mal que Díaz-Canel -siempre según Raúl Castro- fue el único superviviente de la política de cuadros de Machado Ventura, si llega a ser de los autosuficientes como Pedro Sáenz y Marquitos Portal o apicultores como Carlos Lage y Felipe Pérez Roque; el desastre sería todavía mayor.
Fidel Castro, que no se dejaba coger para el trajín por criterios de los segurosos y que, mientras empobrecía a la nación, viajaba en Mercedes Benz de la serie S, también blindado, cuando tenía que desplazarse a la Cuba profunda mandaba a Vargas y luego a Francis a sacar la vieja flota de jeep Gaz soviéticos y pedía a Joseíto, de la Brigada Especial, que moviera a su gente disfrazada de inspectores del mosquito, carteros o personal sanitario en visita de terreno.
La falta de reflejos políticos de Díaz-Canel, que sigue sin leer adecuadamente la rebelión del 11-J, provoca puestas en escenas como la de este viernes en Los Sitios, donde López-Calleja y el ministro del Interior, Álvarez Casas, organizaron un desembarco presidencial para quemar, aun más, la figura del mandatario que -hasta ahora- se movía en una flotilla de Mercedes Benz viejos, usados en protocolo del Consejo de Estado, y que casi consumen tanta gasolina como el único Il-96 de la extinta Cubana de Aviación.
Los hombres piensan como viven y, difícilmente, viajando en vehículos de lujo blindados, rodeado por una guardia pretoriana y durmiendo en una mansión en Siboney, usurpada a sus legítimos dueños sin indemnización, podrá Díaz-Canel asumir la solución de los problemas de Cuba.
Recuérdese su regaño a los periodistas, cuando narra que "hablando con compañeros" descubrió que nada se había hecho bien, pese a que hay una obra; y que hasta los comunicadores a sueldo del partido comunista habían asumido parte del relato no oficial de la represión; o su dramática confesión que se enteró, mientras regresaba a La Habana, que la rebelión del 11J era en toda Cuba y no solo en San Antonio de los Baños, como explicó el general Escalante Font en un mensaje claro de los veteranos: El estallido social nos sorprendió a todos.
Por suerte, nos queda ese riquísimo guaguancó de Silvio Pino, Los Sitios, Asere (1949), que Díaz-Canel debería escuchar y, sobre todo entender: (...) O barrio alegre/ lo´ Sitio Asere / Seguiremos guarachando / Mientras el tiempo va pasando mi amor / A lo´ Sitio Asere...
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