La mentira tardocastrista que viene llegando

Venir ahora con el cuento de la no aplicación de los Lineamientos y acuerdos de congresos comunistas, además de insulto a la inteligencia de muchos cubanos, sugiere la inevitable pregunta: ¿Van a ser sancionados Raúl Castro y Machado Ventura como máximos responsables de tanta ineficacia y desorden?¿Van a restituir a Murillo, que pagó los platos rotos del ordenamiento frustrado, o han descubierto que es un agente de la CIA?


Este artículo es de hace 3 años

Los departamentos Ideológicos del Partido Comunista y la Seguridad del Estado han echado a andar sus maquinarias de propalar mentiras para atizar el enfrentamiento de unos cubanos contra otros y preservar a la casta verde oliva y enguayaberada de la justa ira popular.

El relato oficial y malicioso tiene reflejo ya en exégetas extranjeros al servicio de la dictadura más antigua de Occidente, empeñados en una supuesta excepcionalidad de Cuba y siguiendo la matriz lanzada por Silvio Rodríguez llamando a castigar a los responsables del desastre por no haber aplicado determinadas decisiones a tiempo.


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Los verdaderos responsables del desastre de Cuba no son cuadros intermedios indecisos y tardíos, sino Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel, Manuel Marrero y Luis A. Rodríguez López-Calleja, herederos y continuadores de malas obras y el estilo huidizo del Comandante en Jefe, cuando la caña se ponía a tres trozos.

La culpa de que no haya libertad en Cuba es del sexagenario poder comunista, que convirtió la disidencia en traición y produjo exiliados e inxiliados a mansalva.

La culpa de que no haya comida es del poder corrompido y compadres comunistas que lo detentan, nunca del embargo norteamericano, campesinos, intermediarios, dirigentes municipales y provinciales.

En cualquier caso, ¿quién designó a esos dirigentes supuestamente incapaces e insensibles ante el sufrimiento del pueblo cubano? Los ciudadanos están privados de votar por candidatos de diferentes partidos políticos por culpa de José Martí, dice la mentira oficial, y el unipartidismo hegemónico está consagrado en la Constitución de 2019.

La culpa de la mala asistencia médica y la grave escasez de medicinas es del desastre comunista y la negativa reiterada de reformar estructuralmente la economía, poniendo en valor el capital humano que formó la revolución; ahora desperdigado por medio mundo, pero nunca de médicos, enfermeros, farmacéuticos y revendedores, puestos en la mirilla oficial para intentar parar el dolor y la rabia.

¿Cómo se le ocurre a Díaz-Canel criticar y amenazar a vendedores del mercado farmacéutico irregular si su gobierno vive del trabajo esclavizado de médicos alquilados al extranjero, de las remesas de la generosa y solidaria emigración cubana y de las tiendas y farmacias dolarizadas por decreto de su ejecutivo?

En otro rapto de ira mentirosa, el mandatario anunció que se acaban las contemplaciones con la venta de medicamentos en el mercado negro, otro disparate como el de los precios topados que desabasteció de comida a la mayoría de los cubanos; Díaz-Canel está mostrando lo peor de sí mismo, mientras López-Calleja sigue a resguardo y los cubanos tendrán que pagar a 10 mil pesos, en vez de a siete mil, el blíster de Azitromicina.

Ya sabemos que en época de crisis hay personas que se aprovechan de las necesidades ajenas, pero Don Miguel, siendo usted uno de los más conspicuos aprovechados de Cuba, evite ponerse solemne que, mintiendo tiene medalla de plata, solo antecedido por el canciller Bruno Rodríguez, al que debería usted quitarle el móvil porque cuando tuitea Pinocho incendia la carpintería de Gepeto.

El Buró Político del Partido Comunista es el principal responsable de las muertes por coronavirus de miles de cubanos por no haber cerrado sanitariamente el país a tiempo y por importar turistas que apenas dejan dinero y llevan variantes de COVID-19, y del creciente desprestigio del doctor Durán, que ya no sabe qué cara poner para esconder la evidencia, Cuba, en nefasta olimpiada, comparte con Georgia y Fidji.

Mucha algarabía con 14 medallas olímpicas, mérito de los atletas y entrenadores que trabajan sin apenas recursos, y silencio absoluto ante la brutal represión del 11J, el hambre, la muerte y la desesperación de millones de cubanos, incluidos los que aun apoyan su revolución y no soportan revivir las mazmorras de Ventura llenas ahora con sus hijos y nietos.

La culpa de que haya apagones en Cuba es de Fidel Castro, que -entre otros errores- tronó a Marcos Portal, acusándolo de autosuficiente irresponsable en 2004, cuando advirtió que resolver el problema eléctrico exigía un desembolso inversor millonario y dejarse de parchear, que fue la solución aplicada por el genio de Birán con los inservibles grupos electrógenos importados desde México.

Las termoeléctricas tienen una vida útil de 25 años, la menos vieja de Cuba tiene 27; todas son de orígenes diferentes, norteamericano, soviético, Skoda y Mitsubishi; la cuidadosa destrucción de la industria azucarera convirtió en fantasía, otra más, los planes de generación eléctrica a partir de la biomasa y las energías renovables son quimera imposible por la falta de dinero para crecer en ese ámbito, donde Cuba podía haber sido pionera y modelo, como Brasil con el bioalcohol y etanol de caña de azúcar.

Venir ahora con el cuento de la no aplicación de los lineamientos y acuerdos de congresos comunistas, además de insulto a la inteligencia de muchos cubanos, sugiere la inevitable pregunta: ¿Van a ser sancionados Raúl Castro y Machado Ventura como máximos responsables de tanta ineficacia, retraso y desorden? ¿Van a restituir a Murillo, que pagó los platos rotos del ordenamiento frustrado, o han descubierto que es un agente de la CIA?

¿En todo ese tiempo, no hubo un solo miembro del Buró Político, el Comité Central o militante de base que alertara sobre tan graves incumplimientos? ¿Nadie avisó, después de diez años pariendo lineamientos, que la coyuntura era muy desfavorable para aplicar un plan económico neoliberal, rechazado tajantemente por la mayoría de los cubanos?

La narrativa oficial está agotada y sus balbuceos embusteros no conseguirán aplacar la sed de libertad, democracia, prosperidad económica y justicia social de la mayoría de los cubanos; mientras más excusas inventen, más apocalíptico será su final, solo hay que contemplar la cara de Díaz-Canel sin mascarilla para constatar la ira y frustración que lo muelen, mueven y duelen.

Rara potencia médica que genera dirigentes emocionalmente inestables con ataques de pánico como aquel Fidel Castro angustiado en mesas redondas por el tema de las remesas e intentando decir que Estados Unidos no podría hacer eso a América Latina y desatado cuando la revista Forbes afloró una parte de su fortuna personal:

¡Si me demuestran un centavo en una cuenta en el extranjero, renuncio, no hace falta transición ni nada, me voy!, gritaba desaforado, para asombro de José Soberón, unos de sus testaferros financieros y cofundador, junto a Julio Imperatori y Oscar Alcalde, del Havana International Bank, en Londres.

Su hermano y sucesor Raúl perdió los nervios el 14 de junio de 1989, llamando charlatán a Ochoa para fusilarlo, patinó en 2007, prometiendo un vaso de leche que nadie ha visto o ante Obama gritando, ¡dame la lista de presos políticos y esta tarde están en la calle!, desaforaba, cual Luis XV de Birán.

Todas esas barbaridades y otras parecidas fueron las que mamó Díaz-Canel en sus años mozos de pedalista entusiasta y entusiasmado, como para venir ahora a querer engañar a los que tienen el lomo curtido de tantos destrozos y postergamientos, diciendo que la culpa fue del chachachá.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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