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La Mesa Redonda de los ministros de Agricultura y la Industria Alimentaria, y el presidente del Grupo Empresarial Azcuba, para presentar el retorno a la normalidad comunista, ha dado mucho de sí.
Probablemente, ha tenido más audiencia que otras previas, porque los asuntos tratados son de principal preocupación para los cubanos, que temen lo peor: Una crisis alimentaria a la vuelta de la esquina, como consecuencia de la ineficacia e improductividad de los sectores agrícola, alimentario y azucarero.
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En particular, el ministro de Agricultura consideró la producción de alimentos como “uno de los pilares estratégicos en la nueva normalidad del país” y para el retorno, plantea mantener en vigor las 23 medidas que fueron establecidas cuando comenzó la epidemia.
¿Cuál es entonces la diferencia en la nueva fase que comienza?
Básicamente, dos. Primero, la incorporación gradual de los trabajadores de las industrias tabacalera y del pienso, así como de otras que estuvieron paralizadas.
Segunda diferencia, el incremento de los niveles de la siembra, el acopio, la producción de alimentos, la venta en mercados agropecuarios, las exportaciones y el procesamiento industrial de los productos agropecuarios.
Para cumplir esta medida se desarrollan las siguientes acciones:
- Agilizar la puesta en producción de áreas estatales que permanecen ociosas o deficientemente explotadas.
No cabe duda que la entrega de tierras se ha ralentizado durante la pandemia. De un total de cinco mil 580 solicitudes de suelos estatales en usufructo desde marzo, solo se han entregado a cinco mil 773 usufructuarios, destacando el ministro que “aún restan por procesar las solicitudes de diez mil 215 personas, en tanto que quedan fuera de término mil 998 solicitudes”. Una gestión dubitativa, poco transparente, que pone de manifiesto la obsesión por el control de los productores privados y la gestión “política” de las solicitudes.
- Priorizar la siembra de viandas, hortalizas, maíz en grano seco y frutales. Intercalar cultivos temporales de ciclo corto y completar con plantas la población que falta en cultivos permanentes.
- Mantener la prioridad a la agricultura urbana, suburbana y familiar con cero canteros y cámaras vacías en huertos intensivos, organopónicos y semiprotegidos.
- Incorporar nuevos patios y parcelas con el objetivo de lograr 10 metros cuadrados por habitante.
Esta última acción recuerda, y mucho, a la tristemente célebre decisión de Fidel Castro durante el período especial de repartir la ganadería avícola (los pollitos) para que fueran alimentados en las casas. Aquella medida supuso la erradicación del pollo durante años de las bodegas.
Ahora, se plantean lo mismo, proponiendo el cultivo en 599 mil 173 cámaras y canteros en las modalidades de organopónicos, huertos intensivos y cultivos semiprotegidos, de los que quedan por sembrar cuatro mil 865. Nada real. Y evidentemente, no se resuelve el problema de alimentación. Tampoco ha dado resultados el sistema de agricultura urbana, que cuenta con 808 microindustrias que procesan diariamente 336 toneladas de encurtidos, néctares, pulpas y viandas. Cantidades insuficientes.
- Priorizar el trabajo directo con los productores agropecuarios, mediante la gestión y control de la contratación.
- Programa de siembra y producción para el autoabastecimiento municipal con productos agrícolas, a nivel de consejo popular, comunidades, unidad productiva y productor de cada municipio, con el objetivo de cubrir las demandas a este nivel.
Acciones que en el retorno a la normalidad refuerzan el control comunista y limitan la capacidad de crecimiento de las explotaciones e impide alcanzar economías de escala y precios competitivos. El ministro quiere alcanzar 150 593 hectáreas para plátanos, yuca, boniato o malanga, pero de momento, se han sembrado 94 337.
- Priorizar la atención a las entregas de productos al encargo estatal.
Tras presentar las acciones citadas, el ministro explicó “las dificultades con la producción de arroz, que había comprometido la entrega de 190 mil toneladas este año, pero fue incumplida la campaña de siembra de la época de frío en 22 mil ha por falta de combustibles, fertilizantes y plaguicidas”.
De modo que ante este déficit, y la imposibilidad de importar, se planteó en la campaña de primavera cultivar 95 mil ha, de las que solo se han cosechar 80 mil ha. El sector se encuentra en caída libre y sin vías de solución a corto plazo.
Ni siquiera el diálogo con los 20 mil productores arroceros ha servido para aumentar la producción, porque los problemas se mantienen. Habría que preguntarse si no existen soluciones para ellos.
Otro producto con problemas, según el ministro, es la carne de cerdo. No deja de ser curioso que arroz y carne de cerdo, los alimentos más demandados por la población, sean los que plantean problemas al ministro de Agricultura. Es evidente que existe un absoluto desajuste entre oferta y demanda como consecuencia de la planificación e intervención del estado en la economía.
En la carne de cerdo, las dificultades insalvables se encuentran en asegurar alimentos para la ceba, pero sobre todo, en las deudas del departamento con los productores, reconocidas por el ministro, y estimadas en casi 90.000 toneladas, que no se han podido atender por las dificultades de importación (actualmente se importa el 70% de los alimentos, habría que pensar por qué ello es así). La decisión de entregar tierras en arrendamiento a los porcicultores para la siembra de alimentos tampoco ha dado resultados.
Consecuencia de lo expuesto, el ministro reconoció que “este año se mantendrá la entrega mensual a la industria de unas seis mil toneladas de carne de cerdo, cifra que representa sólo un tercio de lo que se necesita para mantener una presencia estable de este surtido, estimada en 17 mil toneladas en total”. Es decir, menos de la mitad. La carne de cerdo escaseará igual que el arroz y cada vez más.
A continuación, llegó el tema de los retos de Acopio, al que se ha encargado, una vez más, “perfeccionarse, lograr una contratación eficiente que llegue a todos los productores”, en palabras del ministro.
Aquí los problemas no son los combustibles, ni los fitosanitarios, los abonos o las tierras. El reto, reconocido por el ministro, es mejorar la comercialización, “suprimiendo el monopolio de la institución de Acopio en cada una de las comunidades”.
Sin embargo, tengo dudas sobre este “nuevo modelo de gestión” que está en estudio, ya que en comercialización, ventas y marketing, no hay mucho que inventar. A ver si con el remedio complican más el problema.
En esencia, las medidas relacionadas con Acopio son entre otras:
- Mantener el aseguramiento en el suministro de productos agrícolas frescos y procesados para centros de aislamientos seleccionados en cada provincia.
- Permanecer e incrementar el servicio de agromóvil en comunidades donde no exista red minorista, aumentar el servicio a domicilio y mantener la entrega de bolsas a adultos mayores de 65 años en correspondencia con las indicaciones de los Consejos de Defensa y del Ministerio de Comercio Interior.
A modo de conclusión, el diagnóstico del ministro de la Agricultura ha arrojado más incertidumbres sobre el sector. En concreto, “reconoció que se debe sembrar y producir más” si se pretende atender las 30 libras per cápita en todos los territorios, se “exige acopiar mensualmente 154 000 toneladas de productos agrícolas (viandas, hortalizas, granos y frutas)”.
Pero el ministro reconoció que “hoy estamos a la mitad de ese camino”, con problemas agravados en el abasto a La Habana, que, según el ministro, es insuficiente por las lluvias recientes que han impedido cosechar productos. Las 500 toneladas diarias de productos agrícolas que demanda La Habana no se ha cumplido y lo que es peor, no se cumplirán. El desabastecimiento amenaza.
De igual modo, aunque el procesamiento industrial, en las minindustrias no se ha detenido, las dificultades aquí para atender la demanda se encuentran, según el ministro, en la falta de “envase, como bolsas sépticas, de polietileno, botellas, envases de hojalata y bidones, para que no se pierdan los niveles de pulpa procesadas”.
Y para acabar de arrojar más sombras de incertidumbre sobre la agricultura, el ministro dijo que en la etapa post COVID19 “ se van a promover las exportaciones”. Si, se ha entendido bien. A pesar de que no se alcanza suficiente producción para atender las necesidades nacionales, creando situaciones de desabastecimiento, las autoridades quieren exportar lo poco que se produce, en esa huida adelante loca por captar divisas.
No parece que se haga referencia al tabaco, cuyas exportaciones no se han detenido, sino en otros productos, como el carbón vegetal, los productos apícolas, y los vegetales, como el chile habanero.
Igualmente, el ministro aludió a las acciones para el aseguramiento del sistema de suministro de alimentos al turismo por cooperativas y productores independientes, y el fomento de biofertilizantes, bioestimulantes y fertilizantes foliares.
Antes de concluir su comparecencia, el ministro citó dos nuevas medidas que se añaden a las existentes:
- Incrementar la gestión de fondos y financiamiento de proyectos dirigidos a desarrollar la producción de alimentos e intensificar las acciones con los organismos internacionales.
- Establecer acciones de enfrentamiento ante el delito y las ilegalidades en el sector, desde el productor agropecuario.
El recurso a ayuda internacional, en vez de apostar por las inversiones extranjeras, lo que exigiría un marco jurídico alternativo, y la lucha eterna contra las “ilegalidades” creadas por el propio sistema normativo asociado al modelo social comunista, no hacen otra cosa que devolver al sector agropecuario cubano a una situación de notable debilidad estructural que tiende a agravar los problemas de siempre, como la limitación en la “entrega de tierras en usufructo y las demoras en este proceso, el impago a los productores, el desabastecimiento de los mercados agropecuarios, esencialmente en La Habana y la electrificación de las fincas para el riego de las producciones”.
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