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Cada mañana, cuando aún no sale el sol, Manuel se levanta con la misma rutina: bien temprano cuela su café, prepara el resto del desayuno, se baña, se viste y va para la parada de los camiones con destino a la ciudad de Santiago de Cuba.
Varias veces por semana repite la misma tediosa letanía que termina con el regreso a casa en el horario de la tarde. Cada día su cotidianidad es casi un ceremonial religioso.
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En Santiago de Cuba sale corriendo de su trabajo para la terminal de calle cuatro. Reza por un camión fácil para llegar a su casa en Palma Soriano, pero cuando pone la cabeza en la almohada, ya no le quedan ánimos ni de tener sexo.
Él vive en el municipio de Palma Soriano y trabaja en la ciudad de Santiago de Cuba, y según sus propias palabras, es como estar en el limbo pues tiene lo peor de ambos lugares, y casi nunca lo mejor.
Es informático y especialista en una de esas áreas que resulta frustrante, profesionalmente hablando, quedarse en su municipio natal. Por eso viaja cada día a la ciudad de Santiago de Cuba donde trabaja en una importante entidad estatal.
Pero al final de cada jornada en Palma Soriano ni pasa la mayor parte del tiempo ni tiene deseos de hacer nada cuando está ahí. En la ciudad de Santiago de Cuba tampoco disfruta las opciones de esparcimiento, porque trabaja en los instantes en que está en la Ciudad Héroe, y tampoco puede salir de noche, por ejemplo, por el transporte de regreso. Su día a día es un incesante ir y venir, nada más.
“Los camiones antes costaban 10 pesos, luego 15 y ya hoy están a 20 pesos. Me gasto aproximadamente la mitad de mi salario entre transportación y alimentos. He pensado alquilarme en Santiago de Cuba, pero tengo mis comodidades en Palma, además está mi familia, mis raíces y donde me siento bien entre los míos. Entonces cada día es lo mismo, aunque ahora soy joven y puedo hacerlo, no sé qué pasará cuando no pueda. Supongo que haré como el resto de las personas, me iré para Santiago, para La Habana o donde me lleve el viento”, comenta.
Palma Soriano es tranquilo, demasiado…
Manolo hace el recorrido en sentido contrario. Vive con su esposa en Boniato, en Santiago de Cuba, y cada día va a Palma Soriano por dos motivos: su casa está allá, la que le vio nacer, y además, en el patio de la vivienda de su mujer hay varios árboles de zapotes y mangos que recoge y vende en la llamada ciudad del Cauto.
“Voy con dos jabas. Me siento en el parque Maceo y organizo los zapotes y allí los vendo. Hay menos comida en Palma y por eso es mucho más fácil vender”, comenta.
Muy cerca de donde vende sus zapotes o mangos, dependiendo de lo que esté en estación, unos ancianos tienen la delicia de la cuarta edad: no hay wifi, no hay jóvenes, prácticamente no hay ni carros, ni bicicletas, ni motores… no hay bulla, no hay nada, solo tranquilidad, preludio del descanso final.
En Palma Soriano no sucede lo que es habitual en muchos lugares, al menos en el oriente de Cuba: es difícil encontrar un espacio reverdecido, hermoso, colorido, donde se note la voluntad del gobierno de decir “esta es un área importante”.
“A Palma venía gente de otros lugares a comer. Recuerdo un restaurante que nada tenía que envidiarle a la mejor paladar de la actualidad. Aquí vio la historia del deporte mundial nacer figuras como Antonio Pacheco, Orestes Kindelán y Ana Fidelia Quirot, y los terrenos donde ella entrenó están casi abandonados”, sentencia Manolo.
El Hotel Palma, hermosa edificación de tres niveles, está en el principal parque de la urbe, pero ello no le ha garantizado un reverdecimiento. Verlo, es casi recordar el pasado reciente del Hotel Imperial, en la ciudad de Santiago de Cuba, que después de décadas de abandono fue restaurado. Si eso fue en la capital provincial, ¿cuál será el futuro de esta añeja edificación en un municipio?
Un poco más lejos, en la calle Moncada, a los vecinos se les está debiendo una pavimentación que se ha hecho eterna. Ellos, con agilidad sorprendente, sortean huecos, piedras, pozos de aguas negras. “Dicen que este año van a pavimentar”, comenta una señora y agrega “aunque bueno, la situación internacional está difícil”.
Ir y venir de Yutong
El ir y venir de las Yutong marca el ritmo en la calle Martí, principal arteria de la ciudad, que se corresponde con un pedazo de la carretera central que atraviesa la urbe. Si no fuera por ellos, y por esta vía, el tedio casi bostezaría.
El sol castiga a las personas, se extrañan los pinos. Dicen que antes había muchos, enormes. Los jóvenes de antaño, ancianos de hoy, dicen que años atrás había mucho más en Palma Soriano. Hoy se conforman.
Pero desde la tranquilidad de la parrillada BBQ, el joven René observa el ir y venir de los ómnibus. Maldice lo mal que se conecta desde la 3G en varios lugares de la ciudad incluyendo su casa, aunque habla bien de la WIFI: “hay en toda esta parte” y señala para la calle, la parte de la carretera central que atraviesa la urbe.
“Cuando vas a otros municipios de Santiago es difícil pararte en un punto y que haya pavimento hacia todos lados, aquí sucede lo contrario, por eso sé que es una ciudad, pero no se ve en lugares, en cosas para hacer, le falta a Palma para ser una ciudad.
"Lo ves también en los cuentapropistas, hay pocos, muchos tienen que ver con internet y telefonía móvil. Es que internet es por mucho uno de los mayores entretenimientos”, comenta.
Cerca está el Parque Martí, por mucho, el ícono de la ciudad.
En el mismo lugar que hoy está insertado en la ruta funeraria del Apóstol, hoy los jóvenes se conectan a la wifi. No hay mucho más que hacer cerca, salvo el Álbum Kafé de la EGREM, todo un acontecimiento cuando se inauguró hace un tiempo atrás.
“Pero me gusta más el restaurante discoteca Galaxia, es el lugar de la farándula, donde vamos los jóvenes, cuando podemos”, acota.
A pocos metros está la Casa de la Trova, que muy lejos de su hermana mayor ubicada en la calle Heredia, en Santiago de Cuba, está desposeída de su sonoridad y hasta de su visualidad.
También cerca un cine en reparación, el único que hay.
Palma Soriano y Santiago de Cuba
Los mayores cuentan que desde siempre ha sido habitual que los habitantes de Palma Soriano viajaran a Santiago de Cuba divertirse o buscar novedades en las tiendas, pero regresaban y permanecían y vivían en su terruño natal.
El desgastante recorrido de 46 kilómetros entre ambas ciudades era antes más de paseo que cotidianidad para un trabajador, pero eran otros tiempos.
“Una vez comenzaron a construir un hospital, porque Palma aunque es el segundo municipio más importante de Santiago de Cuba, no tiene un hospital general, solo uno infantil y otro materno. Existió la inversión, pero llegó el período especial y ya sabes... seguimos sin hospital”, comenta un palmero ya bastante mayor.
Por eso no es de extrañar que una buena parte de las personas que viven en Palma Soriano se sometan cada día a los avatares del transporte, estatal muchos, y privado el que puede pagar, y viajan cada día a la ciudad de Santiago de Cuba donde trabajan o simplemente se recrean.
Pero este ir y venir tiene un alto costo no solo para el bolsillo sino hasta para las relaciones sociales de las personas. Quien no se conforma, suele necesitar y desear mucho más que vivir en un lugar, no olvidado, pero tampoco reanimado.
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