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Turbo (Colombia), 1 ago (EFE).- A la Isla no vuelve, así asegura Aiderelis Alonso, mientras amamanta a su bebé, nacido hace 10 días en Turbo. Su sueño, como el de más de 2.000 cubanos varados en esa localidad colombiana, es que se les permita seguir viaje hacia EE.UU.
La mujer, de 27 años y contextura gruesa, llegó hace varias semanas a Turbo, en la región de Urabá, situada en el noroeste de Colombia, cuyas autoridades están desbordadas por una avalancha de inmigrante ilegales, en su mayoría cubanos pero también de países africanos y asiáticos, que intentan atravesar la frontera con Panamá para buscar nueva vida en Estados Unidos.
"Estuve cinco días en el hospital desde que el niño nació y nos atendieron muy bien", dijo a Efe Alonso, quien gracias a la maternidad recibió el apoyo de un pastor adventista que los acogió en su casa junto con otros familiares suyos.
El pequeño, a quien su madre dio el nombre de Aidermel, nació en el hospital de Turbo porque un funcionario de la Alcaldía que visitaba la bodega en la que están hacinados la mayoría de los cubanos percibió que estaba a punto de dar a luz y la condujo en su propio vehículo al centro asistencial.
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Según los médicos, el niño nació en buen estado de salud a pesar de las condiciones de alimentación que tenía su madre, pues en la bodega solo reciben una comida al día.
"Después de esos días en el hospital la pastora nos fue a buscar porque no teníamos donde quedarnos, y al campamento no podía ir porque hay malos olores y bacterias, por eso el niño no podía estar ahí", agregó Alonso a Efe.
Su madre registró a Aidermel en Colombia y asegura que no volverá a Cuba, al igual que sus compatriotas, entre los cuales hay al menos otras 15 mujeres embarazadas que no saben el futuro ni la nacionalidad que tendrán sus hijos, pues están a la espera de que abran la frontera para continuar el recorrido.
"Estamos compartiendo la alimentación, compartiendo el cuarto; ellos (Alonso y su familia) nos ayudan a cocinar, están muy pendientes, son respetuosos y muy especiales", dijo a Efe el pastor adventista Daniel Ospina Izquierdo, que los acogió en su casa.
Con unos 65.000 habitantes en su perímetro urbano, Turbo es una ciudad portuaria que vive de la industria bananera y del comercio y que, por su posición geográfica, es utilizada por traficantes de personas como trampolín para conducir a los ilegales hacia la selva del Darién y, una vez en territorio panameño, por toda Centroamérica hasta el país del norte.
El cierre del paso fronterizo para los ilegales hace que Turbo se haya convertido en una bomba de tiempo pues los cubanos, que dicen ser 2.432, están desesperados por su situación y preocupados por las noticias de que el Gobierno colombiano está estudiando la posibilidad de deportarlos a Ecuador, su última escala antes de entrar en el país.
Por esa razón este fin de semana escribieron una carta dirigida al presidente estadounidense, Barack Obama, a la ONU y a la Organización de Estados Americanos (OEA) en la que piden que se les permita llegar "de manera segura" a Estados Unidos.
La carta abierta, firmada por el "Grupo de cubanos varados en Turbo", explica que esa intervención les permitiría llegar a Estados Unidos "sin tener que arriesgar nuestras vidas en la selva a manos de traficantes".
De igual forma aseguran que están "bajo violencia psicológica constante por la amenaza de deportación a la que estamos sometidos por parte de las autoridades colombianas".
Los cubanos que salen de la isla comienzan su odisea con viaje a Ecuador, país que no les exige visado, y desde allí atraviesan Colombia de sur a norte en un viaje en autobús que puede durar semanas hasta llegar a Turbo, donde su esperanza de llegar a Estados Unidos ha quedado truncada.
Por ahora no les queda más que esperar la decisión que tomen las autoridades pero Migración Colombia, entidad que controla la circulación de personas en las fronteras, ya advirtió de que no es posible enviarlos a México como piden, porque eso sería trasladarle el problema a otro país y estimular a otros cubanos a que tomen el mismo camino.
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