El régimen cubano se empeña en aprovechar las ruinas de las llamadas “escuelas al campo” para reconvertirlas en “fincas de autoconsumo”, como parte de su “estrategia” para “impulsar la producción de alimentos”.
A ese fin, el primer ministro cubano, Manuel Marrero Cruz se desplazó hasta el municipio Quivicán para chequear “el proyecto de transformación de una escuela en el campo en una finca de autoconsumo adscrita al Palacio de la Revolución”.
Pasados más de cinco años del experimento social de reconvertir escuelas al campo en viviendas para campesinos, y en medio de una preocupante crisis económica y escasez de alimentos, el régimen cubano insiste en sus estrambóticas “estrategias” para resucitar un sector agropecuario que lleva décadas moribundo.
“Esto forma parte de la estrategia que se implementa en nuestro país para impulsar la producción de alimentos”, afirmó el primer ministro cubano en Twitter, compartiendo imágenes de su visita de “chequeo” por las provincias de Artemisa y Mayabeque.
El ejecutivo del gobernante Miguel Díaz-Canel anuncia la iniciativa como algo novedoso y ofrece esperanzas acerca de su eficacia, cuando en realidad se trata de una “estrategia” que empezó a implementar hace cinco o más años, y cuya evolución ha sido nula o desastrosa.
Las mismas autoridades que este jueves acompañaron a Marrero Cruz, incluido él mismo, son las mismas que estaban en sus cargos cuando se decidió dar algún uso a las ruinosas instalaciones que antes albergaron estudiantes.
“La transformación de las escuelas en el campo en productoras de alimentos para autoconsumo, permite reutilizar estas instalaciones, más resistentes a los eventos meteorológicos que las granjas tradicionales y generará empleo a los residentes en las comunidades aledañas”, dijo el primer ministro este jueves.
Hace más de cuatro años, la Agencia Cubana de Noticias informaba que las autoridades de agricultura en Pinar del Río convertirían antiguas escuelas en desuso, en almacenes para tabaco seco, ya que, gracias a sus sólidas estructuras, podían guardar cada una casi 800 toneladas del producto y resistir vientos de más de 250 kilómetros por hora, propios de los huracanes que suelen afectar el territorio.
De entonces acá ha llovido mucho y los productores tabacaleros cubanos siguen enfrentando las mismas dificultades que antes, o más, para hacer rentable sus cultivos, sin combustible, fertilizantes y pesticidas adecuados, y sin los insumos necesarios para su labor.
Este jueves, junto a Marrero Cruz, el viceprimer ministro Jorge Luis Tapia, el titular de Agricultura, Ydael Pérez, la primera secretaria del Partido en Artemisa, Gladys Martínez, y el gobernador de la provincia, Ricardo Concepción, “chequearon” las áreas agrícolas destinadas “al autoabastecimiento municipal e incrementar los niveles de entrega al turismo y otros destinos”.
La propaganda del régimen se muerde la cola una vez más y anuncia "soluciones creativas" cuyos fracasos ya fueron constatados con anterioridad. La única novedad que ofrece la información de Marrero Cruz, y sobre la que no se ofrecen detalles, es la existencia de "una finca de autoconsumo adscrita al Palacio de la Revolución".
En la década de los años 70, el Gobierno cubano dio inicio al programa de escuelas en el campo, un proyecto que vinculaba la idea estudio/trabajo y beneficiaba, sobre todo, a los estudiantes de las zonas rurales del país.
Durante años los jóvenes estuvieron estudiando y haciendo labores en el campo, aunque en los últimos tiempos eran cada vez menos, debido al deterioro de la agricultura de todo el país y la falta de condiciones para garantizar la manutención de los estudiantes.
A pesar de la gigantesca inversión en construcciones, equipamiento de primera clase, alimentos y transporte, el experimento dirigido a aumentar la producción agrícola, crear al hombre nuevo y convertir a Cuba en "el país más culto del planeta", se fue a bolina.
Unos años después, con los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido Comunista de Cuba (2011), el programa de la Escuela al Campo fue desapareciendo. Los edificios fueron abandonados y desmantelados, con la aplicación del Lineamiento 148, que contemplaba el mantenimiento en la enseñanza media y media superior del mínimo de estudiantes internos, por los gastos que ello conllevaba de petróleo para transportarse, comida o electricidad, entre otros.
Algunas de estas escuelas se convirtieron en viviendas para los campesinos que se comprometieran a reparar los edificios con el fin de garantizar la fuerza de trabajo en el campo, mientras otros pasaron a refugios para damnificados de fenómenos atmosféricos, centros de aislamiento durante la pandemia, o se convirtieron en ruinas abandonadas.
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