Curandero cubano sorprende al curar empachos a distancia desde Matanzas

Antiguamente, el empacho era uno de los padecimientos más frecuentes en la Isla.

Orlando Díaz Herrera © Radio Habana Cuba
Orlando Díaz Herrera Foto © Radio Habana Cuba

Un cubano residente en el poblado de Tomeguín, en el municipio de Perico, perteneciente a la provincia de Matanzas, ha alcanzado cierta notoriedad por su peculiar manera de curar los empachos.

“Tú puedes estar en La Habana y con el nombre tuyo te curo el empacho o la mala digestión. De mi casa yo se los quito a los que están en los hospitales, los padres me dicen se llama fulano de tal y está en tal sala y ya. Al igual que el gusano de la res, solo necesito saber dónde está y se le cae al animal sin echarle ningún medicamento”, expresó Orlando Díaz Herrera a la oficialista emisora Radio Habana Cuba.

Su manera de “resolver” los empachos a las personas, dice él que “es un don natural” que aprendió de manera autónoma.

“Hay muchos que dicen cómo podrá ser, pero en este mundo hay de todo y para todos. Esa obra yo se la hago al que lo necesite”, señala.

Antiguamente, el empacho era uno de los padecimientos más frecuentes en la Isla. Se refiere a comer en exceso en una sola ocasión o ingerir alimentos indigestos.

Para su tratamiento se conocen excelentes remedios caseros como el agua clara tibia, la infusión ligera de flor de manzanilla, de flor de sauco, o de té.

Los curadores de empachos son personas habitantes del campo cubano y tradicionalmente lo curan con rezos, asistidos de una cinta métrica para medir la gravedad de su mal, o de una toalla.

Otro método es sobar una de las piernas con aceite o manteca de cerdo, hasta que la bola dolorosa que usted nunca imagino que había allí, desaparece.

Orlando, sin embargo, cuenta que una vez ayudó a una niña que estaba ingresada en un hospital, donde también se encontraba su hijo.

“Había una niña que la iban a remitir porque todo lo que le caía al estómago lo devolvía. Entonces la señora mía me dijo que su mamá quería que la sobara y como yo estaba parado en la puerta del cubículo frente a la niña desde ahí mismo lo hice. Después mandé a mi mujer a que le diera tres traguitos de agua de la pila. Al otro día le dieron el alta médica”, contó.

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