Un periodista del diario oficial Juventud Rebelde dijo que los coleros, acaparadores y revendedores eran un virus y, en consecuencia, debían ser tratados como un mal para la salud, palabras muy a tono con el discurso gubernamental de estos días frente a la crisis de abastecimiento que azota al país.
“Los coleros-acaparadores-revendedores son un virus que muta según las circunstancias y las brechas que dejemos abiertas. Deben ser tratados como tal”, asegura el articulista en un texto titulado El “colerovirus” sí tiene cura, publicado el sábado por el periódico, órgano de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).
“¿Qué haría usted si sabe que un vecino tiene síntomas de COVID-19 y los está disimulando? Seguro que toma dos medidas de urgencia: corta el vínculo con esa vivienda y alerta al personal de salud. Con la plaga que ronda los establecimientos comerciales hay que hacer lo mismo”, explica.
Conduciéndose todo el tiempo en tono despectivo y sin profundizar en las causas de tal comportamiento, el autor plantea que “siempre han existido también los 'vivos' que tratan de aprovecharse de ellas [las colas] para comprar entre los primeros, aunque lleguen últimos, adquirir más de lo permitido o ganar dinero fácil vendiendo puestos”.
El periodista, intentando dar matices de humor al asunto, se refiere al fenómeno como el “colerovirus” y los define como una especie “que en tiempos de escasez hace el pan, y lo que no es el pan, con lo que ni usted ni yo alcanzamos porque lo acaparan mediante diversas estrategias y no pocas veces con la colaboración de distribuidores y comercializadores de los productos”.
“Si cortamos la cadena de 'colerovirus' seguro que las colas avanzarán mejor y más rápido”, afirma. Más adelante invita a tener una actitud rigurosa y masiva, con el apoyo de los aparatos represivos, frente a los coleros, a quienes además tilda de “marginales”.
“Juntos, y acompañados por la Policía, las organizaciones y los cuerpos de inspección, podemos sacar de juego a los coleros-acaparadores-revendedores, aunque ellos vayan de la sonrisa maquiavélica cuando todo les está saliendo bien a la bravuconería marginal si la gente no acepta sus reglas de juego”, expone.
“Su propósito es lucrar a expensas de nosotros. Se van con sus mochilas llenas y después le ponen un precio muy por encima del original. A veces, no se conforman con el doble o el triple, quieren más. Mientras menos haya, más caro, es su lógica comercial. No les importa que ese producto pueda ser para un niño, un anciano o un enfermo. Entonces, ¿por qué permitir la impunidad o que se impongan a la mayoría?”, señala.
Según el articulista, los coleros tienen un efecto insidioso a escala social, pues “suelen sumar en sus artimañas a niños y personas discapacitadas. ¿Qué ejemplo les están dando? ¿Cuál puede ser el futuro de un pequeño que ve a sus padres o parientes viviendo al margen de la ley, apropiándose indebidamente, y a veces con los códigos salvajes de la jungla, de productos que debían corresponder a otros?”, se pregunta.
“Si hemos trabajado duro para controlar la COVID-19, por qué no hacer lo mismo con el 'colerovirus'”, dice, antes de concluir con un llamado a “cerrar filas”.
Con anterioridad, otra periodista del oficialismo pedía fomentar en Cuba una cultura de las colas y encontrarles, incluso, su lado positivo.
“Cuando usted ve un mercado, una tienda o un simple punto 'poblado' de personas, la señal es evidente: algo hay. Y eso es bueno en tiempos en que el país ha debido hacer malabares para traer hasta esta isla parte de lo que nos hace falta. Por eso cuando la quietud reina en los comercios es señal de que los estantes están vacíos o, al menos, no tienen lo que se busca. Y eso es menos saludable que las colas”, aseguraba.
Pero la existencia de los coleros, acaparadores y revendedores, surgidos a partir del desabastecimiento enorme que existe en la isla, es el nuevo tema que el régimen ha impuesto como tendencia, lo que se manifiesta tanto en las peroratas de los principales dirigentes como en los medios de prensa estatales.
A la sazón, el gobierno cubano anunció que había reclutado a más de 22 mil personas para hacer frente y reprimir a los llamados coleros, personas que venden turnos en las innumerables colas frente a las tiendas para comprar productos de primera necesidad.
“En la operación de incremento del enfrentamiento contra los coleros, contra los acaparadores y revendedores, hoy tenemos un ejército de 22 281 personas que están dispuestas a echar la batalla y defender al pueblo”, precisó el primer ministro Manuel Marrero, hace menos de una semana.
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