Caro: alimento cubano que promete solucionar los problemas de cama

Con las primeras lluvias se activa la ruta del caro, esa que inicia con unas cuantas personas que se dedican a capturarlas, sacarles la hueva a las hembras del cangrejo rojo y preparar el famoso manjar afrodisíaco, que termina en las personas que creen en sus mágicas propiedades, nacionales o extranjeros.

Sargazo Foto © CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

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Este artículo es de hace 6 años

Eso fue lo primero que escuchó un señor, ya entrado en años y cuyo nombre nadie recuerda en los alrededores de la santiaguera playa Siboney, al llegar a esa localidad hace ya mucho tiempo atrás. Lamentaba la mala suerte de no haber podido embarazar a su mujer en más de una década, pero en poco tiempo de consumir el «maravilloso» alimento, vio cumplir su sueño. Eso cuentan los lugareños, pero a ciencia cierta nadie sabe con certeza ni que existiera esa persona.

La misma historia de los efectos «milagrosos» del llamado caro, también la escuchó Francisco. Se presume que este pescador vivía en el área de Cayo Granma, Caracoles y La Socapa –en la entrada de la bahía de la urbe–, y se cuenta tenía una mujer en cada curva de la franja costera. Se afirma, además, que en su despensa privada jamás faltó una reserva del preciado alimento, «mágico» para la virilidad y fertilidad masculina.


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Ambas historias, aún con inexactitudes y casi seguro torcidas por las narraciones orales y el paso de los años –si es que son reales–, viven en el imaginario de las personas de estos dos lugares de Santiago de Cuba. No obstante el gusto actual por el caro, décadas después, no dista mucho de aquel entonces, pues personas de toda la provincia lo buscan, ya sea por el halo de misterio que le rodea o por el simple placer de degustar un alimento que proviene del mar y en verdad bastante exótico.

Al fin de cuentas, ¿qué es el caro?

Es un alimento que se obtiene de la hueva de la hembra del cangrejo rojo, también llamado por muchos «cangrejo del caro», y cuyo nombre científico es Gecarcinus ruricola.

CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

Adquiere su color naranja cuando se fríe, con especias como el ajo o el ají, aunque se le puede agregar huevo de gallina o se hacen unas tortas con harina. Estas últimas son las que se rallan y se agrega al revoltillo, por ejemplo, o al arroz amarillo, y también como saladito para acompañar las bebidas, pues tiene la propiedad de no dejar emborrachar al tomador.

El proceso de obtención del caro es tan específico y curioso que uno llega a preguntarse qué azares de la vida llevaron al hombre a toparse con un alimento tan singular. Es, además, bien asqueroso verlo con su típico color pardo oscuro, tanto que si usted lo hace, difícilmente lo consuma después.

No obstante, menos para la pobre cangreja cuyo resultado es fatal, es bastante interesante convertir un viaje al llamado «diente de perro» o múcara, en la costa, y la captura del crustáceo, en un alimento que aún hoy desafía la imaginación de muchos y provoca la persecución de no pocos.

Primero se identifican las cangrejas. Se dice que son aquellas que tienen el carapacho más fino, por el tamaño de las muelas o tiene abultamientos que son específicos. Se cortan las tenazas y las patas, y el carapacho se divide en dos. Se separa la materia fecal de la hueva. Identificar cada uno lleva experiencia y no es tan fácil pues ambas se asemejan, aunque manos expertas más o menos saben dónde está en el cuerpo del crustáceo y, aunque la tonalidad de ambos es similar, la que es comestible tiene como pequeños grumos.

Se echa la hueva, de color pardo bien oscuro y aún con unos pocos restos de materia fecal, en la palma de la mano, entonces en una cubeta con agua se realiza un suave movimiento vertical, poco a poco se va separando la porquería del valioso alimento.

Todo comienza con las lluvias

Cuando llega el mes de febrero un grupo de hombres y mujeres empiezan a buscar sacos y otros aseguramientos. Con las primeras lluvias se activa la ruta del caro, esa que inicia con unas cuantas personas que se dedican a capturarlas, sacarles la hueva a las hembras del cangrejo rojo y preparar el famoso manjar afrodisíaco, que termina en las personas que creen en sus mágicas propiedades, nacionales o extranjeros.

Una persona, en un día, perfectamente puede llenar de cinco a seis sacos de cangrejos rojos, aunque pueden ser mandarinas o morados, nunca azules ni grises. Eso es cuando la temporada está en su punto cimero. Que se traduce, en pocos días, en unos cuantos miles de pesos de ganancia y solo inversión de tiempo y esfuerzo.

Lo mismo se vende crudo, en los llamados «pomos bocones», de 50 a 100 pesos dependiendo del momento de la temporada –de febrero a abril, y junio con mucha suerte– también el precio depende de si es buscado por alguien de la zona, de la provincia o por un extranjero. A estos últimos se les aplica un impuesto “especial”.

CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

“Debe ser por la propia caza que cada año salen menos cangrejos. Son muchas las personas que van a la zona de la «Pedrera», pero bien profundo en ese lugar, ahí salen con cinco, seis o más sacos”, asegura Ana Rosa, una lugareña que hace menos de cinco años vive en la playa Siboney.

“Hay quienes lo comen con huevo o sin él, sin él es más fuerte el sabor, con huevo es más esponjoso. Yo solo le agrego sal y ajo”, explica y añade que “mi esposo lo prefiere solo, dice que así se siente más el sabor a marisco, a mar…, pero siempre con poca grasa y a fuego lento, sino quedan crudas por dentro”.

CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

“He escuchado que en exceso es dañino para la salud, que se debe comer con mucha precaución, en especial las mujeres embarazadas o que amamantan. En mi caso, cuando tuve a mi niña, me intoxiqué dos veces, y no sabía que era por el caro, y mi hija por el pecho también se intoxicó”, acota Ana Rosa.

“Yo no he sentido los famosos «efectos» afrodisíacos, para mí es lo mismo, eso sí, es un alimento que llena la barriga, y sin abusar, es saludable. Mi otro hijo antes de ir para la escuela se come par de tortas, con jugo, nada más hasta el almuerzo y es adolescente, fíjate si llena”, sentencia.

CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

El mito del caro ha llegado más allá de las fronteras nacionales. En Playa Siboney, lugar donde existen algunos cuartos de renta, los extranjeros también buscan el misterioso alimento… y claro, al cliente hay que darle lo que desea. Generalmente se les ofrece en el desayuno, con la consiguiente promesa de fortalecer su virilidad y potencia sexual. También hay quien no duerme en el balneario de la urbe, pero llega hasta a él en la caza de la hueva convertida en torta.

Desmitificando el caro

Por los años 80 del pasado siglo, Juan Antonio Martínez Mateu era entonces investigador de la Academias de Ciencias de Cuba y unas de las pocas personas que había estudiado, de cerca, el fenómeno del caro y las migraciones del cangrejo rojo.

CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

Junto a otros científicos llegó a determinar que, en Santiago de Cuba, el caro era muy consumido décadas atrás por los carboneros de las zonas costeras, quienes dedicaban una buena parte del tiempo a obtener el precioso alimento, importante fuente proteica barata y asequible, que acompañaba sus arduas jornadas de trabajo.

“Las tortas las cocinaban en latas cortadas, y las conservaban en temperatura ambiente de un año a otro, así garantizaban tener siempre ese alimento. En las mañana desayunaban huevo, y agregaban solo una cucharada del caro. Con eso garantizaban tener energías para la jornada completa. Ese mismo principio lo convierte en un excelente «saladito» para acompañar las bebidas alcohólicas”, asegura.

Juan Antonio comprobó lo que muchos decían: que las primeras lluvias de la temporada marzo-mayo atraen a los cangrejos a las márgenes del mar, pero considera que es más por la humedad que por el famoso mito de si los truenos despiertan o no a los crustáceos, “ellos llegan desde varios kilómetros de distancia, sitios muy urbanizados, también comprobé que es cierto que el sargazo, esas algas marinas que llegan a la costa, realmente forman parte de la reproducción del cangrejo rojo, no es que «esperan» o «vienen a buscar» a los cangrejos, como se dice, pero sí son depositarias de los huevos fecundados”.

Este investigador, que hoy viven en Playa Siboney, a unos 100 metros de la costa, también comenta que las personas creen que cada año salen menos cangrejos debido a la captura del crustáceo.

Él opina que en realidad es un fenómeno cíclico, desde que conoció de las travesías de esta especie, décadas atrás, ha notado que en ocasiones salen más, otras menos, pues la naturaleza se autorregula.

Asegura, también, que varían las cantidades en las diferentes zonas donde se les ve, o sea, una vez son más abundantes en Siboney, otras en la bahía y otras en el área de Juan González, por ejemplo.

“El cangrejo rojo, también el caro, aunque es muy conocido en Santiago de Cuba, es mucho más famoso en Gibara, Holguín, también pude comprobar eso en mis estudios, posiblemente la tradición nos llegó desde allá”, acota.

Y en relación al famoso efecto afrodisíaco, considera que no es tan así, aunque el caro sí es un alimento muy energético del cual, no obstante, no se puede abusar por su alto contenido de cobalto, y sí “mantiene a uno bien despierto, es muy estimulante en ese sentido…, lo comía cuando estudiaba, pero no creo que sea afrodisíaco en verdad… ya eso es un mito, y como mito, vive en las personas y sus tradiciones”.

Mucho se ha escrito sobre las famosas migraciones suicidas de los cangrejos rojos cubanos, donde perecen millones, víctimas de los automóviles, en las carreteras de diferentes lugares de Cuba.

Pero muy pocas descripciones existen sobre la cadena de producción del caro, que se obtiene de la hueva de la hembra del cangrejo rojo, un alimento al que, en el imaginario de las personas, se le atribuyen fabulosas cualidades relacionadas con la fertilidad y la virilidad masculinas.

No obstante, es bastante curioso ver cómo una tradición que empezó con gente humilde, se convirtió después en un negocio que garantiza, a quienes se dedican a esto, unos cuantos miles de pesos, realidades cubanas invisibilizadas o muy poco cronicadas, o siempre desde el enfoque pintoresco.

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José Roberto Loo Vázquez

Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.


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