Siboney: “una playa mala, pero con vida" en Santiago de Cuba

Si se compara el balneario más importante de Santiago de Cuba con las alucinantes playas del norte de la isla, se llega a una sola conclusión: Siboney es una basura.Sin embargo, tiene un lugar especial en el corazón de los nacidos en este suroriental territorio.

Playa Siboney en Santiago de Cuba © CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez
Playa Siboney en Santiago de Cuba Foto © CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

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Este artículo es de hace 7 años

La primera vez que tuve conciencia de mi nacionalismo furibundo en Facebook fue una ocasión en que alguien dijo de mi hermoso Siboney: “una playa mala, pero con vida”. Necesité varias lecturas y un ejercicio de razonamiento para entender. Ayudó, además, una visita a Varadero y varias conversaciones con personas que triplicaban mi edad.

Aún si se alberga en el corazón mucha pasión, cuando se compara el balneario más importante de Santiago de Cuba con las alucinantes playas del norte de la isla, se llega a una sola conclusión: Siboney es una basura. No obstante, tiene un lugar especial en el corazón de los nacidos en este suroriental territorio.


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Olvídese de los principales destinos de sol y playa del país. Esta no tiene nada que ver con las arenas blancas de esos lugares, porque prácticamente no tiene, y la poca que existe es de color pardo oscuro.

También deje a un lado la imagen idílica de las aguas cristalinas y toda esa publicidad que venden las agencias de viaje a los turistas. Siboney no es nada de eso, y al mismo tiempo, es mucho más.

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Entonces, ¿por qué es tan especial?

Lo primero sería decir que su nombre proviene del lenguaje Arahuaco, de los indígenas del Caribe. «Cibo» significa piedra preciosa, y «ney» gente, se puede entender como gente de la piedra preciosa. Según los investigadores la localidad fue habitada por grupos de aborígenes taínos y siboneyes, quienes en 1550 fueron exterminados en su totalidad por los españoles.

Si hiciéramos una cronología, su importancia histórica está en que fue uno de los escenarios del primer conflicto bélico con carácter imperialista que conoció la humanidad: la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana. Aquí desembarcaron las tropas norteamericanas al mando del Mayor General William Shafter. Se cuenta que al mediodía del día 22 de junio de 1898 comenzó la invasión de la Primera División, dirigida por el General Kent.

Más tarde en el tiempo, otro hecho marcó definitivamente el sitio: fue en el país, una de las tantas playas de uso exclusivo por la sociedad adinerada que luego, cuando Fidel Castro fue designado como Primer Ministro, se puso a disposición del pueblo.

Fue una de las tantas playas de uso exclusivo por la sociedad adinerada

La medida sin dudas resultó de beneficio y jolgorio popular, sin embargo, a la larga y demostrado con los años, fue en detrimento de la imagen de una de las más hermosas zonas de veraneo de Santiago de Cuba. A veces lo que es de todos, no es de nadie.

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Más reciente en el tiempo y con consecuencias nefastas ha sido el paso de los ciclones lo que ha golpeado duramente el lugar. Flora y después Sandy, eventos meteorológicos que tristemente se han convertido en célebres entre los santiagueros, se encargaron de desfigurar el rostro de la que sin dudas es la playa más famosa de la «Capital del Caribe».

La playa más famosa de la «Capital del Caribe»

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Otro tanto hizo la desidia del hombre.

La última noticia de relevancia aquí fue la creación de una zona Wifi, casi de las mejores en la provincia por lo fácil de la conectividad, idea que aprecia, sobre todo, la juventud.

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La verdadera importancia de Siboney, a mi juicio, es quizás más afectiva y personal. Tiene un bien ganado lugar en la fibra más profunda y sensible de cuanto santiaguero o santiaguera hay en Cuba o en el mundo: es sinónimo de orgullo, de planes de fines de semana con los amigos del preuniversitario y con la familia, de una época en la vida de muchos, no pocos aprendimos a nadar allí, algunos incluso descubrieron la maravilla del sexo en público… otros pasaron sustos en esas cálidas aguas; la balsa, la misma que años atrás era un reto entre jóvenes, es casi hoy un recuerdo que grita volver…

Sinónimo de orgullo, de planes de fines de semana con los amigos del preuniversitario y con la familia, de una época en la vida de muchos

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Siboney, sin dudas, es uno de los sitios que con más cariño vive en la memoria de quienes tenemos el placer de llamarnos hijos de la «tierra caliente».

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Siboney y Santiago de Cuba, un vínculo sin hilos y sin tiempo

El día que mi pequeña hija de cuatro meses de edad la conozca, verá la gloria convertida en sol y mar. Yo rememoraré aquellos veranos cuando ir a la plataforma que se encontraba en medio del agua era toda una odisea. Esa misma ocasión mi madre verá con poca felicidad cuánto ha cambiado el lugar de su juventud cuando hasta las vacas se enseñorean.

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Mi abuela, que hace más de 25 años no la ve, ciertamente sentiría tristeza.

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Se cuenta que años atrás, en la época de los balseros, quienes corrían el trayecto de los 14 kilómetros que separan la ciudad de Santiago de Cuba de la playa Siboney, se ganaban la fama de estar entrenando para salir ilegalmente de la isla.

También, en los años 70 y 80 del pasado siglo, se decía que esta era «la playa de la juventud», porque era muy frecuente que se llenara de personas de edades mozas quienes venían a disfrutar aquí de la vida.

Álbum familiar del autor

Desde siempre, algunas de las paradas de las rutas de transporte que se dirigían hacia este pequeño asentamiento costero de Santiago de Cuba, estuvieron en las inmediaciones de la zona de Ferreiro, donde se ubica el antiguo Instituto de Segunda Enseñanza actual Preuniversitario Cuqui Bosch, y el alumnado de esa institución ha sentido cierta predilección por el famoso balneario.

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Más acá en el tiempo, se recuerda aún la historia de Mancebo, y su vivienda en Siboney, la cual aún hoy le dicen “la casa de la pelota”, y a quien fue retirado el inmueble aquellos años cuando se arremetía contra los llamados «macetas», pero en este caso se asegura que por numerosas ilegalidades.

Quienes viven en la localidad aseguran que buena parte de los cambios que se han sucedido están relacionados con las fuentes de empleo.

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Dicen que Siboney décadas atrás era capaz de dar trabajo a todos los lugareños. Los pescadores vivían de las delicias del mar, más tarde cuando se consolidó como una zona de veraneo de la clase pudiente, la propia infraestructura ofrecía suficientes empleos. Después de enero de 1959 continuaba e, incluso, creció la posibilidad de los locales de crecer profesionalmente en este terruño, y algunas inversiones se aseguraron de ello.

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Según muchos, esa realidad, la de encontrar un trabajo estatal, ha ido decreciendo en los últimos años, y más aún con el ciclón Sandy cuando una buena parte de la infraestructura desapareció, y otros que no fueron destruidos, como los antiguos edificios que ofrecían servicios de alojamiento, se convirtieron en apartamentos para los damnificados. Una decisión plausible, pero que tuvo consecuencias a largo plazo.

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El cuentapropismo se enseñorea entonces en «Siboney», a veces legal y muchas más de forma ilegal, desde paladares como el restaurante de Elpidio, que conquista a la comunidad de italianos que vive hoy en Santiago de Cuba, hasta otras que ni se dejan conocer; pescadores, vendedores, trabajadores gastronómicos, casas de alojamiento, medios de transporte, camiones, «pizzicorre»… hasta oficios que jamás serán reconocidos en Cuba de forma oficial.

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Aquí resulta curioso cómo cambia la dinámica en las diferentes estaciones del año: en verano Siboney es un mundo, el de los santiagueros que en gigantescas oleadas llegan hasta su balneario y lo hacen suyo, pero de manera exacerbada y desbordada; mientras que en cualquier otro momento diferente es el panorama, el de la playa casi desierta, donde los extranjeros con sus compañías disfrutan plácidamente el ambiente caribeño.

También, en cada etapa, cambia la vida social, económica… desde la abundancia de los medios de transporte hasta la escasez de estos, desde el precio de los alimentos o cada plato de comida, el alquiler de las habitaciones, las rutinas de los pescadores… todo se transforma según sea junio, julio y agosto, o cualquier otro mes.

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Los antiguos chalet de madera, típicos del lugar, poco a poco han cedido ante el impetuoso paso del concreto. Incluso eso ha cambiado en Siboney cuando surgen casas que no se construyen para jugar.

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Qué recuerda de Siboney y le diré de qué época es

Mi abuela recuerda la inmensa franja de arena de Siboney, también las rústicas instalaciones de madera en la orilla, pero muy hermosas a la vez. En su memoria está un inmenso casino donde actuaban orquestas, lleno de mesas y, sin dudas, un epicentro en la vida social de la urbe. Todos los domingos había grupos y bailes. En el verano, los martes, la piscina abría en la noche, “era una delicia estar ahí hasta bien entrada la noche, se cocinaba riquísimo”.

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Hoy Alina tiene más de 50 años, pero en su mente rememora aquellos días en que Siboney era una playa de jóvenes, “las guaguas salían repletas de jóvenes desde Ferreiro, donde estuvo el antiguo zoológico de la ciudad, se llenaba los fines de semana de muchachos y muchachas sobre todo del preuniversitario… eran tiempos lindos, íbamos solo a disfrutar del mar, a bailar, pero sanamente, y no se veía algunos «elementos» que se ven hoy en día”.

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Odelis está en España; muchas cosas importantes han pasado en su vida, sin embargo, Siboney tendrá siempre un lugar especial porque “desde muy temprano inicié mi carrera deportiva y tengo mucho recuerdo de esfuerzo y sacrificio en esa playa, desde el año 1988 hasta el año 92, hice toda mi preparación física en esa playa juntos a mis compañeros y entrenadores”.

Para Domingo, “Siboney era una playa de sombra, tenía todo un bosque de pinos que protegía a las personas de los rayos del sol, un día alguien decidió que había que arrancarlos y desaparecieron todos, y eso que eran muy antiguos… recuerdo que cuando uno llegaba a la playa no podía quitarse los zapatos desde la entrada porque esos árboles dejaban caer unos pequeños frutos que te pinchaban los pies, es algo que se extraña, es una bobería pero son esos bellos recuerdos los que forman parte de la infancia de todos”.

“Hermosa playa, recuerdo cuando joven los sábados bajar hasta frente al Materno Norte a coger la guagua...hasta por las ventanillas nos metíamos ...éramos jóvenes... Una vez me llevé a mi hermana más pequeña hasta la balsa... Vaya susto que me pegué la tiraron y no sabía nadar... la saqué hasta la soga y me la traje a la orilla... desde ese día no la llevé más... ahora río pero me pegué un susto de muerte... menos mal qué reaccioné rápido y me tiré a por ella. Bueno tengo tantos recuerdos de Siboney de mi Santiago querido. Bella Siboney pero peligrosa”, comenta Fabio.

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La historia de una de las «antiguas» de Siboney

Cuando se pregunta en Siboney por una de las personas que más conoce la historia y las tradiciones de este lugar, el nombre de Margarita Morán Zambrano salta en la mente de todo el mundo. Acudir a ella, para saber más del sitio, es entonces una referencia obligada y necesaria.

Margarita vive aquí antes del ciclón Flora y asegura que este meteoro junto con Sandy y la desidia humana, son los responsables de que hoy el principal balneario de Santiago de Cuba no luzca su rostro más agraciado.

“En Siboney vivían algunas personas que eran pescadores, pero la mayoría de los dueños de las casas y sus familiares residían en la ciudad, aunque tenían aquí su lugar de veraneo. Había muchos botes, pero las personas no vivían exclusivamente de la pesca, la mayoría dependía del empleo que proporcionaba la playa, que no era ni parecida a lo que es ahora… fue el ciclón Flora quien la destruyó”, asegura y agrega que “la playa ofrecía la mayor parte del trabajo de la población: se limpiaba la arena, estaban las cabañitas, las taquillas, había un club bien grande, había restaurantes, entre ellos uno famoso llamado «La Rueda», la piscina, muchas cosas que hacían que la gente de aquí pudiera trabajar aquí mismo”.

Siboney está muy cerca de la ciudad de Santiago de Cuba, para bien de los vacacionistas y en detrimento de las tradiciones y de la identidad propias del sitio, “como curiosidad está la llegada de los cangrejos, en el mes de mayo, que motivó que se hiciera en la Casa de Cultura el Festival del Cangrejo, que es la única tradición que tenemos, porque Compay Segundo no nació precisamente en Siboney, más bien en la zona, en un momento se le puso el nombre de él al restaurante «La Rueda», pero realmente él no es propiamente de aquí. No hay una tradición que marque a este pueblo, pero sí que siempre vivió de su playa, eso sí”.

No hay una tradición que marque a este pueblo, pero sí que siempre vivió de su playa

CiberCuba/José Roberto Loo Vázquez

En los meses de abril y mayo el pueblo se llena de muchos cangrejitos que se meten donde quiera que haya un recoveco. Las personas, de ellos, obtienen una hueva con la que hacen una torta llamada “caro”, un alimento que entre sus muchas propiedades, se asegura es afrodisíaco. Este es un ejemplo de cómo la naturaleza ha dotado el lugar de algo bello, pero también tiene su lado menos gentil.

“El ciclón Flora, en 1963, destruyó un club que había en Siboney, además de casitas que también estaban en la playa… acabó con todo, también con una parte del malecón, después el Gobierno hizo un trabajo en el malecón, pero otro ciclón lo destruyó, otra vez trabajaron en otro muro y también se destruyó… hubo un huracán que pasó a 150 kilómetro al sur, en el año 1986 más o menos, y también destruyó, pero como Sandy ninguno, y te repito yo viví el Flora, pero Sandy fue el colmo, cayeron casas enteras de placa, las piedras entraron y destruyeron las columnas y las placas colapsaron”, asegura Margarita.

Mucha de la infraestructura estatal que antes daba fuente de empleo desapareció con Sandy, y comenta Margarita que “hay unas 15 casas de alquiler en la actualidad, aproximadamente, y restaurantes privados unos tres, pero la playa no te oferta nada que tú puedas decir me voy a sentar ahí, muy poca cosa”.

“Añoro ver una playa bonita, está llena de piedras y uno ni se puede sentar, quisiera ir con mis nietos igual que cuando iba yo cuando era pequeña, sin el peligro de enterrarse un erizo. La piscina, después de Sandy, no entiendo por qué la taparon, no debieron hacerlo, yo la vi llena de agua de mar y en vez de sacarle el agua se decidió llenarla de tierra, añoro los parques infantiles, no hay, y ni hablar de la famosa balsa, eso era algo que podía llamarse una tradición, la gente le encantaba ir a tirarse”, sentencia.

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José Roberto Loo Vázquez

Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.


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José Roberto Loo Vázquez

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