El gobernante cubano Miguel Díaz-Canel clausuró el plenario de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) prometiendo que acabará con los apagones, cambiará la matriz energética con un mayor uso de fuentes renovables e inyectará divisas para la obtención de crudo nacional, todo ello sin precisar un cronograma ni aventurar fechas para lograr semejantes objetivos.
El anuncio se produce tras semanas de extrema tensión en las que el régimen cubano ha demostrado su desorientación, improvisación y, en resumidas cuentas, su incapacidad para solucionar la creciente crisis energética que enfrenta el país, resultado de su pésima gestión y falta de inversiones en el sector, destinadas al turismo que controla la cúpula del régimen a través del Grupo de Administración empresarial S.A (GAESA).
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En su discurso, Díaz-Canel subrayó que, aunque los resultados no serán visibles de inmediato, las acciones que actualmente se realizan para levantar el sistema electroenergético nacional (SEN) son "promisorias, sólidas y, lo más importante, se realizan a partir de esfuerzos propios", como si el desarrollo y la prosperidad del país dependiera de esfuerzos de “terceros”.
Acostumbrados a gestionar la economía mediante ayudas, donaciones e inversiones opacas de cándidos empresarios y “sospechosos habituales”, los dirigentes del régimen cubano emplean un tono solemne y una narrativa de “sacrificio” cuando anuncian partidas presupuestarias del Estado para llevar adelante políticas de desarrollo.
En esa cuerda ha estado vibrando el gobierno de la “continuidad” en los últimos días, en los que ha pregonado a los cuatro vientos inversiones en energías renovables, como la instalación de parques solares que, según afirman, permitirán generar capacidades de producción eléctrica más eficientes y redirigir combustibles fósiles hacia la producción económica.
"La inversión que se comete para promover las energías renovables es posiblemente lo más importante y trascendente que estamos realizando. Ayudará no solo a crear capacidades de generación, sino también a un aprovechamiento más óptimo de los combustibles", señaló Díaz-Canel.
En el marco de esta del cuarto período ordinario de sesiones de la ANPP, el ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, prometió generar casi 600 MW adicionales mediante proyectos de energía solar que estarán concluidos en la primera mitad de 2025. Sin embargo, el cumplimiento de estas metas ha sido ampliamente cuestionado por una población desencantada, que ha visto a lo largo de años convertirse en papel mojado las promesas del régimen.
"En la medida en que se avanza en la disminución paulatina del empleo de combustibles fósiles para la generación eléctrica, se va a reactivar la economía con más producción de bienes y más generación de servicios. Es un proceso de transformación energética hacia una economía con un mayor uso de las fuentes renovables, es decir, energía limpia, confiable y asequible", afirmó el líder de la “continuidad”, antes de salir a la marcha propagandística que convocó, y a la que destinó combustible, transporte público y otros recursos que escasean en el país.
Además, de los dos proyectos de 1.000 MW con fuentes renovables y el mantenimiento de las plantas termoeléctricas, Díaz-Canel prometió un esquema de financiamiento en divisas para incrementar la producción de petróleo y gas, pero se cuidó mucho de poner fecha de resolución a sus emprendimientos.
La reciente decisión de colocar a Ramiro Valdés al frente del programa de recuperación energética sugiere la gravedad de la situación. Sin embargo, su reputación de “hombre fuerte” no le ha valido para “enderezar” el rumbo crítico del SEN, a pesar de su aterradora presencia en las oficinas centrales de “despacho de energía”, y es que -como resaltaba un cubano en redes sociales- las termoeléctricas funcionan con petróleo y no con sangre.
Mientras tanto, los apagones continúan afectando a la población, y el deterioro del sistema eléctrico refleja la urgencia de medidas que vayan más allá de los discursos y promesas. Ante este panorama, el escepticismo sigue creciendo entre los ciudadanos, quienes critican la falta de un cronograma claro y resultados tangibles, y son víctimas de la descomposición de un régimen totalitario que da sus últimos coletazos socialistoides en su transformación a un capitalismo mafioso de Estado.
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