Cese anticipado de embajadora cubana en Canadá apunta a relevo de Bruno Rodríguez

Habitualmente, los embajadores cubanos suelen cubrir estancias de cuatro años en el extranjero, pero Vidal solo permaneció tres años y medio en Ottawa, donde no consiguió elevar el nivel de los vínculos bilaterales.

Josefina Vidal, Embajadora vitalicia de Cuba © Cubadebate
Josefina Vidal, Embajadora vitalicia de Cuba Foto © Cubadebate

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Este artículo es de hace 3 años

El cese anticipado de Josefina Vidal Ferreiro como embajadora de Cuba en Canadá podría apuntar a un relevo por enfermedad del canciller Bruno Rodríguez Parrilla, deteriorado en su aspecto físico y que recientemente provocó otra crisis bilateral, manipulando una conversación telefónica con el canciller canadiense sobre la rebelión popular del 11J.

El actual canciller aparece visiblemente deteriorado en su aspecto físico, desde hace varios meses, cuando tampoco consigue acertar políticamente; sublevando a cubanos con sendas referencias a la protección que brinda su gobierno a trabajadores y sus familias; a la mala salud en Haití y una brigada médica alquilada al país vecino; y el intento de manipulación de una charla privada telefónica con el canciller de Canadá, Marc Garneau, que afeó en público a su homólogo cubano.


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“Usted tiene que sufrir algún tipo de amnesia o demencia, o es muy cara dura, Cuba tiene ahora mismo una crisis alimentaria, médica, de todo tipo. Cualquier diplomático digno estaría solicitando un canal humanitario para preservar la vida de los más vulnerables, pero no ustedes”, dijo un cubano en twitter al canciller.

Rodríguez Parrilla tiene el handicap de que nunca fue favorito de Raúl Castro, que apostó por Dagoberto Rodríguez, actual embajador en Venezuela para el puesto, pero Fidel hizo valer su autoridad e impuso a Bruno en la cancillería; el comandante en jefe murió y el general de ejército tolera mal las sandeces políticas, incluidas las de su hermano con la Olla reina y el chocolatín.

Habitualmente, los embajadores cubanos suelen cubrir estancias de cuatro años en el extranjero, pero Vidal solo permaneció tres años y medio en Ottawa, donde no consiguió elevar el nivel de los vínculos bilaterales, tensionados por los ataques sónicos y el apoyo de La Habana a Nicolás Maduro; y Josefina se refugió en el turismo político por regiones periféricas, apoyándose en canadienses solidarios con la dictadura más antigua de Occidente; pastoreados por la Inteligencia y su subordinado ICAP.

El primer ministro Justin Trudeau, siguiendo la tradición familiar, mantiene en un bajo perfil los ataques sónicos contra sus diplomáticos en Cuba, donde redujo personal como hizo el otro agredido, Estados Unidos; y pese a que el síndrome de La Habana ya está en ventilándose en tribunales canadienses, donde funcionarios reclaman daños y perjuicios al Estado; aunque no tuvo más remedio que condenar la represión del 11J ante el empuje de cubanos residentes en Canadá y la repulsa sin matices del Partido Conservador, su principal contendiente electoral.

Vidal reaccionó mal a la decisión de Trudeau de reducir personal diplomático en La Habana y -en vez de dejar el tema en manos de un viceministro o de la joseadora combatiente Johana Tablada; preservándose ella como enlace amable- pitó regao en Ottawa, lamentando que en La Habana no hubiera ningún responsable del comercio ni de ayuda al desarrollo.

Algún día habrá que cuantificar la ayuda al desarrollo de Canadá a Cuba, cómo ha sido empleada y en que ha beneficiado a los pobres de la tierra.

Josefina Vidal tiene cuidada imagen de dama de la República cubana y formación académica, pero está sobrevalorada como diplomática porque formó parte del embullo Obama, aunque nunca tuvo el pulso real de la negociación, en manos del coronel Alejandro Castro Espín, de principio a fin.

Su nombramiento norcoreano de Embajadora vitalicia acabó por encumbrarla en el decadente mundillo exterior cubano, donde la lucha por mantenerse a salvo de la Oficoda y los apagones y las carencias en educación formal de algunos egresados del ISRI desatan duelos y rencillas sangrientas entre contrincantes, sabiendo que no hay diplomercado pa tanta gente.

Pero su ejecutoria diplomática está salpicada de errores previos como dar por descontada una victoria electoral de Hillary Clinton ante Donald Trump que -tras el desacuerdo sobre Venezuela- ahorcó a la militarizada economía cubana, pero Vidal no aprendió la lección y, tras el triunfo del binomio Biden-Kamala, se despachó así en twitter:

"Una relación de coexistencia civilizada entre Cuba y Estados Unidos, basada en el respeto de las diferencias y en la identificación de áreas de interés y beneficio mutuo, es posible"; craso error en una embajadora dizque vitalicia y en una sexagenaria cubana que -desde chiquitica- supo que una cosa es con guitarra y otra con violín, y que debió evitar mostrar ansiedad, como si ignorara que Joe Biden fue un leal y disciplinado vicepresidente, pero nunca un entusiasta del deshielo con La Habana.

Si se confirma su nuevo cometido de canciller, Josefina Vidal Ferreiro debería meditar antes de lanzarse al ruedo de twitter y otras fruslerías mentirosas; sobre todo ahora, cuando la caña está a tres trozos con la marcha del 20N, peloteros patriotas tomando camino de Grandes Ligas, los nasobucos matanceros-sirios fueron desperdiciados impunemente en medio del peor brote de coronavirus y la libra de carne de puerco alcanza precio de caviar Beluga en la Cuba empobrecida y enferma de 2021.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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