Soy hija de una acaparadora y a mucha honra

Una cubana comparte los recuerdos de su madre acaparadora y agradece esa enseñanza en un país donde la escasez lleva años.

Cola en el Mercado de 3ra y 70. (imagen de archivo) © CiberCuba
Cola en el Mercado de 3ra y 70. (imagen de archivo) Foto © CiberCuba

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Este artículo es de hace 4 años

Soy hija de una acaparadora y a mucha honra.

El supermercado de 17 y K en los ochenta y por un par de años era lo que para mí hoy es el Centro Comercial más cercano a casa. No olvido el aire acondicionado con ese olor a todo mezclado, pero rico para mí, entrar con un carrito de compras oxidado, pasear dentro y jugar a que podía tumbar las pirámides de latas de carne rusa o leche condensada (que en algún momento sucedió) mientras mi madre me tiraba una mirada que ya sentía el dolor de la chancleta sin haber llegado a nuestro apartamento.


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Recuerdo pedir las cajas de madera para jugar y/o hacer trabajos con ellas o pedir que se compraran los vasitos de yogurt en vez de la bolsa con la vaquita fuera, recuerdo que no me gustaba el olor a pescado en los fríos.

Ir a 17 y K para mí era una fiesta, porque recuerdo que encontraba a mis amiguitos jugando fuera, porque iba los días que faltaba a clase y porque eran unos minutos en que mi madre estaba concentrada en cómo y cuánto y no era yo su objetivo principal (para bien o para mal).

Mientras yo andaba en mi fiesta, mi mamá acaparaba.

Siempre me decía que en Cuba no se sabía cuánto iban a durar las cosas, que en Cuba las cosas cambiaban a según del 'antojito' de Fidel, que en algún momento iba a empezar a fajarse con alguien y por sus huevos nos íbamos a joder nosotros, que había mucha inestabilidad en los suministros de productos y que eso no tenía que ver con bloqueo ni nada sino con los compradores de comercio que eran unos ineptos o algo así… y mientras tanto, cuando decían que había llegado esto o lo otro, mi mamá iba y compraba para hoy y para una semana más y así siempre.

Mientras yo pensaba en otras cosas como competir con mi mejor amiga de primer y segundo grado a ver quién leía mejor o escribía mejor, ella estaba acaparando. Mientras yo me dedicaba a espiar y molestar a mi hermana Tania Bruguera, mi mamá estaba acaparando.

Y llegó el Período Especial y nuestra alacena estaba llena, llena de latas de todo tipo (algunas caducadas, pero quién pensaba en eso, se comieron igual), de pasta de diente, de papel sanitario… Como tan acaparadora, tan ahorradora, teníamos que racionalizar todo bien y hasta candado le puso a la estantería al final porque descubrió que mi hermana y yo robábamos de vez en cuando o para regalar a nuestros amigos o para uso personal.

Cuando empezó el Período Especial nosotras pudimos comer gracias a nuestra madre acaparadora.

Cuando murió y mi hermana llegó a Cuba y no había papel sanitario, descubrió que mi madre había acaparado y le había dejado una importante e higiénica herencia.

Cuando estuvimos en cuarentena extrema en casa yo tenía el refrigerador y el aparador de mi cocina, llenos. No me siento cómoda viendo el refrigerador vacío, es un malestar que es más fuerte que yo, que me traigo por decenios, quizá porque un día la alacena y el refrigerador de mi mamá fueron quedándose vacíos.

Hoy en la isla quieren meter presos a quienes "acaparan" ¿no será que muchos de ellos quieren simplemente sobrevivir? No te avergüences si "acaparas" en estos momentos en Cuba, es a donde te han llevado. No eres tú quien debes pagar.

(Tomado del Facebook de Deborah Bruguera)

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