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En el panteón yoruba existen muchas deidades que están vinculadas a la salud, la prosperidad y el bienestar. Sólo uno de ellos es invocado cuando existe una pandemia, San Lázaro.
Babalú Ayé entre los yorubas, Agróniga en tierras Lucumí, o San Lázaro en el sincretismo, es uno de los santos con más devotos en Cuba. Se le conoce y respeta por ser Orisha Mayor y deidad de las epidemias.
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Su nombre significa "padre del mundo". Esto podría parecer contradictorio, pues se le reconoce como creador de las enfermedades y su mejor aliado es Ikú, la muerte. Sin embargo, aquí radica su poder, cura a través de lo que perece y provoca un renacimiento.
Es temido por esta causa, pero también adorado por gran parte del pueblo cubano, que lo reverencian por sus milagros, generalmente vinculados con la sanación de padecimientos como la lepra, el sarampión y la viruela.
En momentos de desesperación por temas de salud como los que vive actualmente la comunidad mundial, sus devotos lo honran y le piden protección para la familia. Alzan sus plegarias a San Lázaro y prometen su ofrenda desde el sentimiento más sincero.
Aquí no valen paños tibios, ni falsos anhelos. Quien se arrodilla ante Babalú Ayé, no clama por oro, pide por la vida. Este es el más puro y humilde de los deseos, quizás por eso solo puede él, que porta el dolor y la enfermedad en su cuerpo, concederlo.
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