Manuel Marrero sobre Feria del Transporte en La Habana: “Demuestra que estamos vivos”

Pese al entusiasmo oficialista que rodea estos eventos, la realidad del transporte en Cuba sigue siendo dramática y es resultado directo de décadas de políticas erradas, desinversión crónica y centralización ineficaz.


La celebración de la II Feria Internacional del Transporte y la Logística en La Habana fue presentada por el primer ministro cubano, Manuel Marrero Cruz, como una señal de que el régimen cubano resiste en el poder a pesar de décadas de mala gestión generalizada, y en especial en el sector.

“Demuestra que estamos vivos”, dijo Marrero Cruz al Noticiero Nacional de Televisión (NTV), reafirmando la supuesta voluntad del gobierno de Miguel Díaz-Canel de revertir el deterioro estructural del sector del transporte, uno de los más golpeados por la crisis económica que afecta a la isla gracias a su pésima gestión.


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Durante su intervención en la inauguración del evento, Marrero defendió la utilidad de estas ferias frente a las críticas en redes sociales, que califican estos encuentros como gestos propagandísticos sin resultados palpables.

“Todo lo contrario… Esto demuestra que estamos vivos, esto demuestra que nosotros no solamente estamos apostando por el sostenimiento, por salir de esta situación, sino también por desarrollarnos”, afirmó el jefe de gobierno.

En su alocución, Marrero puso como ejemplos los proyectos de triciclos eléctricos y ambulancias firmados en ferias anteriores, que ya están operativos en varias provincias. “Donde a veces no había cómo llegar al hospital, hoy, con un precio módico, están estos medios de transporte que se continúan expandiendo”, dijo.

Sobre las ambulancias, destacó que se trata de un convenio con la compañía Mercedes Benz, que garantiza asistencia técnica y sostenibilidad. “Están hoy con choferes del sistema de ambulancia prestando servicio a los hospitales con mucha eficiencia”, afirmó Marrero, ensalzando nuevamente el opaco acuerdo firmado a comienzos de año entre el MINSAP, el MITRANS y la empresa mixta MCV Comercial S.A.

Reportes recientes de medios estatales indican que el transporte público en Cuba cubre apenas el 18% de la demanda nacional, mientras que más del 80% del parque vehicular se encuentra en estado crítico o inoperativo.

En ciudades como La Habana, donde los apagones y la escasez de combustible complican aún más la movilidad, miles de ciudadanos dependen de soluciones alternativas como los bicitaxis, camiones privados y, más recientemente, los triciclos eléctricos.

Una crisis estructural con raíces en la gestión estatal

Pese al entusiasmo oficialista que rodea estos eventos, la realidad del transporte en Cuba sigue siendo dramática y es resultado directo de décadas de políticas erradas, desinversión crónica y centralización ineficaz.

La caída del sistema público de transporte no es un fenómeno reciente, ni consecuencia exclusiva del contexto económico actual, sino el desenlace de un proceso de deterioro progresivo que se aceleró desde los años noventa y que no ha hecho más que profundizarse.

Antes de 1959, Cuba contaba con uno de los sistemas de transporte más eficientes y avanzados de América Latina. El país tenía una red ferroviaria funcional, líneas de tranvías en ciudades como La Habana y Santiago, y una notable flota de autobuses y taxis que garantizaban movilidad urbana y rural.

Sin embargo, tras la llegada del gobierno “revolucionario”, el modelo estatista aplicado a todos los sectores estratégicos, incluido el transporte, marcó el inicio de una decadencia que ha terminado por convertir a la movilidad en Cuba en una verdadera odisea diaria para millones de ciudadanos.

La falta de inversiones sostenidas, el deterioro del parque automotor, la incapacidad para producir piezas de repuesto, así como la progresiva eliminación del transporte ferroviario y de servicios urbanos eficientes, han dejado a la población con pocas opciones viables.

La política estatal ha privilegiado durante décadas proyectos puntuales sin continuidad ni mantenimiento, muchos de ellos inspirados en acuerdos coyunturales con aliados políticos —primero la URSS, luego Venezuela y China—, que no lograron consolidar una infraestructura sostenible.

Hoy, los pocos autobuses estatales que circulan lo hacen a duras penas; los trenes apenas operan y el transporte marítimo de pasajeros es prácticamente inexistente.

Mientras tanto, el sector privado intenta cubrir los vacíos con camiones reconvertidos, almendrones envejecidos y transportes alternativos improvisados, a menudo sin regulaciones claras ni garantías mínimas para usuarios o conductores.

La falta de combustible, que el propio régimen admite como uno de los principales problemas actuales, ha agudizado aún más la crisis. En los últimos meses, provincias como Villa Clara, Santiago o Camagüey han tenido que suspender líneas enteras de ómnibus, priorizando los pocos recursos disponibles para sectores priorizados por el gobierno.

El discurso optimista de Marrero Cruz en la feria choca con esta realidad cotidiana: paradas abarrotadas, tiempos de espera que superan las dos horas, transporte escolar colapsado y servicios de ambulancia o emergencia con cobertura limitada.

La ciudadanía, sin embargo, no tiene acceso a estadísticas públicas actualizadas que permitan medir con claridad el impacto de la crisis, un patrón habitual en la gestión de un gobierno que lleva 66 años en el poder y que evita reconocer su responsabilidad directa en el colapso del sector.

Más allá de ferias y anuncios, los resultados concretos siguen siendo escasos. Y mientras tanto, los cubanos siguen esperando un transporte digno, funcional y accesible, como parte esencial de sus derechos y necesidades básicas.

La demostración de "que estamos vivos" esgrimida por Marrero Cruz abre una preocupante interrogante sobre hasta qué punto el régimen cubano llevará adelante su estrategia de mantenerse en el poder a pesar de los resultados demuestren ser lesivos para la calidad de vida de los ciudadanos.

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