Lukashenko inicia séptimo mandato robando idea a Díaz-Canel: “Medio mundo sueña con nuestra dictadura”

El dictador bielorruso defendió su régimen como un modelo de dictadura efectiva, similar al discurso de Miguel Díaz-Canel en Cuba. Ambos aliados desafían a las democracias occidentales, en un contexto de guerras, represión y alianzas estratégicas con Rusia.


El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, inició este martes su séptimo mandato consecutivo tras una ceremonia de investidura en el Palacio de la Independencia de Minsk.

En el cargo desde 1994, Lukashenko prolongará su gobierno hasta al menos 2030, en medio de acusaciones de fraude electoral, represión a la oposición y aislamiento internacional.


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Durante su intervención, el mandatario adoptó un tono triunfalista y desafiante, y utilizó una frase que ha generado comparaciones con su aliado ideológico, el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel.

“La mitad del mundo sueña con una supuesta dictadura como la de nuestro país”, declaró Lukashenko. Y añadió que se trata de “una dictadura basada en hechos y en los intereses de nuestro pueblo”.

La afirmación recuerda claramente a declaraciones de Díaz-Canel, quien en 2021 aseguró que Cuba es una “rara dictadura” porque garantiza derechos sociales, niega tener niños presos y cuenta con instituciones votadas por el pueblo.

“Nos tildan de tiranía o dictadura, pero somos el país más democrático de este mundo”, dijo también en diciembre de ese año ante la Asamblea Nacional el gobernante designado en 2018 por el general Raúl Castro para "liderar" la llamada "continuidad".

Ambos líderes recurren a una estrategia retórica que consiste en resignificar el término “dictadura” como una forma de gobierno eficiente, soberana y justa frente a modelos democráticos occidentales que consideran hipócritas.

El discurso de Lukashenko se produce en un contexto de creciente represión y aislamiento. Las elecciones del pasado 26 de enero, en las que obtuvo un 86,82 % de los votos según cifras oficiales, fueron duramente cuestionadas por la oposición, organismos internacionales y gobiernos occidentales.

Las protestas masivas que sacudieron el país tras los comicios de 2020 fueron calificadas por el mandatario como “motines” financiados por agencias estadounidenses como USAID y NED, a las que acusó de promover “revoluciones de color”.

"Cuba rechaza la injerencia externa contra la soberanía y autodeterminación de Belarús. Reiteramos nuestra solidaridad con el presidente legítimo de ese país, Alexander Lukashenko, y el hermano pueblo bielorruso", escribió por aquellos días en sus redes sociales Díaz-Canel.

Durante su investidura de este martes, Lukashenko también afirmó que “la libertad de prensa está en orden” en Bielorrusia y que su país tiene “más democracia que quienes se proclaman sus defensores”.

Este tipo de mensajes forman parte de una narrativa consolidada en los regímenes autoritarios que buscan legitimar su permanencia en el poder mediante el discurso del enemigo externo, la defensa de la soberanía nacional y el rechazo a las críticas internacionales.

La comparación con Cuba no es accidental. Ambos gobiernos mantienen estrechas relaciones políticas y económicas, y comparten una visión común del mundo marcada por el antinorteamericanismo, el control del aparato estatal sobre la sociedad y la criminalización de la disidencia.

En ambos casos, el concepto de “pueblo” es instrumentalizado para justificar el autoritarismo como voluntad colectiva, y cualquier crítica es presentada como una amenaza externa financiada por potencias extranjeras.

Además de reivindicar su “victoria del pueblo”, Lukashenko acusó a los opositores de “vender la patria a cambio de becas” y de “pedir sanciones y bombas a sus amos”. Afirmó que las crisis recientes, incluyendo la pandemia, las protestas y la situación económica, son consecuencia de los “juegos globales” de quienes pretenden “dictar la voluntad a todo el mundo”. Su objetivo, dijo, es impedir que esas ideas sean utilizadas “para destruir” el país.

El modelo de liderazgo que representan tanto Lukashenko como Díaz-Canel parece buscar legitimidad no en la transparencia electoral ni en el respeto a los derechos humanos, sino en un relato heroico de resistencia nacional. Sin embargo, ese discurso encuentra cada vez más dificultades para convencer dentro y fuera de sus fronteras, donde la represión, la emigración masiva y el empobrecimiento contradicen la narrativa oficial.

Alianza estratégica entre Cuba y Bielorrusia: Cooperación militar y económica

La relación entre Cuba y Bielorrusia se ha consolidado en los últimos años, abarcando ámbitos como la cooperación militar y los intercambios económicos. Ambos países, gobernados por regímenes autoritarios, han encontrado en su alianza una vía para fortalecer sus posiciones en el escenario internacional.

Cooperación militar en ascenso

En mayo de 2023, se anunció que Bielorrusia entrenaría a militares cubanos, según informó Valery Revenko, jefe del Departamento de Cooperación Militar Internacional del Ministerio de Defensa bielorruso. Este acuerdo subraya la intención de ambos países de fortalecer sus lazos en el ámbito de la defensa.

Además, en noviembre de 2023, trascendió que el régimen cubano mostró interés en adquirir armamento bielorruso, específicamente lanzaderas de misiles Polonez con un alcance de hasta 300 kilómetros. Este movimiento refleja la intención de Cuba de modernizar su capacidad militar a pesar de la crisis económica interna.

Intercambios económicos y acuerdos comerciales

La cooperación económica también ha sido un pilar en la relación bilateral. En diciembre de 2021, se informó que Bielorrusia suministraría a Cuba maquinaria agrícola, automóviles y piezas de repuesto a cambio de medicamentos producidos por la industria farmacéutica cubana. Este acuerdo de trueque evidencia la complementariedad que ambos regímenes buscan en sus economías.

Más recientemente, en diciembre de 2024, el gobierno cubano exploró la posibilidad de adquirir motores de la Planta de Motores de Minsk (MMZ) para mejorar su sector agrícola. El embajador cubano en Bielorrusia, Santiago Pérez Benítez, destacó la importancia estratégica de esta cooperación, aunque no se especificó el método de pago, lo que sugiere la continuidad de acuerdos de trueque.

Visitas de alto nivel y fortalecimiento de lazos

Las visitas de altos funcionarios han sido frecuentes. En marzo de 2024, el régimen cubano recibió al primer sustituto del Ministro de Defensa bielorruso, Víctor Vladimirovich Gulevich, marcando la segunda visita de un alto militar bielorruso a la isla en menos de dos meses. Estos encuentros reflejan la prioridad que ambos gobiernos otorgan a su relación bilateral.

Esta alianza estratégica entre Cuba y Bielorrusia, cimentada en intereses comunes y en una visión compartida del orden internacional, continúa evolucionando, evidenciando la voluntad de ambos regímenes de fortalecer sus vínculos en diversos ámbitos.

Una alianza funcional a Moscú: Cuba y Bielorrusia como piezas del tablero geopolítico ruso

La creciente cercanía entre los regímenes de La Habana y Minsk no puede entenderse al margen de la estrategia geopolítica del Kremlin. Tanto Cuba como Bielorrusia actúan como piezas clave en la proyección de poder de Rusia en dos regiones fundamentales: Amércia Latina y el Caribe, frente a Estados Unidos, y Europa del Este, en la frontera con la OTAN.

Bielorrusia es, desde hace años, el principal aliado regional de Moscú y su satélite militar más confiable en Europa. Lukashenko ha permitido el despliegue de tropas, armamento y sistemas de misiles rusos en su territorio, incluyendo armas nucleares tácticas desde 2023. Su subordinación a Putin se evidenció durante la invasión a Ucrania, cuando Bielorrusia se convirtió en plataforma de apoyo logístico para las fuerzas rusas.

Cuba, por su parte, sigue desempeñando un papel simbólico pero efectivo para el Kremlin en el hemisferio occidental. Aunque el gobierno cubano ha evitado condenar explícitamente la guerra en Ucrania, ha mantenido una postura alineada con Rusia en foros internacionales, negándose a respaldar sanciones o resoluciones que cuestionen la invasión. Esta postura le ha garantizado respaldo político, condonaciones de deuda y renovados acuerdos energéticos con Moscú.

La alianza entre Cuba y Bielorrusia, fortalecida en los últimos años, responde también a este esquema: una red de países autocráticos que colaboran entre sí, bajo el amparo o la inspiración de Moscú, en un intento de contrapesar la influencia occidental y desafiar el orden internacional liberal.

Desde el punto de vista ruso, fomentar la cooperación militar entre La Habana y Minsk, promover intercambios tecnológicos o facilitar acuerdos armamentísticos, no solo consolida su esfera de influencia, sino que siembra focos de tensión y desafío en regiones estratégicas.

El fortalecimiento de las relaciones entre Cuba y Bielorrusia, entonces, no es una simple coincidencia entre regímenes afines, sino una dinámica que se inscribe en una lógica de bloques, donde Rusia actúa como articulador de alianzas entre gobiernos autoritarios que comparten intereses geopolíticos, estrategias de propaganda y enemigos comunes.

En ese marco, el discurso de Lukashenko sobre la "dictadura buena" que sueñan otros pueblos, emulando a Díaz-Canel, no es solo un recurso retórico: es parte de una narrativa transnacional diseñada para legitimar la permanencia en el poder, deslegitimar a las democracias liberales y cohesionar una identidad compartida entre regímenes aliados a Moscú.

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Iván León

Licenciado en periodismo. Máster en Diplomacia y RR.II. por la Escuela Diplomática de Madrid. Máster en RR.II. e Integración Europea por la UAB.


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Este artículo ha sido generado o editado con la ayuda de inteligencia artificial. Ha sido revisado por un periodista antes de su publicación.


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