Durante la VI Conferencia Nacional de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, el general Raúl Castro lanzó uno de sus habituales gritos con voz de impostada virilidad al exclamar: “¡Estoy joven todavía! ¿Alguien tiene alguna duda?”.
Con un pie en el estribo imaginario de sus apologetas, el nonagenario dictador lanza sus últimos e inútiles cartuchazos para alcanzar el paraíso prometido del castrismo: conseguir la perpetuidad del régimen mediante la deificación de la llamada “revolución” y sus líderes.
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A sus casi 94 años, el que fuera un imberbe rebelde con voz aflautada y pálido por la sombra constante de su hermano, reafirmó este lunes su intención de seguir siendo una figura central dentro del poder en Cuba, a pesar de haber designado como gobernante a Miguel Díaz-Canel. O precisamente por ello.
La senil afirmación de su juventud, transmitida por el Noticiero Nacional de Televisión (NTV), pone en evidencia su desesperación por mantener el rol de líder de facto del régimen cubano, y la “continuidad” del mismo para bien de las familias que constituyen el entramado de poder mafioso y violento que capturó el Estado hace más de 60 años.
Luego de adueñarse de la nación, de su riqueza, despojar a los cubanos de derechos y libertades, someterlos al dictado de la ideología comunista y destruir al individuo y la sociedad civil, el que heredara el poder de un decrépito Fidel Castro, pretende legar a sus herederos un “capitalismo de amigotes” que consolide su posición oligárquica y privilegiada en una Cuba postcomunista plagada de pobreza, desigualdad y desesperanza.
De segundón a sucesor de Fidel Castro
Raúl Castro siempre operó en la sombra de su hermano, pero su ascenso al poder fue una consecuencia natural de la dinámica del régimen cubano. En 2006, asumió la dirección del país de manera interina tras la enfermedad del “comandante”, y en 2008 fue formalmente designado presidente del Consejo de Estado y de Ministros.
Desde entonces, se presentó como un reformista, pero sus medidas fueron insuficientes para solucionar la grave crisis económica del país. Su principal "logro" en la década que gobernó fue el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos bajo la administración de Barack Obama.
Para la historia de la cobardía y la infamia quedó la imagen del dictador alzando el brazo fláccido de Obama, cual presa cobrada en una cacería geopolítica, graznando intimidante ante la prensa extranjera que preguntaba por los presos políticos.
Luego llegaron los "grillos" de su hijo, el coronel de la Inteligencia Alejandro Castro Espín, a los oídos de los funcionarios de la Embajada de EE.UU. en La Habana; y llegó Donald Trump y se acabó la "fiesta" que tan nervioso tenía al anciano general, solo tranquilo con su nieto Raúl Guillermo Rodríguez Castro, alias "El Cangrejo", guardando sus espaldas, y el padre de este, el difunto Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, guardando sus caudales en las arcas del Grupo de Administración Empresarial S.A. (GAESA).
La evidencia mostró el terror que produjo el acercamiento a Washington en el ya anciano gobernante y que lo llevó a ralentizar su presunto programa de reformas, redoblar la represión contra opositores y periodistas independientes, y volver a buscar la sombra de “hermanos mayores” más poderosos como China y Rusia.
Promesas incumplidas y el vaso de leche que nunca llegó
Uno de los episodios más recordados de su mandato fue la promesa de garantizar un "vaso de leche para todos los cubanos", anunciada en 2007.
Esta declaración, que pretendía simbolizar una mejora en la calidad de vida de la población, nunca se cumplió. De hecho, la escasez de alimentos y productos básicos ha sido una constante en su gestión y en la de su sucesor.
La realidad económica de la isla ha seguido deteriorándose, con un sistema productivo ineficaz, la dependencia de las remesas del exterior y las crisis de sus principales aliados, Venezuela y Rusia, enfrascada ahora en una guerra que solo Dios sabe cómo quiere el régimen cubano que termine.
La designación de Díaz-Canel y el control en la sombra
En 2018, Raúl cedió la presidencia a Díaz-Canel, en lo que fue un traspaso de poder controlado y supervisado por la llamada “vieja guardia revolucionaria”.
Si bien el designado gobernante intentó proyectar una imagen de renovación, su acción se ha centrado en favorecer todavía más a la oligarquía de los que "aman el amor y odian el odio", agitando las viejas banderas y consignas del castrismo sin Fidel.
Raúl mantuvo la dirección del Partido Comunista hasta 2021, cuando formalmente se retiró y cedió nuevamente el bastón (que no el mando) al líder de la “continuidad”.
Este se coronó como primer secretario del órgano, se doctoró, doctoró a su esposa, Lis Cuesta Peraza, nombró asesor personal al hijo de esta, Manuel Anido Cuesta, y tres espectáculos de La Colmenita más tarde, se alzó como suegro de la estrellita Ana de Armas, quizás el único “éxito” que pueda exhibir en su función.
La estrategia de Castro ha sido clara: garantizar que el poder permanezca en manos de los de siempre, repartiendo migajas entre los fieles de segunda fila y escuderos mipymeros de tercera. Así piensa conseguir que el legado de la “revolución” continúe más allá de su existencia.
En este contexto, sus recientes declaraciones en la conferencia de combatientes intenta reforzar su ya precario papel como garante de la estabilidad del régimen.
Una "juventud" política que busca la eternidad del castrismo
La frase "Estoy joven todavía" no solo es un desafío al inexorable paso del tiempo, sino que también envía un mensaje claro a quienes pudieran pensar que su era ha terminado. Raúl Castro sigue siendo el factor determinante en la toma de decisiones del país y su presencia en eventos clave del régimen es una demostración del fetichismo de sus herederos.
A lo largo de su trayectoria, ha demostrado que sabe adaptarse a esos reveses que la retórica convierte en “victorias” (un talento especial de los dictadores), pero sin ceder un milímetro en lo esencial: el control absoluto del poder. Su mensaje de este lunes es una reafirmación de que el castrismo no tiene intención de desaparecer y que la dinámica del poder en Cuba sigue siendo la misma desde hace décadas.
Sin embargo, el contexto actual es diferente: la crisis económica se ha agravado, la emigración ha alcanzado niveles históricos y la inconformidad social se ha manifestado en protestas sin precedentes. Aunque Raúl proclame la falacia de su "juventud", la realidad indica que el sistema que representa enfrenta una crisis de legitimidad y sostenibilidad.
El legado de un líder que no se retira
La aparición de Raúl Castro en la conferencia de combatientes y su mensaje desafiante son una muestra de cómo el castrismo sigue aferrado al poder. Su "juventud" es puro instinto de supervivencia y responde a la necesidad de mantener vivo el régimen que construyó junto a su hermano.
En un país sumido en la crisis que él mismo anunció, con un pueblo cansado de promesas incumplidas y una generación joven que busca oportunidades fuera de la isla, la pregunta que muchos se hacen no es si Raúl sigue joven, sino si su modelo político tiene futuro.
Por el momento, la respuesta del régimen sigue siendo la misma de siempre: continuidad y control absoluto, sin espacio para la transición democrática. Y en cuanto a la longevidad de Raúl, hasta el portal británico Deathlist.net, no lo incluye en su listado de 2025. ¿Será que lo considera eterno, o que ya no es famoso y no es más que un cadáver político del régimen que ayudó a fundar?
"¿Oyeron los de allá? ¿Y los de allá? Pues está bien la cosa", preguntó y sentenció Raúl antes de abandonar este lunes a sus veteranos correligionarios en el patio de butacas. Con gritos y aplausos estos dijeron que sí, que habían escuchado sus palabras. ¿También las habrán oído los del más allá?
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