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La reciente participación de Lis Cuesta Peraza, esposa del gobernante Miguel Díaz-Canel y "directora de eventos" del Ministerio de Cultura, en un debate teórico sobre el género musical "reparto", organizado por la revista Temas, ha causado asombro en el mundillo de la oficialidad.
Más allá de la sorpresa de propios y extraños, la presencia de la "no primera dama" en el debate del medio oficialista también ha expuesto una de las más grandes contradicciones del régimen cubano: su repentino amor por un género musical que hasta hace poco consideraban vulgar y nocivo para la cultura nacional.
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Porque sí, el reparto ahora es cultura. Y Lis Cuesta, con su característica elocuencia y estilo inconfundible, fue parte del debate sobre "Reparto y polémica social" y "compartió reflexiones sobre este fenómeno musical".
"Este género, originado en los barrios, surge de lo mejor de nuestra cultura de resistencia, pero también refleja un vacío en la oferta musical que jóvenes y adolescentes desean consumir, especialmente aquella que fomenta la conexión grupal y el baile con ritmos intensos", subrayó la funcionaria.
Además, según Temas, la esposa de Díaz-Canel "resaltó la originalidad de las frases y expresiones que el reparto toma de la cultura cubana, así como la contradicción histórica de las instituciones culturales, que durante más de una década ignoraron este fenómeno".
Criticando las "políticas culturales" del gobierno de su marido, como la "falta de programación y estrategia para abordar" el fenómeno del reparto, Cuesta Peraza también señaló "la paradoja entre la creciente popularidad del reparto en redes digitales y su expansión organizada a nivel nacional e internacional, frente a la validación rítmica y su papel como expresión de resistencia social".
Sin entender exactamente a qué se refería, los asistentes que se dieron cita el jueves 30 de enero en la sede de la revista Temas, aplaudieron a la "no primera dama" y su infinita sabiduría capaz de diferenciar los matices rítmicos y líricos de "Bajanda" y "Guachineo", del ínclito Chocolate MC.
Del desprecio a la aceptación: El régimen descubre el reparto
Hasta hace unos años, el reguetón y su hijo menor, el reparto, eran demonizados por los organismos culturales del país. Desde las tribunas oficiales, se le acusaba de vulgar, de promover valores "incorrectos" y de ser una degeneración de la música cubana.
No olvidemos que en 2012, los medios estatales como Granma publicaban titulares como "La vulgaridad en nuestra música: ¿Una elección del pueblo cubano?"; y que los "intelectuales cubanos" reclamaban "freno a las vulgaridades y sexismo en la música".
En esos años, se amenazó con regulaciones contra la difusión de estos géneros en la radio y la televisión, y se promovieron campañas para contrarrestar su influencia en los jóvenes.
Pero... ¡cómo cambian los tiempos! Ahora, cuando el reparto se ha consolidado como la banda sonora de la juventud cubana, el gobierno, en su desesperado intento por conectar con un pueblo cada vez más desencantado, ha decidido que quizás no sea tan malo después de todo.
Y así, en pleno 2024, vemos a la mismísima Cuesta Peraza sentada en un evento teórico sobre el género, junto a historiadores y musicólogos, debatiendo sobre su importancia cultural.
Porque si no puedes vencerlos, mejor súmate a la fiesta. O como diría Osmani García, otro insigne exponente del género: "abre la bocuti, tragátelo tuti".
Lis Cuesta: Del "mango" al despelote en la pista de baile
Que Lis Cuesta se haya convertido en paladín del reparto es una ironía que merece ser celebrada. Porque si hay alguien que encarna la estética y el espíritu de este género, esa es ella.
Recordemos que la "no primera dama" ha sido tendencia en redes sociales por su estilo desenfadado y su lenguaje sin filtros.
Sus publicaciones llamando "mango" a Díaz-Canel, sus arrebatos en redes sociales, perreando para el "dictador de su corazón", o sus salidas de tono la han convertido en una figura casi paródica dentro del escenario político cubano.
Y qué decir de sus momentos en la pista de baile. Desde aquellos videos donde se le vio en Nueva York, marcándose un buen casino con su esposo, hasta otros más recientes, donde ambos terminan en plena fiesta en reuniones oficiales, queda claro que Cuesta Peraza llega "hasta abajo" y "recoge la peseta" con la música popular.
Y si no, que se lo pregunten a la jet set que asistió a la fiesta privada celebrada en 2018 en el restaurante Rancho Palco, en el reparto habanero de Siboney, donde se festejó la boda de la hija del fallecido comandante Juan Almeida Bosque. El "despelote" de la "no primera dama" hizo historia.
Por eso, verla en un evento teórico sobre el reparto no solo es una anécdota, sino la confirmación de que en Cuba la cultura oficial está dando giros inesperados, incluso si eso significa tragarse años de críticas.
El régimen coquetea con la música urbana
Más allá de la presencia de Lis Cuesta, este evento demuestra el cambio de estrategia del régimen cubano frente a la música urbana. Ahora, en lugar de censurar el reparto, prefieren integrarlo al discurso oficial y buscar la manera de usarlo como herramienta política.
Ya Díaz-Canel había intentado acercarse al pueblo tocando tumbadoras, o echando algún pasillo, como el nengón que danzó en Guantánamo tras el paso del huracán Oscar. Ahora es su esposa quien se sienta a debatir sobre el reparto, legitimándolo dentro de los espacios culturales institucionales.
Pero no nos engañemos: esta aceptación es selectiva. Mientras el gobierno intenta apropiarse de la narrativa del reparto, sigue existiendo censura y represión contra ciertos artistas urbanos que no se alinean con su discurso.
El cinismo cultural de la "continuidad"
El caso del reparto es solo un ejemplo más del cinismo cultural de la "continuidad" que lidera Díaz-Canel. Lo que ayer condenaban, hoy lo celebran; lo que ayer era vulgar e indeseable, hoy es motivo de debates académicos.
El oportunismo con el que han adoptado esta música deja en evidencia la falta de coherencia y el intento desesperado por mantenerse relevantes en una sociedad que cada vez les presta menos atención.
Así que, si el régimen cubano ha decidido volverse "repartero", no nos sorprendamos si en el próximo acto oficial vemos a Díaz-Canel subido en una tarima desenfrenado con "Pa la pinga", mientras su esposa se desmelena haciendo twerking con “Marca mandarina”.
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