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El presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez pronosticó que 2023 sería un año judicial "intenso" y acertó porque este miércoles su ministro de Justicia anunció que el gobierno apelará el fallo de Londres, un día después de haber anunciado que lo ganó.
Con el anuncio, el tardocastrismo se iguala a un administrador de un Pío Pío habanero que, absuelto por el Tribunal Supremo Popular de varios delitos relacionados con la búsqueda incesante, se encaró con su abogado porque pretendía apelar el fallo.
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El abogado, hombre sereno y versado en defender a supuestos comisores de delitos económicos, le respondió: "Ah, sí. Ve a pelarte, para que tu esposa te vea más bonito", y la sala estalló en carcajadas.
Obviamente, se trata de otra maniobra dilatoria de los mayorales del pan con na, que seguramente será respondida por el fondo no buitre CRF I Limited, legitimado por la jueza como acreedor del Banco Nacional de Cuba (BNC).
Juristas tendrán criterios contrastados sobre la decisión de La Habana, pero hay un factor subjetivo que ya apreció la jueza Sara Cockerill en los testigos convocados, desde la cárcel, por el gobierno cubano, a los que describió como intimidados.
Una vez que la casta verde oliva y enguayaberada salvó los muebles, aceptando el tribunal que el Estado no tiene responsabilidad en las acciones del BNC, quizá lo más sensato sería sentarse a negociar con el acreedor que, nada más conocer el fallo, reiteró su disposición a negociar con el deudor.
Pero como el continuismo consiste en reiterar sandeces como la "resistencia creativa", "Sí se puede", "¡La orden de combate está dada!", etcétera, etc., los piratas del Caribe han vuelto a las andadas para ahuyentar el miedo a futuros eventos similares, pero con mayor multa.
Abogados, peritos y la famiglia Dávalos-León deben estar frotándose las manos con el segundo round que, como todas las batallas que libra la dictadura más vieja de Occidente, recaerá en las esquilmadas costillas de los empobrecidos cubanos, que serán más míseros en cada contienda que salga pagar lo que se debe, sin el consuelo de tomar chocolate.
¿En qué quedamos, la chiva o los cinco pesos? Seguimos en combate, de victoria en victoria y hasta la derrota final.
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