Los americanos y la terca realidad noquearon al gobierno cubano

El peor gobierno posible, en uno de los momentos mas dramáticos, de la historia de Cuba.

Explosión del tercer tanque en la Base de Supertanqueros matacera © Miriel Santana
Explosión del tercer tanque en la Base de Supertanqueros matacera Foto © Miriel Santana

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Este artículo es de hace 2 años

El gobierno norteamericano -prudente y cortésmente diplomático- evitó dejar en evidencia a La Habana, hasta que las mentiras y medias verdades del Palacio de la Revolución no dejó otra opción que comunicar lo que muchos cubanos sabían y comentaban: Cuba no pidió ayuda a Washington para afrontar el gravísimo incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas.

El gobierno tanteó, entretuvo y mareó; como es habitual en el tardocastrismo, que vive tan ensimismado en su psicofancia política, que intenta suplantar la realidad con consignas, pretendiendo estimular el entusiasmo revolucionario, de capa caída desde hace años; pero no hay peor ciego que el que no quiere ver ni peor sordo que un papagayo con audífonos totalitarios.


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La decadencia de la dictadura más antigua de Occidente es de tal magnitud que -lejos de evitar azuzar la queja antinorteamericana- jugó a la ruleta rusa, en otro error de cálculo frente a los norteamericanos; como viene ocurriendo desde el embullo Obama.

Solo a un suicida se le ocurre ordenar una estrategia gobbeliana sobre la ayuda norteamericana; tema delicado y, no satisfecho con encender su pira funeraria; el Buró Político del partido comunista puso a Granma a hacerse eco de una petición infantil, de peones yumas, al presidente estadounidense, con una frase hecatombe: cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo...

El vecino es Cuba y la mención de barbas en la isla, ya sabemos a quien se refieren; como suele confirmar el compañero Raúl Castro, cuando menciona el nombre de Fidel, acompañado de un gesto que simula una barba; con amigos como estos, la casta verde oliva y enguayaberada no necesita enemigos. Menudo tributo comunista al 96 cumpleaños del comandante en jefe.

Granma, que es un fiel reflejo del manicomio represivo, hambreador y tenebroso, no tuvo peor ocurrencia que hablar de victoria, cuando el fuego ya había consumido el grueso del petróleo de los cuatro tanques; a contrapelo de la prudencia de los bomberos y renunciando a palabras como alivio o tregua, más sensatas y oportunas, que su retahíla de triunfos convertidos en reveses.

Pero la demencia política ya es imparable y el partido comunista y la Seguridad del Estado ordenaron a las ciberclarias el uso del siguiente argumento: si quieren ayudar que la hubieran mandado y ya... Los necios siempre confunden valor y precio y cualquier estudiante de Secundaria Básica sabe que las ayudas en casos de desastres exigen una evaluación previa de daños e identificación de necesidades; salvo que la utopía de La Habana pase porque la administración Biden mandara millones de dólares para decidir, a su antojo y conveniencia, cómo y en qué gastarlos.

Solo a un bobo solemne se le ocurre ordenar tal pirueta; sabiendo que los miembros de las Brigadas de respuesta rápida digital están necesitados de demostrar su obediencia temeraria; a cambio de migajas, y que no podían cuestionar el tono boomerang de tan aturdidora y pueril guayabota del pinar.

Una vez establecida la estratagema harakiri frente a Estados Unidos, los empinadores de chiringas en almíbar, procedieron a colonizar y aminorar el excelente trabajo de los medios de comunicación de Matanzas, con una cobertura muy profesional, que les permitió conseguir las mejores imágenes y atinada descripción del desastre que diezmó al mayor almacén de petróleo en Cuba.

Los periodistas matanceros cubrieron la tragedia, arriesgando sus vidas en algunos casos; como los jóvenes reporteros lesionados, y huyendo de la histeria mentirosa de Susely Morfa González, una psicóloga que -desde que se graduó- renunció al equilibrio y la ponderación en aras del alpinismo feroz y convirtió el twitter en Un dos tres, muchas mentiras.

Para asegurarse que la guayaba fuera descomunal, Rogelio Polanco mandó a Matanzas a los compañeros Lázaro M. Alonso y Humberto López; el mejor dúo tragicómico del disparate nacional, siempre prestos a emborronar cuartillas y minutos de televisión, con el estilo pispireto de la Cucarachita Martina y talibanesco de Hassan Pérez Casabona.

Toda esta indecencia la protagonizó el castrismo, con muertos de su entera responsabilidad aun por identificar y enterrar y cuando no se han podido calcular daños económicos y ambientales; el único fallo de la chusmería tardocastrista es que la verdad es tozuda y coherente porque los actos de los adultos, incluida la acción de gobernar, tienen consecuencias.

Culpar a Estados Unidos de los males de Cuba y administrar pobreza funcionó hasta que Moscú dejó de creer en lágrimas; desde entonces, la economía cubana ha sido ruina, con el altibajo de Hugo Chávez, pero Raúl Castro no tuvo timbales para afrontar el vendaval Obama y sus continuistas están cosechando lo que sembró el general, aquella tarde remota en el Gran Teatro de La Habana, cuando Estados Unidos tendió la mano y él prefirió el hielo.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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