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Se cumplen 19 años de la muerte de Celia Cruz

La muerte sorprendió a la Guarachera del mundo un día y 43 años después de haber partido en un viaje que terminaría convirtiéndose en imagen y sonido del exilio cubano, y de esa cubanía que estará siempre en el corazón espiritual de la nación: la que llevan los hijos de Cuba que aman la libertad.

Celia Cruz © Celiacruz.com
Celia Cruz Foto © Celiacruz.com

Este artículo es de hace 1 año

Úrsula Hilaria Celia de la Caridad de la Santísima Trinidad Cruz Alfonso salió de Cuba un 15 de julio de 1960 y falleció en Nueva Jersey el 16 de julio de 2003. Tras 43 años exactos de exilio y sin haber podido pisar nunca más su tierra natal, moría Celia Cruz, pero su legendaria carrera seguiría creciendo. Este sábado, los cubanos y sus fans recordaron el 19 aniversario de su fallecimiento.

Cuando Celia subió al avión aquel 15 de julio junto al músico Pedro Knight y demás integrantes de la Sonora Matancera rumbo a México, pensaba que era un viaje de trabajo más, quizás marcado por los tiempos revueltos de la isla, en la que apenas hacía un año entraban los rebeldes en La Habana al son de Carlos Puebla de “se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó a parar”.

Celia pensaba estar de vuelta en su casa para celebrar en familia la Noche Buena y la Navidad. Con su padre moribundo y su madre enferma de un cáncer terminal, la cantante no pensaba en emigrar definitivamente. Pero en el vuelo que la llevaba a México, el director de la Sonora, Rogelio Martínez, se acercó al grupo y dijo: "Caballeros, este es el vuelo que no tiene regreso".

Faltando tres meses para sus 35 años, la voz de la Sonora Matancera y una de las más peculiares de la salsa y la música popular cubana, comenzaba el doloroso proceso de dejar a su familia y su patria detrás, con la incertidumbre de no saber cuándo volvería a verlas. El paso de 43 implacables y maravillosos años, la forjó como artista de fama mundial y exiliada cubana que nunca volvería a pisar su tierra natal, ni estrechar a los suyos entre sus brazos.

Esos brazos que abría y movía en el escenario como si pudiesen soportar el peso del mundo, como si fuera una de las hijas de Atlas, esa ninfa Calipso cuya etimología es “la que oculta (el conocimiento)”, porque quien añade sabiduría, añade dolor. Y Celia, con los brazos abiertos y sus caderas moviéndose en un único compás, soportó año tras año el creciente peso y dolor del exilio, a pesar de que su grito de 'azúcar' conjuraba toda la amargura posible del conocimiento.

Tal y como reseñó el periodista Wilfredo Cancio en 2020, en su libro autobiográfico (Celia, mi vida; 2005) la cantante recordó ese momento en que tomó conciencia de su decisión y sus consecuencias. No pudo contener el llanto, aunque desde la partida la rondaba el presagio de la separación: "Dejé a mi mamá, dejé a mi familia, dejé mi tierra, dejé mi vida, a mi familia, a mis amigos... Mi vida, tal como la conocía, había desaparecido para siempre".

A partir de ahí, su vida adquirió ese trágico tinte de “ejemplar”, de arquetipo del exilio cubano, la historia de un desarraigo doloroso. Su padre, Simón Cruz, falleció unos días después de su partida; su madre el 7 de abril de 1962. Esta última noticia la recibió cuando se preparaba para una actuación en Nueva York.

Su única presencia en el espacio geográfico de la isla fue en la Base Naval de Guantánamo, en 1990, y gracias al fotógrafo C. M. Guerrero quedó registrado el instante en que Celia pasa su mano por debajo de la cerca para tomar un puñado de tierra del otro lado, que es en verdad "su único lado".

La muerte sorprendió a la 'Guarachera del mundo' un día y 43 años después de haber partido en un viaje que terminaría convirtiéndose en imagen y sonido del exilio cubano, y epítome de esa cubanía que estará siempre en el corazón espiritual de la nación: la del conocimiento doloroso, la que llevan los hijos de Cuba que aman la libertad.

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