El tardocastrismo sigue drenando a los incómodos con cárcel y destierros selectivos, en vano intento por aplacar las ansias de libertad y prosperidad de muchos cubanos, que ya sacudieron a la dictadura más antigua de occidente, hace casi un año y con la firmeza de Félix Navarro y su hija, Maykel Osorbo, Luis Manuel Otero Alcántara y José Daniel Ferrer, entre otros.
Muchos cubanos perdieron el miedo y no sienten respeto por un gobierno que empezó proclamando el socialismo sostenible y ha acabado encerrando a más de 700 jóvenes; razia que le ha costado sendos conteos de protección de Naciones Unidas, Europa, Estados Unidos, la OEA, organismos internacionales de defensa de los derechos humanos y personalidades.
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Ahora le ha tocado el turno a Saily González Velázquez, villaclareña como el opositor Guillermo Fariñas y el presidente Miguel Díaz-Canel, atleta, emprendedora y mujer valiente; a quien los aguafiestas de turno ya han criticado por haber pactado con la Seguridad del Estado su salida de Cuba, solución en parte lógica porque el 11J fue un tsunami popular espontáneo, carente de estrategia y liderazgo político.
Curiosamente, el presidio político histórico y otros cubanos que sufrieron cárcel y torturas, han acogido con respeto a sus compatriotas desterrados por el tardocastrismo; mientras que elementos que en Cuba no discreparon ni de pelota; ahora se erigen en paladines de la verticalidad y la intransigencia, pretendiendo repartir carnés de pureza opositora, según su oportunista saber y entender.
Saily González demostró su valía personal y política antes, durante y después del 11J y sus razones son tan respetables como las de quienes permanecen inxiliados frente a la barbarie o en el cómodo estatus de gusañeros y otras figuras de emigrados sinflictivos; en todos los períodos históricos y latitudes geográficas, la vanguardia sociológica es reducida, pero es la que mueve a las masas a empeños mayores.
Y quienes asumen el riesgo de encabezar las protestas, deben contar con los ataques gratuitos de los intoxicados vocingleros, gritando siempre bajo el paraguas de sociedades democráticas; alejados de los rigores del G-2 y la OFICODA.
Entre Saily y la dictadura; mil veces Saily; entre esa mujer joven y quienes la agreden, mientras la casta verde oliva y enguayaberada la destierra y apalea; mil veces Saily.
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