El ministro de Economía y Planificación Alejandro Gil Fernández anunció este martes en la Asamblea Nacional que la economía cubana proyecta un crecimiento del 4% para 2022. Ojo al dato. Hasta hace bien poco, esa cifra estimativa se publicaba en informes insufribles contenidos en el plan económico anual, de modo que pasaba inadvertida.
Sin ir más lejos, en 2021 en el plan de preveía un crecimiento para este año del 6% y ya ven donde ha quedado la cosa. No pasa nada, se ha corrido un tupido velo, y si no lo llega a informar hace unos días el propio ministro, no se hubiera conocido tal dislate.
La diferencia es que ahora, por vez primera en bastante tiempo, el estimado del crecimiento se ha anunciado a bombo y platillo en la Asamblea Nacional y hay testigos de sobra de la afirmación realizada por el ministro. ¿Y si luego no salen las cosas como se prevé?¿Se exigirán responsabilidades? ¿A quién culparán de todo? El amable lector ya sabe de qué estamos hablando, pero vayamos a los hechos objetivos.
Generalmente, cuando un ministro de economía “se moja” y ofrece un dato de previsión del crecimiento no lo hace por amor al arte, sino que ese dato debe servir de referencia para el diseño de la estructura de ingresos y gastos públicos del presupuesto con el que interviene el gobierno en la economía. Más aun en Cuba, donde el peso del estado alcanza el 80% del PIB generado.
La estimación del 4% de crecimiento no solo sirve para encuadrar las cuentas del estado sino que, en Cuba, condicionan la dinámica misma de la economía. Esa relación de interdependencia no se observa en otras economías en las que el sector privado lidera la mayor parte de la producción de bienes y servicios, En Cuba, donde el estado representa la máxima expresión de la actividad económica, la previsión del ministro Gil cobra más relevancia si cabe. El ministro debe estar muy convencido, o lo mejor que puede hacer es callar.
De modo que el eterno y aburrido plan de la economía de 2022 anticipa un crecimiento del 4% en 2022 para la economía cubana. ¿Es realista la previsión? ¿Podrá alcanzarse?
Nadie tiene la capacidad para adelantarse al futuro. Y mucho menos, los economistas. Las técnicas de previsión del ciclo económico han mejorado notablemente en los últimos años, y la distinción entre la tendencia y los movimientos coyunturales en el análisis de los indicadores ha ayudado mucho al oficio de proyectar el futuro de algunos indicadores susceptibles de ello. Pero luego llega el COVID-19 y echa por tierra todas las estimaciones. No solo una pandemia puede poner fin a unas previsiones. Vivimos en tiempos convulsos, inciertos, distópicos como dicen los especialistas, en los que predecir se ha convertido en una tarea muy complicada.
En el caso de la economía cubana, la problemática es mayor a pesar, o como me atrevo a afirmar, por culpa del peso del Estado. Si se observa lo ocurrido en 2021 con el crecimiento trimestral del PIB se puede concluir que hay una cierta mejoría conforme ha ido avanzando el año. De un primer trimestre muy malo en el que continuó la tendencia recesiva de 2020 y el PIB cayó un 13,4% se pasó a un segundo más favorable con un crecimiento del 7,4% y un tercero (último disponible) del 2,4% que supuso un tropezón en el proceso de recuperación de la economía. Esto significa que los motores han perdido fuerza y que un sencillo cálculo matemático situaría la tasa de crecimiento del PIB en 2021 (si el año acabara en el tercer trimestre) en un -1,2%, lo que significa que la economía cubana seguiría en recesión un proceso que arrancó en el segundo semestre de 2019 antes de inicio de la pandemia.
Por lo tanto, a diferencia de lo que dijo el ministro Gil ante la Asamblea, la economía cubana sigue sin crecer en 2021 en cómputo anual, y para alcanzar ese 2% que él anunció para el año, sería necesario que en el cuarto trimestre el PIB registrase una variación interanual superior al 6,5% y eso, a la vista de los sectores agropecuario, industrial, construcción, o de los ingresos de turismo, no se va a conseguir ni de lejos.
Por lo tanto, en 2021 ni se cumple la meta del plan, que era un 6%, ni tampoco habrá crecimiento positivo del PIB, salvo que ocurra algo excepcional e imprevisto, y lo más probable es que la economía siga en recesión un año más, ante el fracaso estrepitoso de las políticas adoptadas por el régimen en los últimos meses, me refiero, como no, a la llamada Tarea Ordenamiento.
Ya puede el ministro Gil culpar a la pandemia, al bloqueo y a quien quiera, de lo ocurrido. Las responsabilidades siempre son de otros, pero desde luego, lo que tiene que comprender es que no se puede creer su previsión para 2022 a la vista de una ejecutoria como la descrita. Su previsión del 4% es irreal, irresponsable y además, parece muy difícil de lograr.
Es irreal porque ahora habrá que conseguir ese crecimiento manteniendo bajo control la inflación que se ha extendido por la economía, distorsionando los precios relativos, reduciendo la competitividad económica y lo que es peor y más grave, el poder adquisitivo de millones de cubanos que cobran sus sueldos y pensiones en pesos cubanos. A ello se juntan otros factores que van a seguir golpeando a la economía, como el aumento de los precios de importación y de los fletes, y las afectaciones provocadas por las cadenas logísticas de transporte marítimo internacional, en las que Cuba, por desgracia, no participa.
Medidas como el fortalecimiento de la empresa estatal socialista, la aprobación de las mipymes y las CNAs son insuficientes para que la oferta de la economía crezca , por cuanto sigue existiendo una elevada dependencia del estado y sus programas, y los agentes privados no acaban de encontrar un espacio para desarrollar de forma autónoma e independiente sus procesos productivos. Esto es especialmente grave en el sector agropecuario, donde la tierra ociosa aumenta porque no existe el menor interés de los productores para atender sus compromisos si las ganancias no compensan.
Iniciativas citadas por el ministro, como el trabajo en los barrios, la atención a personas y comunidades en situación de vulnerabilidad, y la implementación del Plan nacional de desarrollo económico y social hasta 2030, no sirven para hacer crecer el valor añadido, la productividad y la competitividad de la economía que son los retos prioritarios que se tienen que atender.
De hecho, como reconoció el propio ministro, que existan actualmente más de 500 empresas estatales con pérdidas por su vínculo con los precios excedidos indica que los mecanismos de traslación de costes unitarios a precios no funcionan y que los mercados siguen sin trasmitir señales a los productores. De otro lado, no hay forma de detener la creciente dolarización parcial de la economía sobre todo en las operaciones en las tiendas en MLC que priorizan las importaciones a la producción nacional. Por último, aunque sin reconocerlo plenamente, el ministro debería asumir que el diseño y aplicación de la Tarea Ordenamiento ha sido un desastre y que la elección del momento para su implementación solo estuvo justificada por motivos políticos (congreso de los comunistas).
Y es que en realidad, si no se resuelve el problema de dolarización parcial de la economía, es porque al régimen comunista no le interesa, por la necesidad que tiene de divisas el estado comunista para financiar sus actividades. Divisas que los sectores de la economía cubana no generan por el control comunista al que se vieron sometidos durante décadas y por la perniciosa continuidad del modelo de dependencia de financiación exterior iniciado con los acuerdos de la URSS hace más de 60 años, que eliminaron la capacidad de la economía de generar divisas.
Dar solución a este problema no es fácil y exige reformas estructurales por las que el régimen no quiere transitar. Mientras tanto, los comunistas cubanos tienen que aceptar la existencia de tiendas que venden todo tipo de productos y servicios en divisas, lo que obliga a la población a tener que adquirir esa moneda, haciéndolo por medio de un mercado informal, en el que el tipo de cambio es tres veces superior al oficial.
Y en este punto, el ministro entró en sus propias contradicciones, que rayan en la irresponsabilidad, al afirmar que entre los objetivos priorizados del plan de la economía para 2022, se encuentra el de “avanzar hacia un proceso de estabilización macroeconómica”. Para aquellos que no estén familiarizados en la terminología económica, estabilizar la macroeconomía equivale a frenar o moderar el crecimiento.
¿Alguien puede explicar cómo se puede frenar un crecimiento que en la realidad no existe? Si lo que dice el ministro se consigue entonces la economía no llegará al 4% en 2022, y no se producirá la recuperación del peso cubano, ni se logrará frenar los apagones, en tanto que las empresas estatales seguirán sometidas a la política de subsidios y de recaudación no tributaria que las lleva a situaciones de insolvencia, y los municipios habrán dejado de tener presupuestos en superávit para convertirse en instrumentos al servicio de los derroches de gasto del gobierno central.
Que se consiga ese 4% por medio de la apertura de las principales actividades económicas, la recuperación del turismo y las ventajas derivadas del control de la pandemia, es apostar por bases muy poco sólidas que, en absoluto, otorgan credibilidad y confianza a las previsiones formuladas por el ministro. Más aun cuando la amenaza de la inflación, que en algún momento exigirá la adopción de políticas restrictivas, va a seguir causando daño en la medida que las expectativas de los agentes económicos descuentan nuevas alzas de los precios en las principales actividades productivas, y la expansión fiscal del gasto no se somete a un severo control para frenar la continua inyección de liquidez en la economía que aumenta más aún la inflación.
Desde esta perspectiva, la economía cubana continuará durante 2022, si no se realizan ajustes responsables, inmersa en un círculo vicioso de expansión monetaria sin el crecimiento de la oferta de bienes y servicios, lo que disminuirá el valor de la moneda nacional más aún, reducirá la competitividad externa de la economía y alejará cualquier escenario de crecimiento a corto plazo porque la inflación latente lo hará imposible.
La receta del ministro, como no podría ser de otro modo, es el aumento de la oferta pero, aun teniendo razón al respecto, los instrumentos y el marco jurídico de la economía cubana su modelo social comunista, impiden lograr ese objetivo.
El ministro defendió la Tarea Ordenamiento señalando que los graves problemas que presenta la economía no se deben “ni a su implantación, como algunas personas han querido mostrar, echándole la culpa como principal causa de la inflación” para acabar remachando, “todo lo anterior estuviera presente con o sin ordenamiento” aun cuando acabó reconociendo que la Tarea tuvo errores en su diseño e implementación, “que hemos buscado corregir desde el primer momento”, pero que de poco ha servido a la vista de lo visto.
Lo peor de todo es que ese 4% se ha utilizado para elaborar los presupuestos del estado de 2022 presentados por la señora Bolaños y que tienen, por razón de la previsión inadecuada en que se basan, mayores deficiencias si cabe aún para lograr sus objetivos. Este será objeto de otra colaboración.
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