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Después de un estricto silencio por más de 12 años, destituido de sus altos cargos gubernamentales y alejado de la vida pública, el ex vicepresidente cubano Carlos Lage Dávila celebra su cumpleaños 70 con unas declaraciones que repasan su trayectoria familiar, su desempeño profesional y su ejercicio político bajo la tutela de Fidel Castro.
El video de 8:41 minutos publicado este viernes conforma la imagen de un hombre que se sigue considerando fiel al proceso revolucionario que lo catapultó y defenestró en 2009, y marca su compromiso con el proyecto socialista que, según él, necesita de "cambios profundos" para sacar al país de la crisis actual.
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Por el impacto que estas declaraciones han tenido entre nuestros lectores y en las redes sociales, reproducimos íntegramente la transcripción realizada por CiberCuba sobre las palabras de Lage Dávila.
PALABRAS DE CARLOS LAGE EN SU 70 ANIVERSARIO
Nunca pensé que cumpliría 70 años. Me pareció siempre algo muy distante, incluso hace unos meses. Pero aquí están. Y con ellos el recuerdo de lo vivido.
Como he experimentado la singular circunstancia de tener dos vidas en una, serían necesarios dos cumpleaños, y en tiempos de inflación no es recomendable ni aún después de que la COVID sea reconocida como una endemia.
Aprovechando las bondades de las redes, opto por la celebración virtual, compartiendo con familiares y amigos imágenes y reflexiones.
Mi madre fue Iris Dávila, una madre total, capaz de advertirlo todo, y mi padre, Agustín, no tenía pecho suficiente para alojar su nobleza. Sin carencias materiales, en una familia ciento por ciento funcional y con una educación exigente, crecí. Me enamoré de Eva, la maestra de preescolar, como casi todos. Quise ser médico como mi padre y tan pronto fui adolescente abracé la revolución y sus ideales de justicia a plena conciencia.
El 5 de junio de 1973, alrededor de las 11 de la mañana, en el instante en que pasó frente a mi vista, me enamoré de Emma [Codorniú] y dejarme conducir por ese sentimiento ha sido la mejor decisión de mi vida. Su dulzura y mucho más, lo ha hecho todo posible. Carlitos, César y Cristina. Cada uno de ellos deseado hasta lo inimaginable, son el fruto y el premio. Han sido infinitamente mejores que los hijos que soñamos. Maravillosos seres humanos que solo en eso se parecen. Si hubiera tenido la oportunidad de escogerlos, me hubiera quedado corto. No han estado ausentes un segundo de mi vida.
Los amigos han sido siempre una necesidad y un regalo. Los de cada etapa y los de todas las etapas, que los hay. En momentos complejos, algunos decidieron dejar de ser amigos; otros continuaron, otros fueron aún más amigos y otros nuevos se hicieron presentes. Nada que no hubiera sucedido antes. No sé cuál grupo fue mayor, pero sí el que alienta la alegría de vivir.
Los hermanos no se escogen, es cierto, pero en mi caso han sido amigos y de los buenos. En la carrera de Medicina, la FEU, la misión internacionalista en Etiopía, la UJC, el equipo de Coordinación y Apoyo, el Gobierno, la Residencia de Higiene y Epidemiología, el Policlínico 19 de abril; en el mar, en la pelota, en la cancha y en otros espacios, he disfrutado de colectivos y compañeros para no olvidar.
He sido afortunado por nacer en esta isla. Pude conocerla de cabo a punta, por aire, mar y tierra. En helicóptero sobre La Habana son visibles en un mismo instante las costas norte y sur y pareciera que el caimán cabe en un abrazo. He estado inmerso en el mar todo el tiempo que fue posible, imponiéndome metas de captura, distancia y profundidad. Para el ejercicio físico y los deportes siempre hubo tiempo y la música la he disfrutado, aunque solo escucharla, porque reproducirla con un mínimo de decoro no ha sido posible ni con la voz ni con el cuerpo, pese a intentarlo en todas las ocasiones.
Las tareas y responsabilidades en las organizaciones juveniles, en el Partido y en el gobierno marcaron mi existencia y llenaron la mayor parte de mi vida adulta. Conocí a profundidad la grandeza revolucionaria, intelectual y humana de Fidel. Casi 20 de los 70 años de mi vida fueron junto a él, incluyendo las jornadas interminables de incertidumbres, optimismo y firmeza del Período Especial. Lo sentí amigo y parte de la familia. Mi admiración y cariño hacia Fidel no es modificable.
A la revolución me dediqué con pasión y sin límites de tiempo, con desinterés y sin vivir de ella. Me enorgullece que así haya sido. La sustitución de mi cargo no me sorprendió; junto con Emma y los muchachos la habíamos anticipado. Ahí comenzó la segunda vida, muy diferente a la anterior. La resiliencia mostrada en esos momentos la forjaron Emma, mis hijos, mis hermanos, sobrinos, cuñados, toda la familia, la mía y la de Emma, y los amigos. Todos cerraron filas y estuvieron más cerca que nunca.
A ello contribuyeron también -y mucho- las innumerables muestras de cariño y respeto que he recibido, con saludos, mensajes, gestos de conocidos y de no conocidos. Una y otra vez me han hecho vivir momentos de verdadera emoción que todavía hoy suceden con relativa frecuencia.
Debía ser médico y hacía 35 años no ejercía. Un diplomado, una maestría, una especialidad, la especialidad de segundo grado, la categoría docente, exigieron estudiar e incluso regresar a las aulas a los 58 años, pero no encontré motivo para no hacerlo. Un compañero que sabe no es el salario la razón, me preguntó por qué seguía trabajando y le contesté que para ayudar. Y lo seguiré haciendo mientras la salud me lo permita.
Confío en la revolución y creo firmemente que el socialismo es una sociedad más justa y más humana, y en nuestro caso, el de Cuba y los cubanos, la única forma de ser independientes como nación y dignos como pueblo. Aunque a ese socialismo solo se pueda llegar con cambios profundos, muchos más que en los últimos 20 años. Es ineludible traspasar supuestos límites y correr riesgos. Eso es ahora lo verdaderamente revolucionario.
Ante cualquier disyuntiva que se presente en el futuro, cualesquiera que hayan sido las causas, estaré del lado que beneficie a la revolución.
La familia construida, fragua, aliento, fortaleza y refugio, me ha proporcionado y proporciona muchísima más felicidad que la necesaria para vivir. Por ahora somos 16 y la nueva generación crece protegida por unos padres que serían la envidia de cualquiera. Carlitín, Carolinita, Marquitos, Irita, Camilito, la Gordita Retozona, Isita la Bonita y el Torombolito -a los cinco mayores ya les quité el apodo-, iluminan todos los espacios y son junto a Cristina Betancourt, Alain y Gretchen, mis nuevos compañeros de viaje, como para no llegar.
Mi tránsito terrenal cumple, el 15 de octubre, 70 años. La salud sigue de aliada y todavía juego cancha los sábados por la tarde. He sido sorprendido por la belleza de envejecer. Se vive y a la vez se mira la vida desde una altura que uno cree nadie más ha alcanzado. Gracias por formar parte de esta aventura. Nos vemos en los ochenta.
Transcripción: CiberCuba
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