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Miguel Díaz-Canel Bermúdez está tan débil que, desde el 11J, salta de una sesión espiritual, con las notables ausencias de católicos y masones, a una emboscada contra periodistas cubanos, a los que intentará someter ahora con un corsé chavista, tras convocarlos a dialogar y acabar regañándolos.
El designado para ejecutar la enésima política contra la libertad y el periodismo es el capataz ideológico del partido comunista, Rogelio Polanco, que en un acto fallido de sincretismo, ha copiado el modelo de comunicación social del fracasado chavismo, es decir, el colonizador copia al colonizado; y la primera embestida ha sido con el rebautizo del histórico ICRT, que ahora tendrá alma llanera, pero como todo lo impostado, fracasará, porque los habaneros han seguido llamando Carlos Tercero a su céntrica avenida y nunca Salvador Allende.
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Toda comunicación, incluidos el lenguaje de signos y el silbo gomero, es social; pero ese apellido impuesto forma parte del catálogo de dominación del Socialismo del siglo XXI, que enmascara sus intenciones totalitarias con un diccionario mentiroso salpicado de verdolaga (ecologismo), derechos sociales; para negar humanos y políticos y un, dos, tres muchos Frei Betto, que hizo de la fracasada Teología de la Liberación un negocio para vender libros y cobrar conferencias sobre la pobreza, arcilla fundamental del comunismo, contada por un fraile traidor.
Varios periodistas hablaron claro al presidente sobre la necesidad de un cambio de rumbo estratégico, hasta el extremo de llegar a decir que "a una prensa mentirosa corresponde un gobierno mentiroso y viceversa", pero Díaz-Canel respondió reiterando su negativa a disculparse por su delictivo llamado a la guerra civil, intentando justificar la represión desproporcionada contra la rebelión del 11J y con el arsenal de embustes habituales, que si las redes sociales, que si el imperialismo, que si los medios alternativos y opositores pagados.
Rosa Miriam Elizalde, madre superiora del negocio periodístico local, tomó distancia de sus compañeros de profesión y, en un arranque de pasión agitó los tanques de guerra mediáticos y toda esa guanajería solemne que pretende hurtar las causas políticas, económicas y sociales del 11J, mientras legitima estallidos y disturbios en países donde gobiernan adversarios de La Habana; tarea a la que se entrega con fruición para garantizarse intercambios en área dólar; ayer hablaba con fulanito y me dijo...
¿Tan débil está el tardocastrismo que tiembla ante un ratón?
Cuando el gobernante incursiona en la comunicación, se va la luz, como hace unos días, cuando se despachó a gusto, pidiendo a los medios que informen a los cubanos del momento exacto del indeseable apagón; con ese estilo mendaz de reconocer las amargas verdades, tras llevar días mintiendo con averías y bloqueos.
Sobre el 11J y la represión gubernamental, Díaz-Canel sigue sin entender que cuando un estado tiene que reprimir, ya ha perdido razón y discurso, especialmente, cuando es pillado por sorpresa por una avalancha popular, que el ineficaz MININT no advirtió, aunque el ministro Álvarez Casas sigue en su puesto y, si avisó, quien se tiene que ir es el presidente.
La primera obligación de un gobernante es preservar el orden y la legalidad, y nunca incitar violencia, odio ni revancha; como reiteró Díaz-Canel en su trágica emboscada contra periodistas: "¡¿Qué quieren, que nos crucemos de brazos, aquí de pacíficos nada?!"... y se movía nervioso, hasta el punto que casi no se oía su diatriba, al alejarse del micrófono, con ese lenguaje no verbal que lo traiciona en cada pose.
Díaz-Canel se berreó tanto con los periodistas y controla tan mal las emociones que llegó a decir que la inclusión de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo convertía en inservibles los dólares norteamericanos, aunque tuvieran habitaciones llenas.
Entonces, Don Miguel ¿por qué dolarizó usted la economía con la Tarea ordenamiento?, provocando mayor empobrecimiento y desigualdad en los cubanos; su relación con la moneda del enemigo merece un silogismo.
Si el mandatario hubiera leído correctamente las protestas de Regla, Santa Clara, los movimientos San Isidro y 27N y el Cerro, otro gallo cantaría, pero lejos de abrirse a los cubanos, se atrincheró, rehuyó poner en su sitio a López-Calleja y su grupo de entusiastas del capitalismo de estado; confundiendo su debida lealtad y agradecimiento a Raúl Castro, con el sometimiento a un tipo que no tiene la trayectoria de Díaz-Canel, que muchos militares detestan llamándolo el general sin guerras y que sigue jugando al Monopoly con el dinero de todos los cubanos.
Criticar a algunos jóvenes, que presionados en interrogatorios policiales, hayan reconocido -como técnica de supervivencia- que alguien les prometió recargar con 100 dólares su teléfono móvil, solo cabe en un trastornado que ya no distingue la realidad de la ficción, porque un momento antes había clamado por las remesas; es decir, un mercenario que maneja miles de millones de dólares de la emigración, sin atreverse a sacar a GAESA del pingüe negocio, critica a un pobre que, supuestamente, cobra 100 dólares por una algarada.
También la emprendió el mandatario contra los pitusas, haciéndose un lío con Dulles y Brzezinski, una incoherencia monumental porque Díaz-Canel y sus familiares -como es normal en medio mundo- usan jeans, pero como el mandatario improvisa casi todo, así le salió.
Como le salió que los "ministerios ya están metidos en los barrios de La Habana", tras decir momentos antes que su gobierno trabaja en una mayor autonomía municipal y lamentar que el coronavirus haya dejado a los habaneros sin reuniones con los Delegados del Poder Popular; si el presidente no se toma en serio a si mismo, es muy difícil que periodistas y ciudadanos lo respeten.
Los cubanos saben que los Delegados del Poder Popular son los grandes sacrificados de la contienda y, aun cuando entre ellos haya oportunistas y simuladores, como en todo sistema político, no son -ni por asomo- los responsables de la destrucción de Cuba, que padecen junto a sus vecinos, y muchísimo menos de la justa rebelión del 11J, del que Raúl Castro también es responsable directo.
Mala costumbre presidencial de abrir brechas entre su propia gente -cuando más necesita de unidad y claridad de actuación- habiendo tenido avisos contundentes de dirigentes provinciales, que no están dispuestos a cargar con los muertos provocados por la mala política de Díaz-Canel y López-Calleja.
Y, como no podía faltar, su acto fallido recurrente: CiberCuba, que lo pone a gozar cuando suena al avaro López-Calleja y al mentecato de Marrero Cruz, mandado a refrescar para que no siga mostrando su incapacidad a todos y encabronado a los médicos, y lo desatina cuando informa profesionalmente sobre el desastre sanitario y la pobreza, las elecciones norteamericanas, las vicisitudes migratorias y los errores presidenciales.
Difícilmente la UPEC y los directores de medios, por muy disciplinados que sean, puedan comunicar algo, cuando no existe estrategia política, excepto improvisar, culpar a Estados Unidos y a la oposición e insultar a millones de cubanos empobrecidos por casi 63 años de políticas comunistas.
Cuba sigue camino a la perdición porque su presidente no tiene un plan de gobierno, no sabe qué hacer con un país de gente noble, capaz y emotiva; como esa reportera con aguaje, que quimba con un nagüito; siendo toda ella cabeza, corazón y lengua, capaz de agradecer que sus padres sean los primeros universitarios de la familia, pero sensible ante mujeres, jóvenes, negros y pobres que el 11J descolocaron al poder.
Pero no todo está perdido, el próximo combate se librará en las redes con un aguerrido ejército de internautas mentirosos con sargentos que ni siquiera saben cómo se llama La Piragua habanera, pero llenos de entusiasmo y deseosos de mostrarle a Díaz-Canel que ellos también son brutos; mientras sueñan con una casa, un carro y una buena pareja; aunque lo del automóvil lo tienen complicado porque Ronquillo hizo un inventario y la flota automotriz está diezmada; como la vida misma.
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