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Trabajadores de Thai Binh Global Investment Corporation, primera empresa de capital vietnamita en establecerse en la Zona Especial de Desarrollo (ZED) Mariel, organizan un donativo de pañales desechables al Programa de Asistencia Social a Niños con Discapacidades de Artemisa.
Carlos L. Semino García, jefe de Exportaciones de Thai Binh, aseguró a la prensa oficialista cubana que esta iniciativa es muy bien acogida por las madres con hijos discapacitados, pues ayuda a mejorar la calidad de vida de sus pequeños.
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La acción forma parte del programa social de la empresa extranjera, aunque está rectorado por Salud Pública. Entre martes, miércoles y jueves entregarán, en los policlínicos de cada localidad de Artemisa, pañales desechables que van desde la talla S hasta la XL.
La donación comienza por la ciudad capital de la provincia, luego se extiende a Mariel, Bahía Honda, San Cristóbal y Candelaria. El resto de los municipios recibirán sus donativos después del 15 de abril.
Esta empresa vietnamita comercializa pañales desechables producidos en la ZED Mariel desde el 19 de noviembre de 2019. Son los creadores de las marcas TB Kids Premium y TB Kids Premium Plus y tienen representación en Cuba hace más de 20 años.
Thai Binh tiene, además, una línea de protectores diarios TB Care Thin Liners y TB Care Regular Liners, de 20 y 40 unidades, que también comercializa en la isla.
El proceso inversionista para que esta fábrica pudiera comenzar a producir en Cuba fue extremadamente lento. Los trámites se iniciaron en marzo de 2016 y no consiguió cumplir su primer trimestre productivo hasta mediados de 2019.
La fábrica tiene una capacidad de producción anual para 120 millones de culeros desechables y para unos 240 millones de protectores diarios íntimos.
Los pañales desechables son un artículo muy necesario para el uso diario y el confort de los niños, pero en Cuba son tan costosos que se consideran casi productos de lujo, que pocos padres se pueden permitir.
Recientemente la madre de un joven cubano con autismo severo denunció las precarias condiciones en que viven ella y su hijo, quien padece de insuficiencia renal crónica. Yoendry Acosta ya tiene 30 años, pero su mentalidad es la de un niño. El joven es sordo, autista, asmático, diabético, alérgico al gluten, tiene retardo mental severo e insuficiencia renal crónica y no recibe ayuda del gobierno. Solo tiene una pensión que desde diciembre se elevó a 2660 pesos, pero “no alcanza para nada”.
La crisis en Cuba ha llegado a un punto en que las madres se han visto obligadas a demandar ayuda en las redes sociales. No piden pañales desechables, sino medicamentos, algunos casos para enfermedades como la epilepsia, y otros para patologías simples de tratar como enfermedades de la piel, pero que se convierten en verdaderos tormentos para los pequeños por la carencia de fármacos en la isla.
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