Sin salud no hay país: Historias dolorosas del Covid y negligencias médicas en Cuba

Cubanos sufren las carencias y la indolencia en el sector de la salud.

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Este artículo es de hace 3 años

Sobre su ataúd reposa una bandera y, a un lado, una mesita con mantel exhibe las múltiples medallas que ganó en la lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista y contra sus propios paisanos en la guerra del Escambray.

El combatiente de la revolución ha muerto a manos de la indolencia entronizada por la propia revolución en todo el país, y que se muestra particularmente letal en el sistema de Salud Pública del que Paco -así lo llamaremos en lo adelante- ha resultado ser una de sus más recientes víctimas.


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Mientras sus familiares lo lloran, una doctora lucha por su vida a unos kilómetros de distancia en algún hospital del oriente cubano. Le cuesta respirar y necesita oxígeno constante. A ella -Yesenia, en esta historia- también la ha golpeado la indolencia del sector para el que lleva años trabajando.

Después de los años 30 del pasado siglo, la frase “sin azúcar, no hay país” devino en mantra entre los productores azucareros cubanos, golpeados por la crisis mundial y amenazados con políticas arancelarias por parte de productores industriales que reclamaban, a su vez, “sin industrias no hay nación”.

Al parecer, la crisis sanitaria que hoy azota Cuba era impensable entonces, y los cubanos tenían sus necesidades cubiertas en este sentido. Ahora, luego de décadas sin azúcar, sin industrias y sin nación la fórmula se reduce a algo más simple: sin salud, no hay país. Hemos tocado fondo.

Paco, el combatiente

Paco fue diagnosticado con una neumonía sin confirmar, porque no había disponibilidad de placas para hacerle rayos x. Fue trasladado al hospital Celia Sanchez Manduley, de Manzanillo, porque en Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, no había no había sondas, camillas ni otros recursos necesarios para atenderlo. El servicio de ambulancias, como en el resto de la isla, también es deficiente y tuvo que esperar horas para su traslado.

Pero en el Celia la atención dejaría mucho que desear. Allí lo tuvieron 10 horas sin brindarle alimentos en una cama sin sábanas. Le administraron Kaletra y Cloroquina, pues era sospechoso de Covid19, y lo dejaron a su suerte. Ambos medicamentos forman parte del protocolo, como alternativas terapéuticas, para el manejo del nuevo coronavirus en Cuba, según un artículo en la Revista Habanera de Ciencias Médicas de la Universidad de la Habana, publicado en junio de 2020.

El uso de la Cloroquina, según el estudio científico, permite “promover una conversión negativa al virus y acortar el curso de la enfermedad”, mientras que la Kaletra es un antirretroviral que pertenece al grupo de los llamados inhibidores de la proteasa. Ambos medicamentos pueden provocar arritmias y otros síntomas cardiovasculares, además de diarreas, vómitos, mareos y cefalea.

Paco era hipertenso y tenía una cardiomiopatía. Su nieto, médico especialista en Medicina General Integral y residente de una segunda especialidad, no se explica cómo pudo obviarse este detalle en la atención a su abuelo. Paco se defecó y se orinó en una cama sin sábanas y sin desinfectar, donde antes había estado una paciente positiva al Covid19. A él ya le habían hecho un PCR que luego dio negativo. Allí pasó cinco días sin tratamiento.

Sus últimos días sobre esta tierra fueron una cadena de calamidades y de sufrimiento que ningún anciano ni ningún ser humano debería sufrir. Al final, le dieron de alta y lo trasladaron en un ómnibus lleno de pacientes, sin el consentimiento de familiares, hasta otro municipio donde dijo que vivía. Paco tenía Alzheimer, pudo haber dicho cualquier cosa. Nunca se supo si tenía Covid pues sus familiares exigieron otra prueba PCR después de haberse acostado en aquella cama, y antes de haber sido trasladado a esa localidad en la que ya no vivía, pero Paco murió. Ahora, los pasajeros del ómnibus temen estar contagiados de Covid.

No hubo compasión para Paco que cerró sus ojos por última vez en las peores condiciones. De nada le valieron sus medallas y su sacrificio. Su nieto lo sabe y la impotencia no lo ha dejado vivir. Se ha quejado a instancias provinciales, nacionales y virtuales, más como catarsis que como vía de solución al problema. El problema es sistémico y él lo sabe. También lo sabe el funcionario que lo ha requerido por quejarse y los que cobran por intimidarlo. Es duro tener que lidiar con represalias y acoso en un momento en que solo el dolor por la perdida de un ser querido debería preocupar. Pero a los represores no les importa su pérdida. Ellos son parte de la desidia, la indolencia y el problema.

Historias de la indolencia

Iyolexis Despaigne, periodista independiente, denunciaba en sus redes el 24 de enero el estado de abandono en que habían dejado a un anciano en el hospital clínico quirúrgico de La Habana. Acostado en una camilla en medio del pasillo con los pantalones mojados de orina y a la vista de todos, el anciano no estaba reviendo atención ninguna. El personal de guardia dormía. Iyolexis fustigó las condiciones del señor y cuestionó que no hubiera enfermeras para ocuparse de su trabajo.

A inicio de pandemia, el Ministro de Comercio Exterior, Rodrigo Malmierca, insistía en que Cuba contaba con “90 mil médicos bien preparados", sufientes, segun el ministro, para enfrentar el COVID-19 en Cuba y para rentarlos en el extertior.

Sin embargo, y de acuerdo a medios oficiales en la isla, solo en los dos primeros meses de pandemia, más de una veintena de países ya contaba con decenas de profesionales cubanos de la salud de reciente adquisición por la Covid19, sin contar los 30 mil trabajadores del sector que se encontraba laborando desde antes en 60 países, como resultado de la exportación de servicios de salud cubanos.

Diez de los países a los que fueron enviados inicialmente por el gobierno de Cuba, tenían muchos menos casos de coronavirus por millón de habitantes que nuestro país emisor de médicos en fecha tan temprana como abril.

¿Está enviando Cuba a sus médicos adonde más se necesita o adonde sean aceptados?”, cuestionaba un informe de la agrupación NoSomosDesertores en su blog.

La realidad ha demostrado ser aplastante en términos de enfrentamiento de este flagelo en la isla.

Los mas de 15 mil casos acumulados en febrero advierten que la situación sanitaria en Cuba se le ha ido de las manos al Ministerio de Salud Pública. Los casos positivos de los dos primeros meses del 2021 ya han duplicado el total de casos de 2020.

“Nuestro sistema colapsó”, dijo una estomatóloga cubana en el mes de enero al denunciar las condiciones en el centro de aislamiento de la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI), donde estaba alojada tras dar positivo al Covid19. La dentista, que dijo haber contraído el virus mientras trabajaba por contacto con una superficie infectada, estuvo cuatro días sin recibir atención médica y sin respuesta a su caso mientras sus síntomas y los de otros se agravaban.

Algunos requerían hospitalización y la doctora dijo ver sin sentido su permanencia allí sin tratamiento ninguno, ni siquiera vitaminas. También consideró inaceptable que no hubiera medicamentos, especialmente para quienes habían permanecido en primera línea de lucha contra el coronavirus.

La doctora Yesenia

Yesenia no puede hablar, aun depende del oxígeno que le llega artificialmente para respirar sin dificultad, pero puede escribir, entre ratos. No quiere que su nombre real ni su ubicación sean mencionados. Tiene miedo, pero no quiere quedarse callada. Piensa que si ella, siendo doctora, fue víctima de un rosario de negligencias y maltratos, ¿que no estará sucediendo a nivel nacional con otros pacientes que no tienen los conocimientos y las posibilidades que ella tiene?

Para ella todo comenzó un día que parecía ser como otro cualquiera, en su consulta de urgencias. Una colega con quien había compartido el turno anterior había resultado positiva a la Covid y estaba aislada, pero a Yesenia le informaron que no le harían el test rápido porque no tenia síntomas. Al día siguiente tuvo un dolor incomodo en la región lumbar, un escalofrío y ardor al orinar.

Pensó que era alguna infección en los riñones y no le dio importancia. Cuando amaneció se fue a trabajar, como si nada. Mas tarde, mientras atendía una paciente en el cuerpo de guardia, las personas que estaban cerca comenzaron a quejarse de un mal olor y al examinar la paciente se percata de donde provenía la fetidez, pero no podía oler nada. Y entonces supo. Como médico, sabe perfectamente que uno de los síntomas de la Covid es la pérdida del olfato.

Se asustó, y pidió a un colega que asumiera su turno, inmediatamente. Salió de urgencias hacia los taquilleros, se lavó las manos y probó la merienda asustada. Algo andaba mal. Había perdido el paladar.

No lo pensó dos veces, y se dirigió al cuerpo de guardia de respiratorio donde, en vez de hacerle un test rápido y medidas de aislamiento, le indicaron un hemograma completo y parcial de orina. “¿Cual era el objetivo si yo lo que presentaba era respiratorio?” se pregunta extrañada, la doctora.

Estuvo allí esperando tres horas por los resultados. Durante ese tiempo comenzó a sentirse decaída y apareció la tos que, al principio, achacó a los nervios. Finalmente, se decidió a buscar la influencia de alguien con mayor rango administrativo y logró que, al cabo de 5 horas, le hicieran un test rápido. El resultado dio positivo. Y todos a correr, excepto el trabajador de higiene quien se acercó a ella y le puso una multa de 3 mil pesos por “trabajar con síntomas”, lo cual -insiste Yesenia- no es real. Su jefe tampoco pareció interesarse por su estado de salud cuando la llamó en ese momento para reclamarle por que había dejado la guardia, y decirle que no tenia quien la sustituyera en su especialidad.

En total, estuvo hasta las nueve de la noche esperando para que la trasladaran a un centro de aislamiento, hasta que por fin decidieron mandarla para su casa porque "no había camas" en estos centros.

Ya para ese entonces su estado general había empeorado y tenía fiebre. Al día siguiente, en su casa, sus síntomas se agudizaron. Su madre, desesperada, llamó a varios lugares pidiendo que “por favor hagan algo, mi hija se está muriendo”.

Del otro lado de la línea solo llegaban justificaciones: “no hay cama”, “no hay ambulancia”. Así, hasta que apareció “un amigo coronel”, en este caso, una metáfora en alegoría a alguien con poder que casi a la medianoche “resolvió” una ambulancia para trasladarla a un centro de aislamiento. Por suerte para Yesenia, el paramédico se percató que Yesenia estaba grave y llamó para que fuera llevada a un hospital. El traslado fue con oxígeno. Ya no podía respirar.

Pero en ese hospital tampoco le dieron atención, “ni me miraron”, dice. Alguien le dio le número de teléfono de una funcionaria de la dirección de salud que, al recibir su mensaje, la bloqueó inmediatamente.

Su situación solo empeoró, allí estuvo horas sin merienda, sin agua y sin comida, con vómitos, diarreas y fiebre. Se deshidrató, entró en shock y perdió el conocimiento. Cuando despertó, estaba en otro hospital.

El drama que se repite

A inicios de 2021 un pedazo de techo caía sobre un paciente en el Hospital Calixto García de La Habana. Un usuario de Twitter presente en el lugar, hizo públicas las fotos en la red social. El hecho es un simbolismo del estado de depauperación de las instalaciones hospitalarias a lo largo y ancho del país.

Días más tarde, un médico cubano residente en Brasil denunciaba que su madre estaba “infartada en un policlínico sin recursos” y que la ambulancia llegó demasiado tarde “después de 2 horas de haber fallecido”.

La situación de la falta de medicamentos es insostenible. En las redes abundan los pedidos para todo tipo de dolencias en Cuba, donde el Covid19 pareciera ser, a veces, la menor de las preocupaciones de un pueblo que ya no tiene a que asirse para continuar sobreviviendo. La carencia de productos de aseo también contribuye al incremento de la pediculosis y la escabiosis que tienen ahora mismo al país en estado de alarma epidemiológica junto a los estragos de pandemia y la desidia.

En medio de este desastre, la muerte de Paco y la recuperación de Yesenia son capítulos de un mismo drama de debacle sanitaria, de una pesadilla de la que más temprano que tarde habrá que despertar. Para Paco, todo ha terminado. Para su familia y para Yesenia, una nueva vida apenas comienza.

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Annarella Grimal

Annarella O'Mahony (o Grimal). Aprendiz de ciudadana, con un título de Máster otorgado por la Universidad de Limerick (Irlanda). Ya tuvo hijos, adoptó una mascota, plantó un árbol, y publicó un libro.


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