Granma ha dado a conocer algunos datos relativos a la siembra en frío en la campaña 2020-2021 que deben asegurar, como dice el director general de agricultura del ministerio, que se “asegure el 70% de los volúmenes productivos que se planifican para el próximo año”.
Lo primero que se debe advertir es que ese objetivo no se alcanzará. Si el régimen quiere aumentar la producción durante la campaña de siembra de frío por medio de las anunciadas 378.623 hectáreas, que suponen un aumento del 18% con respecto a lo logrado en la contienda anterior, simplemente se queda lejos. Debe rectificar cuanto antes.
Para entender lo que significa este dato, y otros ofrecidos por el régimen, conviene echar un vistazo a las estadísticas oficiales de ONEI, ya que allí, en 2019, último año para el que se dispone de información, la superficie cosechada y en producción alcanzó un total de 1.289.000 hectáreas, lo que significa que el régimen quiere superar los problemas de alimentación a corto plazo, poniendo en cultivo para la campaña, menos de 30% de la cosechada en 2019. Este es el punto de partida que nos ocupa. No es posible aumentar la producción, sino se incrementa la superficie, toda vez que no cabe esperar un incremento de los rendimientos a corto plazo.
Por otra parte, los datos por producciones son alarmantes. Así, por ejemplo, las 52.404 hectáreas de viandas anunciadas para siembra en frío, contrastan con las 331.445 hectáreas de 2019, un 85% menos, o las 57.221 hectáreas de hortalizas en cultivo que son claramente inferiores a las 182.333 hectáreas de 2019, un 69% menos. En cuanto a los granos, las 69.832 hectáreas que se han anunciado, están claramente por debajo de las 245.374 de 2019, un 72% menos, en este caso, con el arroz, alimento básico de la dieta de los cubanos. Por último, en el caso de cítricos y frutales, han sido cultivadas 4 888 hectáreas para siembra en frío, de las 82.000 hectáreas de 2019, casi un 96% menos de superficie.
No hace falta ser un experto para concluir que estas estimaciones de tierras en cultivo apuntan a cosechas reducidas, insuficientes, que no van a resolver los problemas de alimentación a corto plazo, sin despejar las continuas incertidumbres con las que se enfrenta el régimen para dar de comer a todos los cubanos. Desde luego, siempre habrá justificaciones para el régimen a la hora de la verdad, como por ejemplo, el sempiterno bloqueo o embargo a la isla, o en el caso de la actual temporada, las lluvias y el paso de la tormenta tropical Eta. Y aunque afirmen que se incrementan las superficies de cultivo con respecto a la temporada anterior, los datos no lo indican así.
De hecho, vistas en perspectiva temporal suficientemente larga, la mayor parte de las producciones agropecuarias cubanas han descendido en los últimos cinco o seis años. Por ejemplo, las hortalizas cayeron un 10% desde 2014, los tubérculos han descendido un 5,6% desde 2016, la papa en concreto, otro 6%, el caso de los cereales (arroz) un 21% de descenso, las leguminosas un 25%, los cítricos y otras frutas, alrededor de un 10%. Las caídas registradas en la producción explican por qué los mercados están vacíos y si bien es cierto que la iniciativa privada emprendedora ha liderado este proceso, pasando a desbancar a la estatal en la producción agrícola, el régimen es el único responsable de estos límites, trabas y frenos que impiden el crecimiento. Los comunistas cubanos no quieren agricultores privados prósperos. Esta es la dura realidad que dejan entrever las cifras.
La provisionalidad en la gestión de los campos aterra. Esta es la fecha que andan preparando cultivos que ya deberían estar sembrados, y hay otros, como arroz y tabaco donde todavía están en la determinación de las pérdidas de cosechas y las labores de preparación de tierras para aumentar las superficies que permitan incrementar las siembras y recuperar los atrasos existentes. En el caso de la papa, se anuncia la siembra de unas 5.010 hectáreas, un descenso que las autoridades cifran en unas 2.740 respecto al año anterior (algo más de lo que surge de las estadísticas oficiales) debido “a que no se pudo importar la totalidad de las semillas necesarias”.
En realidad, los problemas de la agricultura cubana son de índole bien distinta. La gestión de las políticas agropecuarias ha sido desastrosa, y el modelo elegido desde los arrendamientos de Raúl Castro, no funciona. No han mejorado la producción, ni los rendimientos, ni mucho menos la comercialización. Se mantiene la necesidad de importar alimentos que bien se podrían producir en el país.
Si realmente la campaña de frío es la etapa más importante para el rendimiento agrícola, como dicen las autoridades, y tiene como principal objetivo satisfacer la alimentación de la población y contribuir al objetivo de la sustitución de importaciones, las cifras no cuadran. No se puede engañar a la gente, ofreciendo cifras que, ni por asomo, van a mejorar los niveles de producción.
Las tierras se le atragantan al régimen comunista, y el modelo de los arrendamientos no sirve, no funciona, no garantiza un incremento sostenido de las producciones. Hay que ir pensando en las formas jurídicas de propiedad de la tierra y la reforma de los mecanismos de comercialización. En caso contrario, la crisis alimentaria puede estallar en cualquier momento.
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