Financiación y cooperación con Cuba deben ligarse a avances en libertad y derechos humanos

La pobreza y el endeudamiento de Cuba son una oportunidad para presionar al régimen, exigiéndole avances en derechos humanos, libre empresa y justicia social.

Ricardo Cabrisas, al centro, renegociando deuda de Cuba con Holanda © Granma
Ricardo Cabrisas, al centro, renegociando deuda de Cuba con Holanda Foto © Granma

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Este artículo es de hace 4 años

A pesar de no tener vínculos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), el Gobierno cubano, con escasa capacidad de pago a sus acreedores y en medio de una crisis económica estructural y financiera, ha estado muy pendiente de las exhortaciones de estas instituciones a los países ricos y el Club de París a favor de los países más pobres.

Al Gobierno cubano, quizá sin pretenderlo, le han surgido nuevos aliados; dos instituciones que durante décadas han sido objeto de feroces críticas de La Habana y sus compañeros del Socialismo del Siglo XXI y del Foro de São Paulo, acusándoles de generar más pobreza y de asfixiar a los gobiernos deudores con sus imposiciones neoliberales.


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En julio, el presidente del Grupo del Banco Mundial, David Malpass, pidió a los grandes acreedores internacionales “que extiendan el plazo de la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda hasta el final de 2021 y se comprometan a darle a la iniciativa el mayor alcance posible”.

Según Malpass, “la situación en los países en desarrollo es cada vez más desesperada (...) Necesitamos actuar rápidamente sobre la suspensión de la deuda, la reducción de la deuda, los mecanismos de resolución de la deuda y la transparencia de la deuda”, puntualizó, en una cumbre del G-20.

Las propuestas no han entusiasmado a otros actores financieros de peso como el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), asociación de las instituciones financieras privadas más grandes del mundo. “Los acreedores han destacado preocupaciones importantes de que la Suspensión del Servicio de la Deuda podría restringir el acceso al mercado internacional para los países que actualmente lo tienen”, expresó su director, Timothy Adams, en una carta al FMI, Banco Mundial y Club de París.

“Es imperativo que los países prestatarios estén bien informados sobre las posibles consecuencias para el acceso al mercado al solicitar la suspensión del servicio de la deuda”, advirtió. Paradójicamente, el Banco de Desarrollo de China, país del que ha salido el nuevo coronavirus, también ha sido esquivo a la hora de comprometerse con las moratorias.

¿Ha podido subirse Cuba sobre a esta ola dolarizando su economía?

Fidel Castro comparaba a la deuda externa con un cáncer. “El imperialismo ha creado esa enfermedad... y tiene que extirparse quirúrgicamente, totalmente.”

Los actuales dirigentes cubanos no destacan por cumplir con sus socios y prestamistas, pero por lo menos han reconocido que cuando no hay mecenas extranjero, aunque sea hay que hablar con estos. En mayo la prensa extranjera reveló que el viceprimer ministro, Ricardo Cabrisas, pidió al Club de París “una moratoria para 2019, 2020 y 2021, y volver a pagar en el 2022”.

Aunque inicialmente no le han concedido el plazo que pedía, por lo menos el ministro se ha apuntado el aplazamiento de los pagos vencidos hasta diciembre próximo. Para el Gobierno cubano conseguir cualquier moratoria de los pagos es positivo, pero también un arma de doble filo, si tenemos en cuenta la advertencia lanzada a los deudores por el Instituto de Finanzas Internacionales.

El Gobierno de Cuba está inmerso en una profunda crisis de liquidez, que realmente le impide cumplir con los pagos a los acreedores, los aplazamientos acentúan sus dificultades para captar nuevos recursos en especial por la extendida desconfianza en su capacidad y voluntad de pago, que lo catalogan como cliente de alto riesgo en el mundo financiero.

Los aplazamientos y quizás quitas en el servicio de la deuda, no son buenas noticias para los accionistas de las empresas e instituciones financieras, aunque de nada algo, dirán algunos prefiriendo además no entrar en largos pleitos con difícil ejecución posterior.

Pero el asunto primordial para el Gobierno cubano es cómo conseguir financiación, cuando por décadas ha primado la cultura de mala paga y sigue aferrado a un modelo económico disfuncional que le impide no solo pagar sus deudas internacionales, sino la abultada deuda socioeconómica que mantiene con la mayoría de los cubanos.

Posiblemente, en los próximos meses logre otros aplazamientos de parte de los acreedores, pero ya es hora de que éstos comiencen a exigirle una hoja de ruta de reformas económicas con medidas entre las cuales deben estar, al menos:

  • La ratificación de los Pactos de Derechos Civiles y Políticos de Naciones Unidas, que firmó en 2008 y nunca ha ratificado.
  • El derecho pleno a la propiedad privada por parte de los cubanos, el derecho a fundar empresas e invertir libremente.
  • Que los salarios a los trabajadores de empresas de capital extranjero o mixto sean pagados directamente a éstos sin que el estado se apropie de la mayor parte de las retribuciones y que puedan negociar libremente sus contratos.
  • Que una parte de los recursos financieros estén destinados a financiar pequeños y medianos negocios.
  • Que exista una mayor transparencia en cuanto a las finanzas públicas y los activos del estado.

Cuba tendrá mayor capacidad de pago en la medida en que abra más su economía y, si las restricciones económicas y financieras internacionales no deberían afectar a los cubanos empobrecidos, por esas mismas razones las facilidades financieras deberían estar sometidas a condiciones a favor de estos cubanos a los que se dicen proteger; sobre todo, cuando el endeudamiento de la isla, lamentablemente, no es el endeudamiento privado del partido comunista, sino de todos los cubanos de ahora y del futuro.

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Yaxys Cires Dib

Yaxys Cires Dib, Pinar del Río, 1979. Abogado. Director de Estrategia del Observatorio Cubano de Derechos Humanos y Coordinador de Cuba Humanista.


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