¿Por qué me he convertido en una opositora?

Ellos son los únicos que poseen la magna prepotencia de decidir quién lleva un contenedor a Cuba y por supuesto, magnificarse con ello, como los salvadores de la humanidad.

Maribel García González © Cortesía de la autora
Maribel García González Foto © Cortesía de la autora

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Este artículo es de hace 4 años

Nací en una familia comunista y me enseñaron a decir que Fidel era mi segundo papá. Luego a los 17 años, me fui a vivir a La Habana, pero no a La Habana Vieja, sino a Miramar y allí conocí los hijos de Fidel, del Che y otros dirigentes. Ya nunca más volví a pensar igual pues a raíz de relacionarme con los hijos de los altos funcionarios abrí los ojos. De hecho mis amigas hacían sus vacaciones, ya por aquel entonces, en París.

Se me quitó la venda de los ojos y cuando regresaba a mi oriente natal y contaba lo que había visto, como en la caverna de Platón, pues nadie me creía y me tildaban de “loca”. Aún no se atrevían a decirme gusana o terrorista, como lo hizo hace un mes la embajada cubana en Suiza, por ser una más de los tantos que participaron en un encuentro cubano a favor de la libertad y la democracia.


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Es vergonzoso que aprovechen cada oportunidad para desacreditar a todo el que se le cruce con otra manera de observar la realidad. Qué vergüenza siento por ese régimen capaz de vanagloriarse refiriéndose a ellos como solidarios, mediadores, que se permiten negociaciones de paz para Colombia, y que no sean capaces de ponerse la mano en el corazón, de ser por una vez dignos de entablar diálogos con la diáspora cubana, de escuchar a esos millones de cubanos que viven en el exterior, quienes son al mismo tiempo los que mantienen parcialmente la isla. Ejemplo concreto, es el no aceptar los cinco contenedores de ayuda humanitaria acopiados por los cubanos americanos y ciudadanos solidarios en los EE.UU, tildándolo de políticamente no oportuno.

Ellos son los únicos que poseen la magna prepotencia de decidir quién lleva un contenedor a Cuba y, por supuesto, magnificarse con ello, como los salvadores de la humanidad. Me consta personalmente al haber intentado acopiar insumos a raíz del tornado en La Habana y no haya existido otra posibilidad de envío que no fuese a través de la embajada cubana, lo cual yo desestimé categóricamente y me tocó junto a una cubana, vender empanadas para, con las ganancias, enviarles el dinero directamente a varias familias necesitadas.

Mis vivencias, después de los 17 años fueron múltiples con el régimen y siempre de perdidas. El exembajador de Cuba en República Dominicana, Miguel Pérez Cruz, con residencia en calle 3ra, entre 22 y 24, número 2204, Miramar, Playa, le robó a mi familia, lo que fue por casi diez años mi humilde hogar y por más de cincuenta, el de mi abuela (Enma Piñeiro Mantilla). Hogar que mi abuela pagó en usufructo gratuito por años y este individuo no esperó ni una semana a que mi abuela reposara en paz, para junto a su cómplice “Diosdado”, el jurídico de zona congelada por aquel entonces y posteriormente juzgado por sus fechorías de ventas y traspasos ilícitos, mandara a clausurar la vivienda. Este Dr. en Robo Organizado pagará algún día y espero que sea ante la ley de los hombres, pues la divina, ¡le está esperando de seguro!

También cito el padre de mis hijos M.Sirol, que fue el primer inversor que llegó a Cuba a finales de los años 80 con barcos de velas, lanchas rápidas y tablas de surfing, para desarrollar el turismo de vela y lo engañaron como a tantos empresarios que creyeron en la seriedad del emprendimiento dentro de la isla y que por un romanticismo con la isla caribeña pusieron proa rumbo a ella. El final de él fue el mismo que el de tantos otros emprendedores, lo peor es que hoy hace algo más de 25 años de esto, y se sigue haciendo lo mismo y solo queda el recuerdo de un barco que quedó para marcar la entrada en la autopista que va a la Ciénaga de Zapata.

Son tantas las razones por las que no comulgo con el régimen y, ¡qué decir del trato de la embajada cubana en Suiza para con los cubanos! ¡Cuántas anécdotas de cubanos que no pudieron despedir a sus seres queridos por motivos consulares! Solo cuento con el nombre de un cónsul que nos trató como seres humanos, Leosbel Arias, y buscó el acercamiento con sus coterráneos en la diáspora helvética, a este se le vio buena intención, pero como todo lo hacen con un trasfondo, hoy por hoy ya no sé qué pensar de esas “buenas intenciones”.

Me queda aún otra espinita clavada con la embajada cubana en Suiza, que emitió un comunicado a raíz del encuentro pro democracia declarando que éramos un grupúsculo pagados por la CIA, el exilio o los extraterrestres, esto simplemente por habernos reunidos pacíficamente para hablar de libertad y democracia. Los cubanos reunidos allí sólo éramos pacíficos emigrantes que logramos hacer un camino de estudio y trabajo en Suiza. Personas de bien, integradas, incluyendo niños. Si vuelven a hacer algo así, yo misma me auto-acusaré para que la policía federal escudriñe mis cuentas bancarias y pueda atestiguar que mi dinero procede exactamente de fuentes lícitas, como son los propios órganos judiciales suizos, instituciones y hospitales para los cuales trabajo.

Qué queda para un cubano con dignidad, que no sea polarizarse totalmente del otro lado, pues con ellos no hay chance de diálogo constructivo; solo impera su ley y su partido. Que vivamos en el extranjero no es símil de dejar de ser cubanos y de haber perdido nuestra identidad con la patria. Somos como las tortugas que defendió el Dr. Ariel Ruiz Urquiola, estas siempre regresan a su nido, lo hagamos física o cuánticamente con la mente. Yo por ejemplo, me he involucrado en esta lucha, pues no puedo quedarme dentro de mi cueva donde solo deseo que reine la paz y la tranquilidad.

Maribel junto al cintífico cubano Ariel Ruiz Urquiola / Foto: Cortesía de la autora

Es lo que más intento alcanzar y me involucro en una encomienda que solo trae intranquilidad, lo cual está en contradicción con lo que persigo y arriesgando a represalias, tanto para mí como para mi familia, pero tengo una gran disyuntiva y es el dolor de ver mi tierra, mi patria, tan deteriorada. Ver miles de personas que no tienen familiares en el extranjero pasando tanto trabajo. Aun así, los que gozan de esa posibilidad, encuentran muchas dificultades. Luego quieren esos gobernantes que nosotros aboguemos por el cese del embargo. ¿Cómo puedo yo pedirles eso a los yanquis, como le dicen, si el peor bloqueo lo tenemos dentro de Cuba?

El día que ustedes autoricen a los campesinos y a los cuentapropistas a trabajar, sin que luego los acusen de enriquecimiento ilícito, se podría ventilar, quizás. El día que me digan que no hay presos de consciencia por tener otra proyección, se podría hablar. El día que no mancillen a los opositores o disidentes, construyéndoles falsas acusaciones para encarcelarlos por delitos comunes, ¡ese será el día! Entonces, yo seré la primera que enarbolará este mensaje, pero mientras vea que encarcelan y mueren presos políticos, no tengo moral para abogar por el cese del embargo.

El día que se permitan auditores internacionales dentro de Cuba y específicamente dentro de las cárceles cubanas, avísenme y cambiaré mi retórica. Hoy abogo a la consciencia cívica de los cubanos, no para que tiren piedras o realicen acciones violentas, sino para que defiendan sus derechos. Mis palabras pueden caer en oídos sordos o sacos rotos, pero están dichas y ahí las dejo, escritas en la historia de otra cubana que han obligado a ser una opositora más. No creo en los estados totalitarios, exijo libertad y democracia para Cuba. ¡Viva mi Cuba libre!

¡Cada cubano tiene una experiencia y un justo sentir, que está también directamente en justa proporción con la estocada del régimen! Y los que aun no sintieron el sable, pues les aconsejo que abran bien los ojos, y como dice el refrán: “si ya han visto las barbas de su vecino arder, vayan poniendo las suyas en remojo” Y si no, ¡pregúntenle a Descemer Bueno!

Nota: Este es un texto enviado a CiberCuba por su autora, Maribel García González

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