La llegada del coronavirus partió a la mitad la cuarta temporada de Farándula, una obra de teatro que ha roto el récord de funciones de las últimas tres décadas en Cuba tras alcanzar 170 puestas y más de 50.000 espectadores. Sin embargo, acostumbrado como está a enfocarse en la solución y no en el problema, su director Jazz Vilá ha encontrado el modo de seguir “repartiendo alegría” porque “nada me va a inhabilitar de crear, ni va a hacerme quedar en un estado oscuro. Yo no creo en pandemias”.
Primero: No contento con dejar al público con ganas de ver su Farándula, el joven dramaturgo, que ya desbordó salas de teatro dentro y fuera de la isla, se las arregló para transmitirla en vivo a través de internet en junio pasado. Más de mil personas se conectaron a disfrutar de Farándula Live desde todos los continentes, menos de la Antártida “porque los pingüinos no tenían conexión”. Y mucha gente lo hizo desde Cuba. En una entretenida charla con CiberCuba, Jazz afirma que “lo bonito fue ver que, sabiendo lo caro que son los datos móviles, se los gastaron en ver una obra tan conocida y querida”.
Segundo: Probado que la presentación online de Farándula fue un éxito, Jazz se atrevió a llevar adelante la primera experiencia teatral cubana hecha para el universo digital. Como no se arrastra a la depresión porque “la fortuna favorece a los valientes”, el también actor asegura que “no se trata de las ideas, sino de hacer que las ideas ocurran. El hombre teme al tiempo, el tiempo a las pirámides y las pirámides a Jazz Vilá. Esa es con la actitud con que yo miro al mundo, la de estar siempre positivo”. De esa mentalidad nació Vestuario o Maquillaje (VOM), la serie que será estrenada el próximo 21 de septiembre en las redes sociales.
Tercero: Aunque pocos lo conocen como un fanático de los videojuegos desde los ocho años (tanto, que tuvo carnet de prensa para cubrir eventos sobre el tema y escribió para una revista especializada), Jazz se empeña en romper esquemas. Amante, además, de los viajes, los mangas y el anime, sabe de memoria canciones en japonés. Sin prejuicios y con el tono que usan para hablar los amigos, comparte sus claros criterios sobre el arte de hacer teatro en Cuba en el siglo XXI.
- ¿Por qué el teatro es “el libro de historia más perenne que existe”?
- Creo que el teatro, al estar vivo, lo que hace es reflejar su momento; los actores tratan de mostrar lo que están viviendo. El teatro tiene un espíritu que siempre está anclado al presente, incluso si toma como marco el pasado. Shakespeare, por ejemplo, cogió historias de los grandes reyes Enrique IV, Enrique V o Ricardo III, para contar algo de lo que estaba pasando en la Inglaterra de su tiempo, bajo el reinado de Isabel. Si vamos a algo nacional, como el Teatro Alhambra, encontramos al negrito, la mulata y el gallego, que representan a la sociedad cubana de ese momento y las necesidades que tenían. Si tú estudias ese teatro, entiendes mejor la sociedad de entonces. Eso pasa con el teatro que podemos ver, pero también con el que no se ve. Porque cuando ves la ausencia de un tipo de teatro quiere decir que por alguna razón no se hace, o está suprimido para que no se haga. El teatro es como un libro al que se le pueden escribir páginas hermosas de la historia de una sociedad o arrancárselas.
- ¿Crees que tu compañía Jazz Vilá Projects (JVP) ha logrado ser un retrato de la Cuba de los últimos cinco años?
- Si te refieres a los últimos cinco años porque son los que tiene la compañía, por supuesto. El teatro es una crónica viva y parte de lo que yo he hecho con mi teatro es hacer una crónica de la Cuba de los últimos tiempos porque yo escribo sobre Cuba. Pero mis personajes tienen sobre todo una base universal. Más allá de que se refieran a Cuba, hablan de cómo los cubanos lidian con problemas universales. Porque la corrupción que puede haber aquí es como la corrupción que puede haber en México. Lo mismo pasa con la emigración: de aquí hay gente que se va en balsas para Miami, pero de África hay quienes se van en pateras para España e Italia. Mi interés es que a través de las historias que cuento, la gente de ahora se pueda retratar.
- ¿Crees que el público joven todavía está ávido de ver teatro, que por mucho tiempo el teatro cubano no se pareció a él?
- Eso es algo que aseguraría. Hace dos décadas, por ejemplo, el público gustaba de ver otro tipo de teatro, pero tengamos en cuenta que entonces los móviles no existían. Por tanto, la evolución que ha tenido el mundo, no solamente Cuba, ha llevado a que el ser humano cambie. Los jóvenes de ahora no son los mismos de entonces. Si antes iban a ver Las brujas de Salem o Bodas de sangre, ahora no lo hacen, al menos no masivamente. Los jóvenes no se veían representados en el teatro de los últimos años y yo así lo percibí, como joven que soy y como director que se entiende a la vez como espectador. Y eso tiene que ver con el olvido que ha habido de las grandes obras y autores del teatro cubano. Los jóvenes cubanos no saben quién es Raquel Revuelta, Vicente Revuelta o Héctor Quintero. ¿Por qué entonces van a sentirse identificados con ver una obra de ellos si no saben quiénes son? Un país que va perdiendo poco a poco su historia teatral, va perdiendo la conexión de esa historia con los jóvenes. Los jóvenes quieren ver historias jóvenes, un teatro fresco, y lo quieren ver tanto en la escritura como en la puesta en escena. Podríamos hacer, por ejemplo, Contigo Pan y cebolla, porque es un clásico y como tal puede ser representado en cualquier tiempo al hablar de temáticas universales y atemporales, pero con actualidad.
- ¿Qué hace a JVP una compañía teatral diferente, no mejor ni peor que otras, sino distinta?
- Creo que cada cosa tiene su individualidad, que cada compañía tiene su sello, pero creo que lo que hace a JVP diferente es el espíritu de Jazz Vilá, puede que suene un poco egocéntrico, pero así pienso; es mi afán por hacer que el teatro cubano siga vivo, que siga siendo algo que los jóvenes quieran seguir viendo; es mi deseo que el teatro sea para todos.
- ¿Qué ha sido lo más difícil para ti y para tus actores de hacer teatro para las redes sociales?
- Lo más difícil es sentir el silencio del aplauso. Y no solo del aplauso, sino de la energía del público, de esa retroalimentación que se crea, de ese público que está en silencio o se está riendo, pero exponiendo allí sus sentimientos y eso le llega al actor. Hacer teatro para las redes sociales ha conllevado a adaptar ese sentir y tratarlo de reconstruir desde la mente, desde el recuerdo; es un trabajo difícil, pero que hay que hacer.
- ¿No le tienes miedo a la retroalimentación con el público? ¿A ese, digamos, face to face que facilitan las redes?
- No le temo porque yo me retroalimento del público. Por eso voy a casi todas las funciones. Eso para mí es vital. En el momento que uno como actor o director no escucha a los espectadores, quiere decir que uno no está escuchando su tiempo y que, por tanto, uno no puede escribir su crónica. Mi crónica responde al público. Yo hago teatro para los espectadores, no para mí. Si no escucho, no siento y si no siento, no entrego. Algo increíble que facilitan las redes sociales es la democracia que permite que el público opine, que es algo que cuando está viendo una obra transmite a través del aplauso, del silencio, o de que se levante pronto y se vaya. Y tengo la suerte de que en mis obras si he visto levantarse a tres personas en cinco años es mucho. Hoy en las redes la gente escribe y eso me hace saber qué quiere ver. Uno no puede estar sordo a eso.
- ¿Qué posibilidades te ofrece hacer una obra de teatro para las plataformas digitales?
- Las redes hacen posible extender la obra, expandir la experiencia teatral, ir más allá de una puesta en escena tradicional, que los espectadores puedan vivir más la magia, conocer del proceso, que es realmente lo más bonito del teatro. La función es el producto final que ve el público, pero el proceso que vive un artista, la creación, cómo se va equivocando o acertando en lo que va sumando a la conformación de un personaje, cómo se va viendo el diseño de las luces, cómo la escenografía va variando, el ensayo, la improvisación de los artistas. Lo lindo de las redes es que te permite compartir eso con la gente, por tanto, te humaniza aún más un proceso que ya es humano. El teatro, por encima de todas las cosas, se hace con el alma, con la entrega. Me atrevería a decir que es el medio donde los actores hacen un mayor sacrificio porque es donde más tiempo trabajas, para un tiempo ínfimo. Benditas las plataformas que nos dejan llevar eso a los hogares y ser parte del entretenimiento. Hay que estar a la cabeza.
- ¿Cómo fue el proceso de dirigir a personas que no son actores profesionales: músicos, cantantes, estilistas, etc., en VOM?
- La gente espera con muchísimo cariño las cosas de JVP y VOM es algo nuevo porque es teatro hecho para las redes. No se trata de grabar una obra y de transmitirla en las redes, sino que está pensada para las redes, desde su duración, formato, visualidad. No es un audiovisual ni siquiera para ser puesto en televisión. Creo que cada medio tiene su lenguaje y las redes tienen un lenguaje que todavía estamos descubriendo y el teatro tiene que adaptarse a él. Espero que VOM sea un gran boom. Es el primer experimento que se hace en Cuba, pero yo siempre he sido pionero. Después vendrán y me copiarán, pero la copia siempre es copia. El proceso de dirigir fue sencillo porque todo el que vino, desde los más conocidos hasta aquellos con los que apenas ni había hablado, se sumaron al proyecto de una manera increíble. Se hizo con mucho amor. Incluso hay actores de la compañía como Marlon Pijúan, que lo que hizo fue componer la música de la serie. Son momentos terribles, pero creo que los hemos usado para crear porque somos artistas y esa es nuestra necesidad vital. Con VOM se abre, además, el canal de Jazz Vila Projects Plus que lleva a YouTube nuestra experiencia teatral: la de antes, la de ahora y la que vendrá. Allí pondremos contenido exclusivo de la compañía para las redes sociales y específicamente para YouTube.
- ¿Dónde está el principal secreto de hacer un teatro “adictivo”, que haga que el público vaya a ver la misma obra, una, dos, tres veces…?
- Tengo un espectador que, de las 170 funciones de Farándula, ha ido a ver 26. Y hay otro que ha ido 21 y otro, 17. La media del público la ha ido a ver cuatro o cinco veces. Lo que lo hace adictivo es la necesidad que hay de un teatro de entretenimiento, de un teatro al que se le ha venido a llamar comercial, pero mi teatro no es más comercial que otro, mi teatro vale lo mismo que cualquier otro. No tenemos precios preferenciales por hacer más funciones. Yo cobro lo mismo que cualquier director de teatro, mis actores cobran lo mismo que otro actor en Cuba. Lo que puede ser es que nosotros trabajemos un poquito más, pero lo hacemos porque los espectadores nos quieren seguir viendo. Lo adictivo es aquello que entretiene y nosotros hacemos un teatro con ese fin. Otro factor que provoca la adicción es que a la gente le encanta reír. El mundo es muy desgraciado. Hay pandemia, pero más allá de la pandemia, está el miedo atroz que se le ha inyectado a la humanidad. El mundo está polarizado en un bando y otro y yo pienso que la gente necesita un lugar donde pueda sentirse en paz y ese espacio se lo doy yo con mi teatro. Me encanta que la gente cuando sale de la obra lo primero que me dice es: “¡Ay, he pasado una hora y me he desconectado!”. Si tú le brindas a la gente un refugio para que pueda reír, para que pueda olvidarse de los problemas y de todos sus miedos, entonces quiere venir, una, dos, tres y cien veces. Por eso yo, Jazz Vilá, me he quedado siempre en el teatro.
-Has dicho que el teatro tiene ante todo que entretener, pero haciendo reflexionar. ¿Cómo has logrado tú poner eso en práctica?
- La reflexión no está desligada del entretenimiento. Por ejemplo, El rey león es una obra totalmente comercial, que lleva 20 años en los musicales del mundo, pero donde hay valores sobre las relaciones familiares, de poder, de amistad. Si usted va a ver Farándula también va a ver valores. Hay un artista que está luchando por hacer su obra y salir adelante, una persona que es firme en sus principios, una persona confundida sexualmente. Está viendo al ser humano. La unión de la reflexión con el entretenimiento está en la práctica de mi dramaturgia, la gente lo puede ver en las obras. Si alguien lo quiere ver como que es una reflexión más ligera, pues me parece maravilloso, pero todo el mundo no tiene que reflexionar viendo Hamlet.
- ¿Hasta dónde ha sido un éxito mostrar lo malo, lo feo de la sociedad cubana, y no solo lo bueno? ¿Crees que el público mismo pide consumir un producto también crítico?
- El teatro es crítico en su naturaleza porque es didáctico y todo aquello que enseña, enseña a partir de lo que cuestiona. Esa es su esencia. Yo muestro lo malo, lo feo o lo inmoral, sí, pero no de la sociedad cubana, sino del ser humano y el ser humano vive en cualquier sociedad. Cuba no es perfecta, el mundo tampoco lo es. Yo lo que hago simplemente es reflejar conductas, ejemplificar, hacer una crónica de lo que está pasando, es el espectador quien debe decidir, a partir del análisis de su vivencia. El teatro es la herramienta con la que yo como artista dibujo la sociedad que yo veo, pero no la condeno, no la exalto, yo simplemente la retrato y es usted quien se para ante el retrato y determina si usted se siente tan desgraciado como esos personajes que están ahí y puede ver esa realidad como una realidad tan fea, tan inmoral, tan corrupta y, si decide que es así, puede hacer algo para cambiarla.
- ¿Qué deudas crees que seguimos teniendo como sociedad? ¿Cuánto podría ayudar tu teatro, irreverente, osado, a saldarlas?
- El teatro se usa como espejo para que el ser humano se vea. Tenemos muchas deudas como sociedad. Estamos endeudados. El mundo está endeudado. Una manifestación artística que intenta recrear la sociedad, pero a partir la belleza del alma y de la reflexión a través de las emociones, podría ayudar haciendo que el público se compadezca, entienda, busque soluciones. No podemos vivir esperando el globo de Matías Pérez, sino que nosotros tenemos que echarle un poquito de aire al globo. Ese es el granito de arena que puede poner mi teatro, que es irreverente, osado, pero sobre todo comprometido con el espectador y con todo aquel proceso que ayude a que el ser humano sea mejor.
- ¿De qué te nutres tú para hacer personajes creíbles, humanos, con los que la gente se identifique?
- De ver a la gente. Lo primero que hago es estar en la calle. Hay una figura que, aunque no es del teatro, la pienso mucho en el teatro, que es Pepe Mujica, el expresidente de Uruguay, que tenía mucho apego a la tierra. Eso tiene que ver con mi teatro. Yo vengo caminando a pie desde mi casa hasta el teatro donde ensayo desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche. Yo paso la misma sed que pasan mis actores y tengo que buscar la comida igual. Eso me ayuda a hacer un teatro popular. No es que haya que conocer al cubano, sino que hay que vivir entre los cubanos. Eso es lo que tiene que volver a tener el teatro cubano: una cercanía. Si usted ve las obras de Abelardo Estorino o Quintero, está viendo al cubano. Y eso nos viene por herencia española, esa picaresca que tiene que ver con cómo el cubano vive y enfrenta con alegría, con baile, lo que le sucede. Ha pasado así desde la colonia hasta nuestros tiempos. Lo que no podemos pretender es que vamos a hacer Las tres hermanas de Chejov, o Hamlet, y que nos quede como a los rusos o los ingleses, no, porque aquí no cae nieve, ni el frío es tan intenso, eso no forma parte de nuestra sangre. El cubano (me refiero siempre a la masa, al pueblo) tiene otro ritmo, otra vida y por eso nuestro teatro tiene que llevar calor, para que la gente lo reciba y lo consuma. En el teatro tiene que haber cubanía.
-Tu teatro no solo se ha centrado en utilizar un lenguaje joven, sino en nutrirse de jóvenes actores, de talento fresco y bueno. ¿Cómo has hecho esa apuesta, sin olvidar lo que te enseñaron tus maestros?
- Si el teatro olvida sus raíces, su historia, lo viejo, entonces estamos perdidos porque ¿qué es lo que estaría defendiendo lo nuevo? Nada. Hay que hacer confluir ambas cosas. Hay que traer lo mejor del pasado y hacerlo coexistir con lo mejor que se está creando y desarrollando en el presente para tener un futuro glorioso. Eso lo hago desde los actores, hasta el equipo que trabaja conmigo. La asistente de la compañía, Sandra Núñez, y el maquillador y estilista, José Bouigue, son sexagenarios. He trabajado con actores jóvenes, pero también con experimentadas actrices como Broselianda Hernández, Amada Morado y Miriam Learra. En mis obras siempre han coexistido la experiencia y el aprendizaje.
- Has demostrado que el arte y el mercado no tienen que ir divorciados. ¿Qué les dirías a quienes aún piensan al teatro como algo elitista y no como algo que es para todos, que se adapta a los nuevos tiempos?
- Todo hay que adaptarlo a los nuevos tiempos. No se trata de que no tenga que haber teatro elitista, sino de no pretender que todo el mundo quiera verlo, como mismo todos los rusos no van a ver ópera ni todos los italianos van a la Scala de Milán. No digo que no tenga que haber Hamlet en Cuba, porque tiene que haberlo, pero no puede ser lo único. Tiene que haber Contigo pan y cebolla, tiene que haber Farándula, tiene que haber Las tres hermanas, tiene que haber teatro experimental, etc. Tiene que haber todo tipo de teatro para el público porque en la pluralidad que exista en la creación artística está el enriquecimiento de una sociedad. Y esa pluralidad es parte del mercado, enriquece el mercado, y cuando hablamos del mercado, hablamos de que sea un teatro rentable, tanto a nivel institucional como personal para los artistas que son quienes curan el alma.
- ¿Cuál fue el mayor reto de dirigir a la primera compañía teatral cubana que hizo una puesta en escena en inglés en Estados Unidos?
- Ser la primera compañía que trabajó en inglés en Estados Unidos con un elenco cubano, que esa era la peculiaridad, fue algo excepcional. Fue en el Key West Theater en enero del 2017. Tuvimos allí una pequeña temporada de seis presentaciones de Eclipse, una obra también muy popular a la que el público podía escogerle el final. Hemos seguido presentándonos en Estados Unidos y otros países, pero no en idioma inglés. Lo más difícil no fue aprenderse un texto sino estudiar el idioma porque los actores no lo conocían. Ahí estuvo la verdadera riqueza que nos permite el arte. Creo que es algo que debemos seguir repitiendo y también en otras lenguas: en francés, en italiano, en chino, en turco...
- ¿Ya estás preparando algo para después de VOM?
- Estoy preparando un VOM VOM, que es la segunda temporada de VOM, que ya está escrita. Además, aunque yo tenía preparado el estreno de Amor, que también está escrita, los tiempos han cambiado y es una obra melancólica. Siento que cuando empiece la nueva normalidad, detrás del miedo y la anormalidad que hay hoy, lo que hay es que volver a reír con gran fuerza y alegría y por eso estoy preparando Terapia, una obra que trata sobre la tolerancia y la amistad. Otra comedia para contagiar felicidad con su dosis de reflexión.
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