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El tema de la "soberanía alimentaria y nutricional", uno de los pivotes de la propaganda cubana, ha vuelto a reaparecer en el discurso oficialista, esta vez durante una reunión por videoconferencia con las principales autoridades de las provincias y el municipio especial Isla de la Juventud, encabezada por el gobernante Miguel Díaz-Canel y el Primer Ministro, Manuel Marrero Cruz.
En la reunión, donde también participaron el Segundo Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, José Ramón Machado Ventura, y el vicepresidente de la República, Salvador Valdés Mesa, se elevó el término a "clave dentro de la estrategia económica y social del país" que pretende por enésima vez impulsar la economía cubana, ahora en tiempos de coronavirus.
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Durante la reunión, las autoridades mencionaron avances en la siembra de los principales cultivos priorizados, pero reconocieron su insuficiencia en relación con las supuestas potencialidades del programa de autoabastecimiento local. De acuerdo con las áreas disponibles actualmente no se alcanza el per cápita de viandas y hortalizas previsto en el referido programa, un asunto sumamente estratégico para la nación, según subrayó Díaz-Canel.
El mandatario insistió en las necesarias transformaciones que deben producirse en los vínculos entre la empresa estatal y las fuerzas productivas, y en cómo debe gestionarse la innovación a partir de las potencialidades del sector agrícola.
"Fortalecimiento de los sistemas locales", "polos productivos estratégicos" y "sistemas municipales autónomos con capacidad para producir, comercializar y resolver los problemas de la localidad" fueron algunos de los términos utilizados que, por el momento, no tienen traducción directa en la realidad cubana, afectada desde hace años por una escasez endémica de alimentos y el mudo rechazo de los campesinos a producir más bajo las condiciones gubernamentales.
Otro de los "imperativos" mencionados, esta vez por el Primer Ministro Marrero Cruz, fue "desterrar la mentalidad importadora", para poder alcanzar sustentabilidad y aprovechar todo el supuesto potencial del autoabastecimiento local.
“Hay que sembrar más, con menos o más combustibles, con menos o más plaguicidas, hay que sembrar más en cada municipio o Consejo Popular”, dijo Marrero.
Mientras, el vicepresidente de la República, Salvador Valdés Mesa, ratificó la idea de que para lograr desarrollo el municipio debe sembrar cada vez más y producir alimentos, lo cual inevitablemente tiene que ir aparejado con la identificación de las bases productivas y los productores, sobre los cuales recae esa responsabilidad.
La idea de la "soberanía alimentaria" lleva más de un año rondando la política y la neolengua del discurso oficialista. Aparece lo mismo en la recién aprobada Ley de Pesca (la primera aprobada desde 1959), en los pedidos oficialistas a sembrar más (yuca, frijoles, o cualquier cosa que crezca pronto y sirva para comer) o en las risibles declaraciones del exespía Gerardo Hernández Nordelo, que hace poco ha vuelto a insistir en que los cubanos siembren en el patio de su casa (esta vez, una piña).
“Ustedes representan a varios CDR, el país tiene cerca de 138 mil CDR. Si a un solo cederista por CDR se le ocurre sembrar una piña, uno solo por CDR, ¿de cuántas piñas estamos hablando?”, exclamó el entusiasta vicecoordinador nacional de la organización, durante una visita realizada hace semanas a Sancti Spíritus.
La movilización de los cubanos hacia la “agricultura familiar” no es, sin embargo, un reclamo nuevo. Desde el comienzo de la Revolución, e inspirada en los desastrosos planes económicos guiados por el voluntarismo de Fidel Castro, la idea de la movilización y la siembra doméstica ha perseguido a los cubanos como un azote que encubre, en realidad, la incapacidad del Estado para satisfacer las necesidades alimentarias más básicas de la población.
La ciencia también ha sido "contaminada" con estos arranques. El año pasado, en medio de una aguda escasez de alimentos en la isla, especialistas del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (Inca) presentaron nuevas variedades de soya de ciclo corto -cosechables entre 75 y 80 días- con el objetivo de mitigar los efectos de la crisis.
También entonces se habló de la contribución a la “soberanía alimentaria del país”.
El término, sin embargo, suscita serias sospechas desde que en enero el teólogo brasileño Frei Betto –viejo aliado del gobierno cubano– ofreció una conferencia magistral sobre soberanía alimentaria como parte del evento culinario Cuba Sabe, presidido por la Primera dama de Cuba, Lis Cuesta.
Durante la ceremonia, celebrada en plena crisis con un banquete en el lujoso hotel Iberostar Grand Packard, de La Habana, se defendió el patrimonio culinario nacional, actualmente destruido por la pobreza y la escasez de décadas.
Por lo pronto, todo parece indicar que seguiremos oyendo hablar de huertos caseros y escolares, piñas por núcleo familiar o manuales para que los cubanos produzcan sus propios alimentos en casa. Y, por supuesto, sobre todo eso flotará, como un vago fantasma de posibilidad, la famosa "soberanía" de las tres comidas diarias.
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