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El ingenio creativo de los cubanos, una característica ancestral que ha acompañado a los nacidos en la isla en tiempos de escasez, vuelve por estos días a la ciudad de Santiago de Cuba cuando ante la tradicional ausencia de la papa, el tubérculo es sustituido por frutabomba verde que sí está presente en los mercados de la urbe.
La jocosamente llamada «nueva papa de los santiagueros» sustituye a la famosa raíz en platos donde se combina con carne, en ensalada fría, con huevo, vegetales, con pescado y hasta se fríe, tal y como se hace con el tubérculo que en esta ciudad se importa de otras provincias, de ahí su tradicional escasez.
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Cuenta María Caridad, vecina de Veguita de Galo, que en su caso todo empezó cuando hace par de meses le vendieron un módulo con par de frutabombas verdes y ya no le quedaban papas de las que se vendieron al inicio del aislamiento social.
“Una vecina me dijo que la frutabomba verde se podía usar, después de ser hervida o de ser pasada un rato por la olla de presión, combinada con carne o en otras formas. La verdad estaba escéptica, me parecía que no iba a tener un buen sabor, pero lo hice al final, no quedaba otra, más que curiosidad era necesidad, y la verdad que combinada con carne de cerdo, por ejemplo, no es mala”.
Pero la inventiva de esta santiaguera no queda ahí. Luego de un primer exitoso de frutabomba verde y carne de cerdo, lo combinó luego con una pasta casera, a base de arroz y caldito concentrado con sabor a pollo, e hizo una ensalada fría deliciosa, también lo convoyó con vegetales.
“Dicen que en salsa también es muy rica, así como si cocinaras papa en salsa, también con huevo hervido se hace una ensalada deliciosa, el otro día alguien en una cola para comprar detergente hablaba de que se podía hervir y hacer un puré, que se le agrega mantequilla, leche o manteca de cerdo, que se hacía igual que si fuera papa, hay quien dice que se puede freír y hasta pelar y cocinar en el horno como si fueran papas. Todas estas son recetas que aún no he probado, pero que si la cosa sigue así de mala, no tendré más remedio que probar y quien sabe, quizás no sean tan malas esas recetas”, acota.
Recuerda María Caridad que en el llamado Período Especial, o al menos en los duros años de los 90, también tuvo que inventar de todo: “nunca antes se fue más mago en la cocina, tuve que hacer dulce de frijol y el «sopinguete», una especie de frijol blandito en el que se agregaba el arroz, harina de maíz y cuanta vianda se tuviera, esto se comía así, una especie de sancocho parecido a una caldosa o ajiaco pero sin llegar a serlo. Sé de gente que sí llegaron a cocinar el picadillo de cáscara de plato, freían la cáscara de toronja…, yo no hice ninguno de estos dos inventos, pero escuché que hubo gente que sí lo hizo”.
La presencia de algunos productos que hasta hace par de semanas se declaraban ausentes en la mesa del santiaguero hacen creer que la escasez en la ciudad de Santiago de Cuba comienza a ceder unos pocos milímetros. Sin embargo, lo que sí no parece dar síntomas de alivio alguno son os precios elevadísimo que hablan de otro tipo de escasez: la de ver y no poder comprar.
La carne de cerdo por estos días alcanza la cifra de 50 pesos la libra, la habichuela se vende a 10 y 15 pesos los paquetes, la calabaza a 13 pesos la libra, una mano de plátano burro se comercializa hasta a 20 pesos, la libra de malanga a 25 pesos, la yuca a 15 pesos la libra, y unas poquísimas hojas de culantro en un paquetico que se da por cinco pesos; precios que hace unos años parecían irreales y hoy forman parte de la más cruda y dura realidad.
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