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Jovanni Thunstrom, quien fuera jefe del afromericano George Floyd que murió a manos de la Policía en Minneapolis, dijo sentirse profundamente triste por lo ocurrido.
“Era una persona pacífica, siempre amable” dijo Thunstrom, que administraba el bar Conga Latin Bistro donde Floyd se desempeñaba como empleado de seguridad, antes de verse sin trabajo por las medidas restrictivas frente a la crisis del coronavirus.
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El hombre contó a Univision sobre su ex empleado, cuyo deceso ha provocado una cadena de protestas y sucesos polémicos en todo el territorio estadounidense.
Según dijo, durante los cuatro años que trabajaron juntos, Floyd “siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás”. “Estoy bien dolido, Floyd era como como un hermano para mí".
Floyd recibía a los demás con un abrazo o con otras muestras de afecto y “sin exigir nada a cambio”. “No tengo ni una sola queja de mis clientes de que él haya sido agresivo con ellos. Por el contrario, todos mis clientes y empleados lo querían muchísimo y fueron impactados por su muerte”, expuso.
“Le gustaba comer nachos, le gustaba la comida latina, y nos poníamos a conversar. Él decía que éramos como su familia. Vino de Houston a Minneapolis para cambiar su vida y le gustaba estar aquí”, relató.
“Una cosa es conocer hechos similares que suceden, pero es muy distinto cuando ves a una persona cercana involucrada en ellos. Yo me sentí impotente, de no haber estado ahí y lanzar mi cuerpo sobre ese policía para quitarlo de encima de Floyd”, comentó sobre su reacción al ver las imágenes que muestran al agente policial Derek Chauvin presionando con su rodilla el cuello de Floyd mientras este exclamaba repetidamente que no podía respirar.
“Al principio no creía que fuera él, después miré el video una y otra vez y sentí dolor, empecé a llorar. No podía dormir pensando por qué. Siento rabia. Siento que no se ha hecho justicia”, expresó Thunstrom y añadió que durante la última conversación que sostuvo con Floyd, este le trasmitió sus deseos de volver a trabajar en el Conga Latin Bistro.
Derek Chauvin fue arrestado el pasado viernes y acusado de asesinato y homicidio involuntario, cuatro días después del lamentable suceso. Los policías abordaron a Floyd porque sospechaban que había usado un billete falsificado de US$20 en un establecimiento, de acuerdo con una denuncia, e intentaron meterlo en un vehículo policial luego que, presuntamente, éste se resistiera al arresto. Fue entonces que lo inmovilizaron en el piso, presionando varias zonas de su cuerpo.
Otros tres funcionarios del Departamento de Policía de Minneapolis (MPD), involucrados en el incidente, fueron despedidos. Chauvin, por su parte, tenía varias denuncias previas por comportamiento racista. El FBI se sumó a la investigación de los hechos.
La polémica sobre los acontecimientos ha seguido en pie. La primera autopsia realizada al cuerpo de Floyd estableció que la causa de su deceso no fue la asfixia ni el ahorcamiento, sino una combinación de factores entre los que se encontraban sus antecedentes médicos.
“La autopsia no reveló evidencia física que sustente el diagnóstico de una asfixia traumática o estrangulación. El señor Floyd presentaba condiciones médicas previas, incluyendo una enfermedad de la arteria coronaria y corazón hipertenso. Estos efectos, combinados con que el señor Floyd fue sujetado por la policía, sumado a las condiciones médicas previas y a la presencia de potenciales sustancias intoxicantes en su sistema, podrían haber contribuido a su muerte”, explica el informe del cuerpo forense del condado de Hennepin, en el estado de Minnesota.
Los ánimos, no obstante, se han caldeado en todo el país, desatando una oleada de protestas y hechos violentos, como saqueos y actos vandálicos. Miles de norteamericanos han salido a las calles en más de 20 ciudades de EE.UU. a clamar justicia y a manifestarse en contra del racismo.
La espiral de violencia ha aumentado las tensiones de los manifestantes con las autoridades. Incluso el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, llamó a hacer las protestas de forma pacífica.
“No disculpemos la violencia, ni la racionalicemos, ni participemos en ella. Si queremos que nuestro sistema de justicia penal y la sociedad estadounidense en general operen con un código ético superior, entonces tenemos que modelar ese código nosotros mismos”, escribió Obama en un artículo.
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