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El Instituto de Meteorología de Cuba ha pronosticado el impacto de 15 ciclones y de al menos un huracán para la temporada que comienza el próximo lunes 1ro de junio.
El doctor Celso Pazos Alberdi, director del centro, explicó al diario Granma que se vaticina una temporada activa y que de los 15 posibles ciclones, ocho podrían alcanzar la categoría de huracán.
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Entre las causas que propician el comportamiento de este periodo en la región se encuentra la ocurrencia de lluvias por encima del promedio durante el mes de mayo que recién concluye, así como de varias tormentas locales severas en diferentes territorios del país, fenómenos que por otra parte pueden suceder en cualquier época del año, acotó Pazos Alberdi.
Cuba posee una red de vigilancia y alerta temprana para detectar este tipo de fenómenos meteorológicos, compuesta por 68 estaciones meteorológicas que según el especialista, tienen una efectividad de más del 90 por ciento.
También la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés), agencia científica del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, pronosticó la semana pasada entre 13 y 19 tormentas para la temporada ciclónica de este año y dio a conocer los nombres que tendrán.
Entrevistado por la agencia Reuters, el conocido meteorólogo cubano José Rubiera tranquilizó diciendo que no había razón para alarmarse esta temporada, pues todo depende de las rutas de cada tormenta.
"Un sólo huracán puede ser devastador, mientras que puede haber muchos que no golpeen", dijo. "Todo es muy relativo, pero la regla general es estar siempre bien preparado", recalcó.
Pese a la observación del doctor Rubiera, varios expertos han mostrado su preocupación por lo que supondría un ciclón o huracán de gran potencia para los países del Caribe, en medio de la pandemia de coronavirus.
La región ya fue golpeada por dos tormentas tropicales antes del inicio oficial de la temporada.
Las islas caribeñas tienen por delante una temporada de huracanes que se prevé más activa de lo habitual, lo cual se suma a las afectaciones en el sector del turismo, que genera gran parte de sus ingresos.
Todos estos países han tenido que hacer frente al alto costo de la gestión del brote, mientras veían agotar sus recursos financieros por la caída del turismo debido a la clausura de los vuelos y al cierre de las fronteras.
La temporada ciclónica en el Océano Atlántico se extiende hasta el 30 de noviembre. El pico de la actividad ciclónica se da a finales del verano, cuando la diferencia entre las temperaturas en las alturas y las de la superficie del mar es mayor.
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