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En el Festival de Cine de La Habana, que durante diez días estuvo arrobado por la contundente representación brasileña, por lo menos en cuanto a largometrajes de ficción, ha triunfado, finalmente, el filme argentino Los sonámbulos, que acaparó no solo el Primer Premio Coral, sino el premio al mejor guion y a la mejor actuación femenina (Érica Rivas).
El Premio Especial del Jurado (suerte de segundo premio en importancia) correspondió, con empate, al filme guatemalteco La Llorona, de Jayro Bustamante y al chileno Algunas bestias, de Jorge Riquelme, quien ganó también, como otra muestra del extraño reparto de premios, el galardón a la mejor dirección. La Llorona y Algunas bestias son dos filmes notables, pero de ningún modo superiores a la representación del gigante sudamericano: Bacurau, La vida invisible..., Tres veranos, Divino amor.
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Una vez repartidos los tres principales galardones, los brasileños debieron conformarse, injustamente, con los premios por especialidad. Uno de los filmes que se vaticinaba seguro triunfador, La vida invisible de Eurídice Gusmão, de Karim Aïnouz, alcanzó los Corales por la Mejor fotografía y dirección de arte, mientras que las excelentes Bacurau y Tres veranos, fueron consideradas, solamente, en los Corales a la mejor música original y edición. Divino amor fue completamente ignorada.
Como si fuera escasa la reverencia al cine argentino que implicaba dispensarle el máximo Coral a Los sonámbulos, fueron reconocidas otras producciones como La odisea de los giles y El cuento de las comadrejas. Ambas le valieron a Luis Brandoni el premio de actuación masculina.
Y para contribuir con la indiscutible "argentinofilia" de los jurados oficiales, el Premio Coral de Postproducción y el de mejor guión inédito fueron para Años cortos, días eternos y Desde el Apocalipsis, que seguramente serán vistas, y probablemente premiadas, en próximos festivales de La Habana. Y además el lauro de la popularidad fue, no faltaba más, para El cuento de las comadrejas, de Juan José Campanella, que seguramente aventajó por estrecho margen a La odisea de los giles.
El cine cubano acaparó premios importantes en dos de las competencias oficiales: Agosto, de Armando Capó, fue considerada, también contra todo pronóstico, la mejor ópera prima del evento, y a continuación reaparecieron los argentinos, con el Premio Especial del Jurado, de esa competencia, para Las buenas intenciones, de Ana García Blaya. La chilena El príncipe, alcanzó el Coral a la contribución artística, y hubo mención especial para la guatemalteca Nuestras Madres, de César Díaz.
El merecido premio al mejor documental fue para el cubano A media voz, de Patricia Pérez y Heidi Hasán y en este caso se trata de justicia manifiesta. Además, el Coral Especial en esa categoría reconoció la calidad sostenida del documental brasileño con Dile a ella que me viste llorar, de Maria Santi Bühler. De modo que no todos los jurados jugaron la carta de la sorpresa y el premio a contrapelo de lo esperado.
El máximo Coral en los cortos de ficción también fue para Cuba, con Flying Pigeon, de Daniel Santoyo y los tres premios entregados en animación correspondieron, eso sí, a los brasileños: Ciudad de los Piratas, Carne, y Sangro, reconocidas con el coral de largo, corto y premio especial respectivamente.
Los periodistas especializados de la FIPRESCI eligieron un buen filme chileno, Blanco en Blanco, y la Signis entregó a Los lobos, de Samuel Kishi Leopo, el único galardón que ganó esta vez el cine mexicano. Y así concluyó un Festival que muchísimos espectadores recordarán como un momento de apogeo del cine brasileño, independientemente de lo que decidan los jurados. Porque los Corales se están volviendo mucho más impredecibles que el Oscar.
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